Cuando todos creíamos que la izquierda y la derecha eran el mismo vacío, un hot dog frío que podría comerse en Nueva York o en Santiago de Chile, las noticias resuenan con bombo y platillo: Argentina ha dado un giro a la izquierda. Una frase de corte estrictamente militar, una afirmación con factura ambivalente, no son los tiempos para tanta retórica.
Las malas juntas, su postura frente al Fondo Monetario Internacional, la búsqueda de la Argentina perdida. Todo eso, y lo impensado, inquietan ala Casa Blanca que ha lanzado este mensaje del giro a la izquierda y otras tantas señales, en medio del desconcertante tema de las vacas locas.
Las palabras son bumerang, van y vienen, no siempre con el mismo eco. A Washington le decepciona la política exterior del presidente Néstor Kichner y el subsecretario de Estado norteamericano para Asuntos Hemisféricos, Roger Noriega, autor de la frase, considera que Argentina debiera estar al lado de Washington en materia de Derechos Humanos y temas como la democracia.
El bumerang desde la porteña Buenos Aires zarpó con una frase frontal del jefe del gabinete argentino, Alberto Fernández, : “ya no existen ni las relaciones carnales ni los alineamientos automáticos”.
Carlos Saúl Menen, como es sabido, puso todo la carne al asado norteño durante su gestión, que tocó piso hondo en materia de corrupción y de endeudamiento, como de ficción económica.
Las declaraciones de la autoridad norteamericana fueron calificadas de impertinentes, porque Argentina busca una relación madura, seria, independiente con Estados Unidos, de acuerdo con fuentes periodísticas de La Plata. El Canciller Rafael Bielsa ya expresó el malestar de su gobierno a la Casa Blanca, y los medios informativos argentinos concuerdan que el telón de fondo son las relaciones con Cuba, las relaciones con el opositor boliviano Evo Morales y las políticas frente al FMI.
K y Bush se reunirán el martes en Monterrey, México, - donde se desarrollará la Cumbre Extraordinaria de las Américas- para evacuar una agenda que irá desde el ALCA pasando por Cuba y desde luego, la propuesta argentina de pago a la banca privada. El posicionamiento de Buenos Aires en el nuevo escenario latinoamericano junto a Brasil, inquieta a la Casa Blanca, dos países decisivos en la historia del siglo XXI que se escribe al Sur del Río Bravo.
Los expertos esperan que en Monterrey ambos mandatarios despejen los nubarrones circunstanciales estacionados en las relaciones Washington-Buenos Aires, producto de lo que califican “deslenguamiento diplomático”.
Las horas no pasan en vano cuando los hechos conducen su propia carroza y ya conocen el camino. El presidente K saltó a la palestra, al ring internacional y desde el Luna Park lanza sus primeros golpes. “Ganamos por nocaut”, contestó ala prensa sobre su próxima reunión con Busch. La Argentina es un país independiente y con dignidad, remachó el inquilino de la Casa Rosada. A la Argentina, enfatizó para que no existan dudas, no la cita nadie y para retarnos, menos. Son afirmaciones de titulares en cualquier parte del mundo. El Sur ya no está sólo para pastar ovejas.
A Las Américas debe preocuparle los temas de la creciente pobreza, delincuencia, corrupción, estancamiento económico, desempleo, salud, educación, hambre, todos, temas, que están al alcance de la agenda de Monterrey, pero no para transformarlos en una nueva retórica, sino en un ruta para transitar con proyectos concretos, viables y solucione específicas. Se requiere de voluntad política, una acción común, concertada, coherente para enfrentar el futuro en Latinoamérica, un subcontinente que camina un paso hacia delante y dos hacia atrás.
América del Norte debe mirar hacia el Sur y nosotros profundizar nuestras relaciones Sur-Sur para que el Norte sepa que somos una realidad tangible.
Un paso sería que la Casa Blanca apoye las políticas frente a la banca privada del presidente K, sin restricciones, ni rodeos. A nadie le conviene una Argentina inestable. El triángulo ABC, Argentina, Brasil, Chile, debe dar cabida a México y a quienes quieran transformar el escenario sureño en tierra de prosperidad, futuro, pertenencia, identidad y desarrollo sostenible.
Lo que sí debe tomarse distancia, es a la retórica del olvido de los compromisos con los pueblos del Sur, al vicio de la postergación de los sueños alcanzables, sostenibles, realizables, a la continua paradoja de tanta riqueza para más pobreza.
No volvamos al cero kilómetro de los sueños perdidos, del insoportable fracaso de los más de 200 millones de pobres, de los millones de desempleados, de una infancia arrodillada, limosnera, en cada esquina de Nuestra América.
De color amarillo se ve el mapa de nuestra geografía, sangrante rojo muchas veces, coagulado, espeso en las fronteras indefinidas del dolor, de los esquemas parasitarios de esta entelequia llamada América del Sur, para algunos banqueros, políticos de boca ancha, bolsillos desfondados, los parásitos duermen a toda hora y hablan a través de ventrílocuos, tiriteros de palabras gastadas y falsos movimientos.
No nos ahoguemos antes de tiempo con las reclamaciones bolivianas por su histórica petición de salida al mar. No cultivemos la desunión como el arte del harakiri. ¿Para qué empedrar el mismo camino con los viejos errores?