Javier Milei haría lo que fuera por Santiago Caputo. Hace algunos meses, poco antes de la salida de Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete, ese funcionario le habló al Presidente sobre su consultor estrella. En malos términos, según las versiones que corrieron. E incluso le habría hecho escuchar un audio en el que Caputo, sin saber que lo estaban grabando, criticaba al jefe. Ese día quedó echada no la suerte de Caputo, sino la de su contrincante Posse, al que Milei despidió poco tiempo después. El Presidente jamás iba a ponerse en contra de su asesor estrella, al que llama “Super Santi Caputo”, casi como el nombre de un videojuego. Cuando al asesor le preguntan en privado por esa escena, solo aclara: “No fue un audio”. Es decir que todo lo demás sí era cierto.
Si el videojuego de “Super Santi Caputo” existiera, en sus pantallas tendría al asesor desplegando su poder en distintos ámbitos: desde ministerios como los de Justicia y Salud hasta organismos como la SIDE, YPF o la AFIP. Se convirtió en estos diez meses de gobierno en el hombre más influyente de la gestión. Incluso, mucho más que la hermana del Presidente, Karina Milei, quien está más pendiente en el armado político de cara a las elecciones del año próximo y también en ir detrás de la agenda de su hermano, el Presidente.
Es cierto que, en términos estrictos, Caputo depende de Karina porque tiene contrato “en el ámbito de la Secretaria General, en el marco del Decreto N° 1109/17, en la categoría de consultor II”, según la información oficial. Su salario ronda los 2 millones de pesos y su contrato vence el 31 de diciembre. ¿Qué pasará con él a partir del 1 de enero? Renovará, seguramente, porque no tiene en mente colocarse al frente de una cartera. Los suyo es mandar desde la trastienda.
A saber: tiene oficina propia -regada de latas de bebida energizante Red Bull sugar free-, acaba de apadrinar el desembarco de Mario Lugones en el Ministerio de Salud, controla el ministerio de Justicia a través de su viceministro, el jefe de la SIDE le rinde cuentas casi a diario, controla la comunicación del Gobierno y de empresas como YPF, tiene un pie en el PAMI, en la AFIP, en la Aduana, en Arsat, en Enacom, está encima de los procesos de privatización de las empresas públicas, y se puso al hombro la relación con los sindicatos y también con algunos medios de comunicación.
A todo eso se le debe agregar que, en la última semana, Mauricio Macri fue a verlo de noche a una oficina “blue” que Caputo tiene en el centro porteño. Para ser más claros: un ex presidente se movilizó para reunirse con un empleado de la Casa Rosada que tiene un contrato temporal. Esto explica el verdadero poder que ostenta Caputo, equivalente al de un presidente en las sombras.
La reunión entre Macri y Caputo tuvo tres momentos. El primero fue de reproches, el segundo versó sobre los objetivos comunes y el tercero sobre la metodología de trabajo. Los reproches estuvieron centrados en pases de facturas por diferentes situaciones que a Macri no le gustaron. Como haberse enterado por las redes sociales del decreto para privatizar Aerolíneas Argentinas. Unos días antes de ese decreto, Hernán Lombardi había presentado un proyecto de ley en esa línea. Esas desinteligencias molestan mucho a Macri.
Fueron varios minutos de reproches cruzados. Caputo siente que Macri lo critica a través de periodistas amigos del ex presidente, como Eduardo Feinmann. y el boquense sospecha que el asesor busca presionarlo con la SIDE. Hace unas semanas, Macri le mandó un mensaje de WhatsApp a Caputo con el link de una nota del diario La Nación en el que decían que agentes de la SIDE se habían interesado en los expedientes judiciales que tiene abiertos el ex presidente. “No nos estamos entendiendo”, le dijo Macri al asesor, que es muy proclive a mostrar sus conversaciones de WhatsApp con el ex presidente. Intentó explicarle que eso fue un malentendido. Otro reproche es el uso que hace el Gobierno de Patricia Bullrich para contrarrestar las críticas del PRO.
Círculo
Así como Milei tiene su triángulo de hierro, compuesto por su hermana Karina y por Caputo, el presidente en las sombras construyó un subcírculo de confianza compuesto por su hermano Francisco, su secretaria privada Macarena Alifraco, el secretario de Justicia, Sebastián Amerio, el jefe de la SIDE, Sergio Neiffert, el vicepresidente de Comunicación y Marketing de YPF, Guillermo Garat, la secretaria de Planeamiento Estratégico, María Ibarzabal, Noelia Ruiz, directora en Arsat, y los hermanos Manuel y Tomás Vidal, que vienen de trabajar con Soledad Acuña en el ministerio de Educación de la Ciudad, el primero, y el segundo en Move, la nueva consultora del poder.
Al mismo tiempo, Caputo deposita una parte importante de su confianza en Rodrigo Lugones, su ex jefe en la mencionada consultora, que se mudó a España y viaja una vez por mes a Buenos Aires. A través de todas estas personas, Caputo fue colonizando diferentes áreas del Gobierno, sobre las que todo el tiempo está tomando decisiones o recibe consultas. Desde la nominación de un juez para la Corte Suprema, como Manuel García Mansilla, hasta la definición de la millonaria pauta publicitaria de YPF, pasando por una rendición de cuentas casi diaria de los movimientos de la SIDE. Neiffert, el nuevo “Señor 5”, va casi todos los días a la Casa Rosada acompañado por su hijo para reunirse con el asesor.
En los lugares donde está Caputo hay cajas que mueven millones de pesos todos los días. Para contratación de proveedores, para pauta publicitaria o como fondos reservados. Hasta hace un mes atrás, Caputo había logrado pasar medianamente desapercibido luego de su irrupción inicial en los primeros días de poder, en los que se volvieron virales las imágenes que lo mostraban siempre con un cigarrillo en los labios. Con el correr de los meses, y el aumento de su poder, decidió bajar el perfil, pero aumentaron las internas, en especial con Karina Milei y la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello.
El principal reproche que le hacen está en el manejo de la comunicación y de los trolls que atacaron a Karina en cuestiones como el conflicto con Francia por los cantos racistas de los jugadores de la Selección, un affaire en el que la ciberguerrilla de Caputo se puso del lado de la vicepresidenta Victoria Villarruel y en contra de la hermana presidencial, que confrontó con ella. También le echan en cara que, cuando se comunicó el nivel de pobreza, el Gobierno no estuviera preparado para contrarrestar las críticas.
Las redes sociales, en especial X (ex Twitter), son una de las principales herramientas que utiliza Caputo. Allí se mueve con cuentas que no llevan su nombre, sino usuarios con identidades inventadas, pero que, cada vez que se activan, todos en su equipo saben que son de él y la política comienza a leerlas en esa clave. En una de esas cuentas llegó a exhibir un conjunto de armas, que serían de su propiedad, lo que también le trajo fuertes reproches. Tiene una metodología: cuando la polémica escala a niveles inmanejables, cierra las cuentas y abre una nueva.
Estilo
A Caputo le gusta compararse con los protagonistas de la película “El Club de la Pelea”, donde los actores Edward Norton y Brad Pitt representan las dos personalidades de una misma persona: Norton es una persona amable y el personaje de Pitt, Tyler Durden, es el desquiciado. A Caputo le gusta sentir que en la vida real es amable y negociador, y en X vuelca las cosas que no podría decir en público, porque destruirían cualquier acuerdo. Esa doble personalidad le permite conversar con Mauricio Macri y hasta enviar mensajes para Cristina Kirchner, a través de Eduardo “Wado” De Pedro y Juan Manuel Olmos, con quienes ha tenido conversaciones.
También disfruta que lo comparen con políticos como el dirigente radical Enrique “Coti” Nosiglia, que trabajó para Raúl Alfonsín durante el regreso de la democracia en la década del ‘80. En 1987, tras cuatro años de gestión, Alfonsín recibió una fuerte presión para “blanquear” el rol del “Coti” Nosiglia como operador político y decidió nombrarlo como ministro del Interior. El episodio sucedió tras la derrota electoral de medio término frente al PJ de Antonio Cafiero. ¿Hay posibilidades de que Caputo deje de ser un contratado y pase a formar parte del Gabinete? La historia muestra que los cambios de Gabinete se dan por renuncias inesperadas o por cambios en el escenario político.
Perfil alto
Sus días más intensos de exposición pública llegaron en la primera quincena de septiembre. Para ese entonces ya se habían presentado en el Senado los aspirantes a la Corte Suprema, Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, y su nombre sobrevolaba todo el tiempo las conversaciones, hasta que el propio García Mansilla afirmó que Caputo le había ofrecido el lugar. Ese mismo cargo se lo había intentado ofrecer a Miguel Ángel Pichetto durante una conversación en su casa en Vicente López. El ofrecimiento fue rechazado por el diputado, quien tiene 73 años y, de haberlo aceptado, lo ocuparía solo por dos años.
Una de las críticas más fuertes contra Caputo en el Senado surgió desde la misma banca del oficialismo. El formoseño Francisco Paoltroni se convirtió en su principal detractor en los medios y llegó a sostener que el Presidente estaba mal asesorado. A partir de ahí, fueron todas malas: el Gobierno perdió la Bicameral de Inteligencia y los senadores le rechazaron el DNU que asignaba 100 mil millones de pesos para la SIDE. Todas derrotas adjudicadas a Caputo.
Para coronar la quincena, tuvo una fuerte discusión con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, por el decreto que limitaba el acceso a la información pública. Esas internas tuvieron que ser desmentidas con fotos. Y al mismo tiempo, comenzó un raid de apariciones públicas, con el fin de apaciguar los radiopasillos alrededor de su poder en las sombras.
La última imagen que revela su poder fue durante la asunción de Mario Lugones, padre de su amigo Rodrigo. En la antesala del Salón Blanco estaban solo Milei, Lugones y Caputo. luego de tomarle juramento, el primero en ir a saludar al nuevo ministro fue el propio asesor. En el lenguaje del poder, eso tiene una sola interpretación: Lugones es Caputo.
Caputo rompió con una regla no escrita de los consultores: no asumir cargos en los gobiernos de sus clientes. Pero está allí porque Milei lo necesita. Y porque le gusta ser un presidente en las sombras.