La prensa
libre e independiente es un cascarón vacío, el corcho que flota en alta mar,
un naufragio archivado en el triángulo de las Bermudas. Mucho se alardea sobre
su necesidad. Vibrantes panegíricos de las instituciones ad hoc y
los gobiernos, en una comparsa ausente de genitales.
Los periodistas son noticia en los cementerios, inauguran día
a día la sección necrológica del espanto en un sublime carrusel tirado por
idiotas en un burdel lleno de risotadas y de bailarinas desdentadas,
tuberculosas. La miseria se traduce en un mundo sin ética, farandulero,
ficcionador en la misma mentira repetida por un sacristán si apellido.
Libertad de prensa y periodismo independiente, alternativo,
verás se dan la mano en un callejón sin salida. Muerto de la risa, el Poder Fáctico
le da un tiro en la cien y se sienta en la primera línea a recibir los oscares
de los Derechos Humanos, de las libertades públicas y toda la comparsa entre la
justicia y la democracia.
Se les brinda un aplauso sonoro, el estruendo silencioso de
la carcajada en off, la pequeña mueca perdida en otro tiempo, discretamente
sentada en el Luna Park o en Brodway, pero en un estruendoso caupolicanazo de
los años setenta en Santiago de Chile. Pero es
un mal olor el que se desprende de la
improvisada vitrina del cristal y recorre las pantallas doradas del cine.
No nos dejemos llevar por el tiempo aunque exista o esté
perdido. Ya estamos llegando a Marte y es rojo nuestro Apocalipsis. Palabras más
o menos, estamos tapando el sol con una mano. El eclipse es solo una señal que
el juego puede terminar. Los aeropuertos se detienen en el aire. La tierra se
mueve como la danza del vientre y las casitas de barro caen con las grandes
torres de cristal.
En un país angosto , transformado de remo o largo pétalo,
en serpiente, espada, en una resbalosa cáscara de banano, se construye a diario
un legajo de normas para amarrar la ley a una sola ley del embudo. Como una
corbata ahorcada al cuello, la ley, y Chilito cabalga.
Bolas de fuego avistaron recientemente nuestros viejos
conquistadores. No fue Hernán Cortés el que miró el cielo .El piso se mueve
de arriba hacia abajo. El Cardenal rojo de vergüenza hace tabla rasa con el
pasado. Que mal empezamos 2004.Qué nuevo, qué tierno el arbolito para
enchuecarse tan pronto.
Libertad de prensa, divino tesoro. Democracia protegida,
ombligo de nuestro fin de mundo. El Cardenal pierde los puntos cardinales, solo
un Norte, para el purpurado, que cabecea en las noches de insomnio con los miles
de desaparecidos. ¿Quién despierta a la Bella Durmiente, y le quita la cal de
su larga cabellera?
Una corona para la Corte
Suprema de Justicia y clavelitos rojos para las instituciones Judas.
Nomeolvides para el pueblo ce Chile. Muchas Violetas para el corazón de la
Patria, humilde y soleada. Lucilas de Elqui para un Valle sin dolor, donde nacen
todas las vendimias, hay también una nueva Parra. Una Patria De Rokha
construida con esperanza, sin mezquindades, menos con La Miseria del Hombre,
Gonzalo Rojas. El Sur es nuestra memoria, el Norte árido, salado, desértico,
duro en la inmensidad de sus vastedades rocas, la puerta del salida al mundo.
Hay leyes que ya son un montón de chatarra. Museo de
cera, paisaje reciclado, memorial de incisos, una ley devora a otra, el
papel aguanta la mentira que crea. Que algún día subirá oronda al Tribunal a
hacer justicia. Qué honor el velo de la hipocresía, el santo y la limosna para
el sacristán.
Se puede naufragar sin haber salido del
puerto, atados en la ley del embudo. Señores de viejas prácticas, de
secretillos, de corpiños almidonados, babélicos caballeros de entorchados
incisos, amos del sainete fáctico, del Corolín Colorado (este cuento se ha
acabado).
Rolando Gabrielli