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Truchos catódicos

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GUILLERMO CÓPPOLA Y SU HIPOCRESÍA MEDIÁTICA
GUILLERMO CÓPPOLA Y SU HIPOCRESÍA MEDIÁTICA

 ¿De qué forma un trucho lava su imagen, y se presenta como impoluto ante una sociedad veleidosa? Solamente mediante los rayos catódicos de la TV, el individuo en cuestión sale tan blanco como la nieve o semejante a esa sustancia que algunos inhalan por la nariz. Este fue el caso de Guillermo Cóppola en el programa Asuntos Pendientes, emitido a las 22 horas del martes 13 último. El ex manager de Diego Maradona, otrora el mejor jugador del balompié, hizo gala de todo su arsenal histriónico, autovictimización y especialista consumado en observar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

 

 Vestido de riguroso traje azul marino, en todo momento de la entrevista con Roberto Caballero, el denominado Cabeza de Ajo lució como una víctima inocente de un sistema injusto. Hasta se dio el lujo de amenazar al Estado argentino con iniciarle un juicio por daños y perjuicios, y patinarse la eventual guita ganada en 97 días de vida loca. En un tono casi dramático, el empresario exitoso relató con lujo de detalles sus penurias padecidas en los penales de Dolores y Caseros, metido allí (según su versión) por obra y gracia del ex juez federal Hernán Bernasconi.

 Hasta también mintió asquerosamente cuando Caballero le inquirió acerca de la relación con Ramón Hernández. “Una vez nos cruzamos y él ya era el secretario del presidente. Nos veíamos, salíamos. Una relación ahí, punto. Y yo digo que ni Ramón ni el presidente hicieron nada por mí. ¿Está claro? Un carajo hicieron”. ¿Así que ellos sólo mantenían una relación circunstancial? ¿Y entonces, aquella famosa cena que selló la suerte de su amigo Armentano, en donde cuadra?

 En cambio, Bernasconi sostuvo que Guillermo Cóppola efectuó una llamada a Hernández desde el penal de Dolores, con una advertencia explicíta: “si me dejan acá, hablo”. De inmediato, el menemismo cambió figuritas y su nuevo abogado no fue otro que Cúneo Libarona, aquel que había hecho zafar nada menos que a Amira Yoma del síndrome valijero.


Un actor consumado

 

 En todo momento, el ex manager futbolístico posó como un inocente incomprendido por la sociedad y un chivo expiatorio de la erupción mediática desatada en torno a su figura.

 Pero en ningún instante de la entrevista, habló de la facilidad con que ingresaba al polideportivo de Olivos ni de la estrechísima relación que mantenía con el sultán de Anillaco Carlos Saúl. Pues es sabido que su caída en desgracia, obedeció más que nada a una interna feroz entre éste y su rival bonaerense Duhalde. Menos Cóppola abrió la boca para mencionar el apellido de su malogrado ex socio y amigo Armentano, de cuyo asesinato impune pronto se cumplirán diez años.

 También, es clarísimo que desde las entrañas del menemismo le tiraron un salvavidas al ex manager del 10 pues si este hacía lujo de sus profusos conocimientos de los negocios clánicos, se caería estrepitosamente la estantería.

 Cuando se produjo el encuentro esperado con su archienemigo Bernasconi, Cóppola se colocó el sentido sayo de ofendido y se negó a estrecharle la mano.

 Conciente que debía ganar en toda la cancha, el canoso amigo de Maradona se mostró ante su rival como un hombre civilizado y respetuoso. Y hasta se dio el lujo de tirar la pelota a la tribuna, al presentarse como un cordero víctima de la maquinación de fuerzas oscuras.

 Sólo le faltó alzar sus cuidadas manos y rugir en cámara“¡están limpias!. “Yo fui preso por la política”, le espetó en un momento a su eventual interlocutor sin hesitarse. Y trató, sin éxito, que el ex juez federal admitiera su condición de peón en el tablero de las relaciones entre Menem y Duhalde:“Yo venía al encuentro creyendo que me iba a ir satisfecho con una respuesta que, por ahí, que entrelíneas muchos saben pero nadie lo confirma.”

 Ahí está la madre del borrego, pues Bernasconi lo puso contra las cuerdas cuando puntualizó que su libertad se la debía a los buenos oficios del elenco estable de Comodoro Py, Galeano incluido. Sin la ayuda de los amigos de siempre, la cosa hubiera sido muy distinta y el caído en desgracia no sería precisamente el ex juez federal de Dolores.

 Guillermo Cóppola aún sonríe satisfecho en libertad, porque nuevamente la corporación mediática nacional apeló al espectáculo circense para cercenar la realidad. Con fuegos de artificio, travistió en farsa un asunto jodido como las relaciones entre el narcotráfico y el poder en la Argentina, muerte de Poli Armentano incluida.

 Pues la tele tiene ese poder también, de transformar a un trucho en un sujeto respetable y hasta simpático; como una versión catódica del eterno Cambalache discepoliano que nunca termina y se retroalimenta a sí mismo.

 

 Fernando Paolella

 

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