Es raro. O, conociendo los personajes, tal vez sea raro pero previsible. Zelensky pide disculpas a Trump por la emboscada a la que fue sometido en el Salón Oval de la Casa Blanca. ¿Disculpas de qué? De haber ofendido a EEUU.
¿Perdón? En la trampa tendida por estos dos cowboys que manejan la Casa Blanca, Zelensky no tuvo una sola palabra ofensiva contra EEUU, por el contrario, el único que habló pestes contra presidentes norteamericanos fue Trump.
Biden, Obama y Clinton cayeron en la volteada. Y si le hubieran buscado la boca seguramente también habrían cobrado por el pelo y por la barba Kennedy y Roosevelt, para el amigo Trump, dos comunistas desgraciados. Continúan las rarezas. Trump insulta y amenaza al presidente de Ucrania rompiendo con el principio básico, un principio que lo sabe hasta el vecino más anónimo, de que a la visita no se la invita a la casa para después basurearlo como lo basurearon a Zelensky. Todo raro.
Este personaje prepotente, colérico, con arrebatos de matón, acompañado de un vice, Vance, y un secretario de estado, Rubio, que se comportan como lacayos, como esos infelices que no matan una mosca pero aprovechan el tumulto para patear en el suelo al caído…ese personaje, insisto, llamado Trump, hace todo lo que hace porque dice que está empeñado en lograr la paz. Recórcholis. Trump pacifista. El matón prontuariado por su participación en episodios de violencia regados con placeres porno, parece que en fondo es la reencarnación de Mahatma Gandhi. Proclama la paz y le declara una guerra arancelaria a Canadá, México y China, mientras amenaza quedarse con Groenlandia. Con pacifistas como esos, yo me quedo con Tyson.
No entiendo como este nacionalista defensor de los mercados cerrados mantiene un romance tropical con nuestro presidente Javiel Milei. No lo entiendo. O tal vez, sí, pero las razones de ese entendimiento por el momento me las reservo. En estos días Lew Walessa, el histórico dirigente de los sindicatos polacos de “Solidaridad”, el hombre cuyo apellido encarna la lucha contra el comunismo de la mano del papa Wojtyla y el entonces presidente Reagan, le escribió una carta a Trump en donde, como diría mi tía Cata, menos buen mozo, le dijo de todo. Traducido al criollo, Lew lo trató de patotero, tramposo, violento, aprovechador, mentiroso y cobarde.
Le recordó que la emboscada que le tendieron a Zelensky, la emboscada con sus imputaciones, amenazas veladas y humillaciones, le recordaban la pesadilla que los polacos vivieron durante el régimen comunista donde también eran convocados a reuniones para escuchar gritos, amenazas, intentos tramposos de seducción. Y todas esas licencias los comunistas las podían tomar porque disponían del poder, el poder político y militar, y el poder de encarcelar y, si es necesario, aniquilar físicamente cualquier disidencia.
Trump seguramente no le contestará a Walessa porque no le conviene, porque sabe que ciertos hombres dueños de una trayectoria honorable son portadores de verdades que los cowboys que ocupan la Casa Blanca no las pueden refutar, salvo imputar a Walessa de comunista, imputaciòn que, no ignoran, los desbarrancaría en el ridículo. Walessa comunista. Por ese camino, Reagan y Thatcher podrían caer en la misma volteada.
Trump ha dicho que la paz está a la vuelta del camino. Por lo menos esa es la conclusión a la que arribó después de comunicarse con su amigo del alma, Vladimir Putin. El contenido de esa paz no lo conozco, por lo menos no conozco los detalles, pero declaraciones de Trump y de sus colaboradores habilitan algunas certezas. En principio, los negocios. EEUU y los minerales de Ucrania, por lo menos la mitad de las denominadas “tierras raras”.
Después vienen las atenciones a los amigos rusos. Por lo pronto, Trump y su pandilla consideran que las tierras que Rusia reclama a Ucrania son históricamente rusas. El malo de la película en este caso sería Nikita Kurschov, él mismo ucraniano, quien en sus tiempos de dictador de la URSS, habría maniobrado para que territorios poblados por rusos desde hace mucho tiempo, pasen a manos de Ucrania.
Si esto es así, resulta más que obvio que el primer principio de paz será dejarle a los rusos el veinte por ciento del territorio ucraniano. Y si no es el veinte por ciento, será el diecinueve por ciento, porque estos muchachos para negociar son muy generosos. La pregunta es obvia: ¿Para arribar a estos resultados, Ucrania se enredó en una guerra donde los rusos destruyeron ciudades, mataron niños y ancianos y masacraron soldados?. Y todo ese sacrificio para que los rusos se queden con todo. En mis pagos a este tipo de acuerdos no lo llaman acuerdo de paz sino rendición incondicional. El adelanto de esa rendición ya lo cobró Zelensky en la Casa Blanca.
En 1938, en Munich, Daladier y Chamberlain suponían que si le entregaban a Hitler los Sudetes, territorio checo pero que Alemania reclamaba como propio, entre otras cosas porque estaba poblado de alemanes, el Führer se tranquilizaría y todos contentos. Sabemos que no fue así. Sabemos que Hitler después ocuparía Polonia y luego de firmar una paz entre gangsters con Stalin se lanzaría con sus blitzkrieg a ocupar Europa.
Pero eso lo sabemos ahora, ahora y con el diario del lunes, aunque importa recordar que en su momento hubo voces que advirtieron sobre lo que representaba Hitler y el nazismo. Churchill entre otros. ¿Putin se parece a Hitler? Yo diría que no tanto; Hitler tenía bigotes y no era pelado, por ejemplo. Después, por supuesto, hay diferencias provocadas por los nuevos contextos históricos, las tradiciones de cada nación, pero así como es riesgoso hacer una asimilación ligera entre Putin y Hitler sería riesgoso desconocer las coincidencias entre estos dos dictadores amigos de la expansión territorial, amigos de la guerra, amigos de aniquilar disidentes. Rusia, con los zares, con los comunistas, con Putin, siempre tuvo pretensiones imperiales y expansionistas. No creo que su programa incluya ocupar Europa, pero sí estoy seguro de que en la cabecita de Putin está presente la aspiración de reconstituir la URSS, pero no en términos comunistas sino imperiales.
De los comunistas, Putin aprendió que la Europa del este de una manera o de otra le pertenece a los rusos. Tampoco ignora que al frente tiene enemigos poderosos como Alemania, Francia o el Reino Unido. Su memoria histórica no olvida que en el siglo XIX y en el siglo XX Rusia intentó ser ocupada, una vez por Napoleón, en 1812, otra vez por Hitler en 1941. En las dos ocasiones pelearon con coraje bajo las órdenes de un general invencible para los occidentales: el general Invierno. Las invictas legiones de Napoleón y los implacables generales de la blitzkrieg terminaron deshechos por la ofensiva imbatible del general invierno.
Estados Unidos cumple con los principios básicos del realismo político en materia de política exterior. Arregla un equilibrio inestable con las grandes potencias y si en el camino hay que sacrificar algún peón, se lo sacrifica en nombre de la paz universal. A EEUU no se le escapa que Rusia declaró la guerra, Rusia invadió, Rusia está matando. No se le escapa, pero considera que no es el dato más importante. Rusia hizo lo que hizo pero es una gran potencia.
Y EEUU se entiende con las grandes potencias y con ellas establece el equilibrio mundial que más le conviene. Zelensky que se vuelva a su casa o se dedique a los programas de humor que mal no le iba. La otra ventaja de los yanquis, se la mencionó Zelensky a Vance: ustedes la tienen fácil porque del territorio donde se pelea y se muere, donde se combate y corre sangre, los separa un océano. Otra lección de realismo, pero promovida en este caso por el más débil. Veremos cómo sigue esta película.
Pero, como le dijo Trump a Zelensky, ahora hay un nuevo sheriff y las reglas son otras. Las reglas o las cartas. Y ya se sabe que en este juego, el macho de espada y el siete de oro lo tienen la pareja integrada por Trump y Putin. ¿Y Argentina? En estos entremeses Argentina no pincha ni corta, pero si por las dudas en algún lugar le corresponde estar, ese lugar será el que Trump le ordene a Milei.