Me parece nefasto el tratamiento que se le
da en la sociedad y en grandes cúpulas de dirigentes en este país respecto al
llamado conflicto “del campo”. Este gobierno no es ni la revolución socialista,
ni es ajeno a tener errores, como tampoco han faltado casos de corrupción. Pero
si estamos discutiendo la necesidad de tener un país en serio, tengámoslo en
serio. El Estado es el garante –y no lo cuestionan tampoco quienes hoy en día
se manifiestan- de velar por el interés general por sobre el particular.
Aquellos que se manifiestan en las rutas lo hacen por no
querer pagar un impuesto al que consideran abusivo. Cortan la circulación,
impiden el normal funcionamiento del país, y llevan a otros sectores de la
cadena productiva a cesar sus actividades. Pero repito, lo hacen porque creen
estar siendo expropiados. Quienes los siguen, repiqueteando las cacerolas y
otros elementos de cocina, creen o creen creer por qué lo hacen, pero
verdaderamente lo hacen por un “sentido común” que se arrogan en “representación
de la verdad”.
Los cortes totales, la falta de normal abastecimiento, pone
en jaque la vida misma del país. Un país capaz de producir alimentos para el
mundo, que sin embargo no pudo hasta el día de hoy hacer que los alimentos sean
soberanamente del pueblo argentino. A partir de esto, me acordaba de un fenómeno
nuevo de hace más de una década llamado Cutral-Co. Personas que por la
racionalidad económica neoliberal, fueron vanguardia cortando una ruta,
desesperados, sin tener absolutamente nada. Con los años, esos fogoneros que
luego comenzaron a llamarse piqueteros, hicieron masivo un método de protesta,
pero el normal abastecimiento de un país anestesiado ante el vaciamiento
imperante, continuó funcionando. La diferencia con la actual protesta es
notable, no sólo porque quienes se quejan hoy no están realmente en una
situación desesperada, sino porque además aquellos eran piqueteros, “negritos”,
frente a los “buenos ciudadanos” que no podían desarrollar sus tareas
cotidianas, y su derecho a la libre circulación. Sin embargo, esta protesta es
legítima. Pregunto entonces si alguno de los que corta la ruta en estos cien
días de vorágine ha levantado la voz en nombre de ellos, los pobres a los que
las Fuerzas de Seguridad no les tuvieron compasión, y que con libre circulación
de tránsito y de dinero, tampoco les llegaba la comida a su hogar.
La protesta actual no deja lugar a segundas opciones, la
libertad de elegir, pues es una imposición de un sector, que no deja libre
albedrío al resto de los ciudadanos: si ellos paran, “el país se debe parar”.
Los “ciudadanos, o productores”, obligan al resto, mientras que los
“piqueteros”, o sea los pobres, dejaban generalmente un carril entorpeciendo
pero no deteniendo la libertad de circular. ¿Será que hay grupos interesados
detrás de todo esto? ¿Por qué nadie hacía publicidad de la lucha piquetera?
Bienvenido entonces sea este conflicto, para poner sobre la
mesa dos temas importantes a discutir, y separar la soja del trigo: Que el
gobierno se vea impulsado por la presión “popular” a redistribuir realmente la
riqueza socialmente generada, y que se haga pública no sólo la cuestión del
campo, sino la cuestión del resto de los recursos que posee nuestro país, y se
discuta el problema energético en general como nuestro petróleo y gas, nuestros
recursos mineros y marítimos, para poder hacer por fin una Argentina de cara al
futuro.
¿Para qué producir millones si no llegan a todos? En esta
disyuntiva, el gobierno perderá legitimidad de poder si vuelve atrás, ya que
quedaría demostrado que este sector es capaz de representar a la sociedad. En
cambio ¿qué pasaría si el gobierno comenzara a hacer anuncios de reformas
estructurales? Recibiría el apoyo de quienes están siendo silenciados en este
momento.
Daniel Blinder