Luciano Miguens afirmó que “el campo
produce los alimentos que la ciudad consume”. Doble falacia, o verdad a medias.
Es cierto, que consumimos sus alimentos, pero del total que ellos producen, los
citadinos consumimos un mínimo porcentaje, porque todo el resto, lo exportan.
Pero es falaz también porque nosotros producimos las camionetas que ellos
conducen, los platos de donde ellos comen, las joyas que adornan a sus mujeres,
y las armas que los defienden. Eso es innegable.
Pero hay algo peor. Alfredo de Angeli habló en el acto que
convocó, al que asistió como mega estrella, acompañado con una de las cabezas
más importantes de la dirigencia nacional, Eduardo Duhalde —quien además de ex
presidente provisional es señalado como organizador de “golpes” como el ocurrido
contra De la Rúa, y contra Cristina Fernández de Krichner—, la izquierda
“berreta” que apoya a la Sociedad Rural Argentina, y miles de ciudadanos
auto-convocados representado a la clase media rural y urbana, que se “ve”
perjudicada por una medida de política económica, llamada “retenciones”.
Esa política económica, seguramente no sea la mejor, pero
ciertamente sirve para detener el avance de los precios internos de los
alimentos. Es el Estado, impidiendo el salvaje azote del mercado. La clase
media, la Sociedad Rural, los neoliberales, y quizás también esa izquierda
berreta, “que no presionan”, quieren optimizar sus utilidades como todo actor
capitalista. Menos impuestos, más ganancias, la ecuación es simple.
Alfredo de Angeli habló en el acto, y habló de volver a la
“argentina que soñaron nuestros abuelos, la agro-exportadora”. Todos
aplaudieron. Si esa es la voluntad popular, la Argentina está condenada.
Hegemónica y doctrinariamente, ganó el neoliberalismo. Arrío las banderas, no
hay por qué luchar. Producir alimentos —la soja que exportan es para alimentar
cerdos— para millones en el mundo no es desindustrializar, no es un mercado
comandando al Estado. Eso es el neoliberalismo, proyecto iniciado por la
dictadura de 1976 y profundizado violentamente por Carlos Menem en 1989.
“Los que votan la ley 125 no van a poder ser más libres, porque no van a poder
circular por su pueblo”, dice De Angeli, amenazando como portador de la única
verdad. “No conocen el campo”, dice solemnemente como si constituyera él la
persona de un “baqueano” frente a los “otros” ignorantes como por ejemplo yo, o
el gobierno, que pensamos muy distinto de él.
Ser un país agroexportador implica ser una neo-colonia.
Podemos exportar granos a millones, pero ser un país industrial, no dependiente
de los centros mundiales de poder demandantes. Ser una patria verdadera, con
justicia social e independiente. Pero no podremos con estos representantes del
mercado, a quienes decididamente no apoyo, porque evitar que ellos ganen unos
trillones menos, ayudará que todos los argentinos ganen un poco más. Es simple,
y como dicen algunos dirigentes rurales, “si no me cree a mi, pregúntele a
cualquier economista”. Tienen razón. Hágalo. También hágase asesorar por la
historia. Verá que es contundente, tanto como la realidad de países del primer
mundo como EEUU y los de la Unión Europea —a quiénes supuestamente dicen querer
imitar— ponen altísimos impuestos para proteger su mercado interno, que se
sublevaría sin pensarlo como lo hicieron en durante y después de la Primera
Guerra Mundial (1914-1918), en el período de entre-guerra, y la Segunda Gran
Guerra (1939-1945).
¿De dónde salen el comunismo, el fascismo, y los movimientos
de liberación nacional? Señores del “Campo”, infórmense y no desinformen.
Daniel Blinder