El idioma se renueva
a cada segundo, porque alguien inventa la palabra, el giro, surge la
frase coloquial, se busca un uso, una respuesta, a cualquier nueva situación.
Es tan viva la palabra, que sólo le hace
falta morder. Pero hace mejor la Real Academia
Española de tomar nota de todo esto e incorporar las nuevas
acepciones al diccionario oficial y aceptar que no se puede hacer oídos sordos
al idioma popular, porque la palabra está en la calle y a pedir de boca.
Una eternidad demoró
la Real Academia al incorporar recién ahora la palabra Internet, un término
que se usa, mastica, vive a diario en el mundo. Palabra universal, alada, que
camina sola por el espacio digital, sin fronteras. Internet es una vieja
palabra, como Marte, pero siempre de moda. La primera por su uso, la segunda por
su misterio y futuro. Lo que tiene futuro
siempre está en la mente de las personas. Internet tiene su código propio, sus
palabras, su manera de comunicarse universalmente y también en el exclusivo
mundo de los adolescentes, por lo que la Real Academia debe abrir los ojos y oídos,
para interpretar este lenguaje, idioma, esta nueva manera de comunicarse en vivo
y en directo.
Nada nuevo bajo el sol de las reglas, pero si de la palabra,
que es como un camaleón, cambiando de texturas, en movimiento siempre, acomodándose
a los nuevos tiempos, haciéndose quizás más o menos babélica. Internet no
pediría permiso a ningún diccionario, sin duda, para seguir volando en todos
los idiomas del mundo. Ya no hay como detener esta máquina de respirar
a la distancia. No es posible ignorar este corazón universal de
palpitaciones diurnas, nocturnas, casi masturbatorias, máquina impregnada de
erotismo, rabias, placer verbal, de múltiples artificios, mensajero de la
felicidad, odios, de encuentros, desencuentros, de historias alegres o
desgraciadas, porque es un Red pirata,
de contrastes, blanca o negra, con sus matices, sol y noche, espacio para todo
espectador y jugador de la palabra. Internet, una cajita de Pandora, llena de
sentimientos.
La Real Academia Española subió oficialmente a esta
nave del idioma a la que se suben pasajeros cada segundo y recorre
el planeta sin descanso las 24 horas del día.
En el otro ángulo de las incorporaciones idiomáticas, la
real Academia junto con ingresar a la flamante palabra Internet, decidió también
incorporar una especie de contrario: castrante. Sí, nada más diferente que aun
espacio abierto, libre, amplio para el debate de as ideas, las propuestas, que
lo castrante. Es una palabra eunuca absolutamente, aflautada, ciega, sin salida.
Internet es de otra cuerda, fibra, tiene música, es alegre, divertida, soñadora,
está viva y tiene un mundo por delante.
El castellano se robustece aunque se incorpore la palabra
castrante. Pruebas al canto, hoy puede decirse con toda propiedad sacar el
pecho, que es sinónimo de orgullo y arrogancia.
El término vaca
sagrada, que es muy viejo, al menos en Chile, tiene décadas, ya pasó al
diccionario Real.
La Academia incorpora esta forma compleja y la define como "persona
que ha adquirido en su profesión una autoridad
y un prestigio que la hacen socialmente intocable". Así llamaban sus pares
a Pablo Neruda en Chile.
El deporte también incorpora lo suyo al idioma: trenzar,
que es hacer pases excepcionales
entre varios jugadores, maravillosos, de lujo. Y comedura de coco, por
fin se abrió paso: es estar bajo el dominio de alguien.
Autogobierno, es otra de las adquisiciones idiomáticas,
palabra, término, expresión muy usada en España:
"facultad
concedida a una colectividad o a un territorio para administrarse por sí
mismo".
Y así el idioma corre, como la bolita en el casino, para más
de 400 millones de hispano parlantes en el mundo. Es la 22 ava versión del
diccionario de la Real Academia Española la que se ajusta a los nuevos
tiempos en Internet.
Rolando Gabrielli