Las personas hacen un balance mensual, y a
veces no saben si llegan a fin de mes. Las empresas hacen un balance anual y
establecen una Memoria de las principales decisiones que han tomado. Los países
hacen un balance de un siglo, donde miran cómo les ha ido y hacen planes para
corregir los errores, analizar el mundo del futuro, ver dónde estará el mismo, y
establecer una estrategia para aprovechar las nuevas oportunidades, consolidando
un proyecto común de todos los habitantes, que encarne sus esperanzas.
Aún cuando faltan dos años para el segundo centenario ya se
habla mucho de él, por lo tanto es oportuno hacer un balance del país,
comparando el primer centenario con este segundo siglo de vida de la Argentina.
Nuestro país es el octavo territorio del mundo, con 2.791.810
km2 (superficie continental) y es además un territorio bien dotado de recursos
naturales, agropecuarios, mineros, de petróleo y gas, pesca, agua potable. Por
lo tanto, administrado no muy bien, sino sólo como el promedio del mundo,
debería ser la octava potencia mundial por tamaño económico.
Si retrocedemos a 1910, ¿qué encontramos?: Que la
Argentina era la octava nación del mundo por producción económica, por producto
bruto, que es la forma de medir estas cuestiones por todos aceptada. Para
2010 estaremos alrededor del puesto 40 y eso que se han dividido muchas
naciones a lo largo de este siglo, lo cual nos favorece en la comparación, ya
que algunas son ahora más chicas, no por menor crecimiento, sino por división de
esos países.
La Argentina es uno de los países que más ha retrocedido
relativamente en este siglo. Esto va a ser un impacto muy negativo para la
población, sobre todo cuando los argentinos tomen conciencia de lo que ya saben,
pero que aún no es aceptado, que hemos tenido una muy mala administración del
país en estos 100 años. Gobiernos que han experimentado recetas ridículas,
inconducentes, en vez de aplicar lo que se observa que da resultados en la
mayoría de los otros países.
¿Qué pasó con nuestro nivel de vida promedio? Para ello la
mejor medida estadística aceptada es el ingreso per cápita, o producto bruto
interno per cápita. A los fines de este artículo vamos a compararnos con
Canadá, pero daría lo mismo o aun peor, con Australia, Estados Unidos, que
tenían una estructura productiva similar a la Argentina en 1910. España e Italia
tenían un nivel de vida que era la mitad del de la Argentina en 1910, por lo
cual recibimos tanta inmigración de esos países hacia aquí. Hoy esos 2 países
tienen un nivel de vida que es el doble que el nuestro.
Desde 1810 hasta 1910 tuvimos el mismo ingreso por persona
que Canadá.
Esto continuó de alguna manera hasta 1940, o sea que por 130
años mantuvimos esa relación. Pero a partir de allí las evoluciones son tan
diferentes, tan volátiles las nuestras, tantos experimentos de cualquier
improvisado que llegaba al poder por revolución militar o voto, tantos generales
y doctores, y nos contaban las cifras como más les gustaba: «desde 1930 hasta
ahora hemos mejorado el nivel de vida en 100%» y era cierto ( pasamos de u$s
4.000 per cápita a u$s 8.000 per cápita), pero los otros países lo habían
mejorado 300% (ver gráfico).
La Argentina está seca en el corazón de los argentinos, no
nos duele este descender, no hay reacción de la Nación, o casi no la hay. Sigue
la caza de puestos de los políticos de turno, repartiéndose entre ellos las
licuaciones, las devaluaciones, las retenciones, las banelcos, la
inflación, los altos aranceles, la pesificación diferencial, los corralitos, las
lecop, los patacones, el plan Bonex y tantos otros experimentos más (incluso
guerras) de los que ya no quiero acordarme. Reaccionando, podemos estudiar con
gente que se haya preparado, una estrategia para una Argentina que recupere el
fervor y establecer a dónde queremos ir y cómo llegar.
Orlando J. Ferreres
Ámbito Financiero