Para el economista Fernández Medrano, «origen de la inflación se encuentra decisión del gobierno de mantener por demasiado tiempo tipo de cambio excesivamente débil, sumado a una política fiscal excesivamente expansiva».
Esteban Fernández Medrano dijo que la limitación de la Resolución 125 generará «un rebote de las expectativas de los agentes económicos en los próximos meses y cierto alejamiento del fantasma de entrar rápidamente en un proceso recesivo, aunque se mantendrá el problema inflacionario». El director de MacroVisión y consultor de Latin-Source opinó que, para evitar una mayor suba de precios, el gobierno deberá «tomar la difícil resolución de aceptar que debe cambiar su política económica. Posiblemente se fuerce a reducir gastos en subsidios y cajonear algunos proyectos faraónicos». Esto es lo destacado del diálogo que tuvo con este diario.
Periodista: ¿Cuál es el efecto en la economía de la decisión del gobierno de dejar sin efecto la Resolución 125?
Esteban Fernández Medrano: La derrota del gobierno en imponer la Resolución 125 no es necesariamente una mala noticia para la economía. Este resultado promete poner fin a una prolongada guerra de desgaste que amenazaba con mantener deprimidas las expectativas de los agentes económicos y en estado de pánico al mercado financiero. Uno de los principales temores del mercado era que, aun aprobándose la Resolución 125, el conflicto con el campo no cediera. Tras lo que sucedió, el gobierno tampoco se quedó sin recursos fiscales como para recuperar el apoyo político de algunos partidarios y aún falta mucho para octubre de 2009. Deberán aprender a gobernar con mayor consenso, lo cual implica mayores presiones para el gasto social, lo que posiblemente fuerce a reducir gastos en subsidios y cajonear algunos proyectos faraónicos.
P.: ¿Será fuerte el impacto fiscal?
E.F.M.: El impacto fiscal anualizado de la reversión de las retenciones móviles es de aproximadamente u$s 2.500 millones. La importancia de este número, que ronda 0,6% del PBI, se acentuará en 2009, cuando el gobierno enfrente un programa financiero más exigente que el de este año. Como efecto colateral positivo debería verse, a no ser que la Presidenta cometa algún nuevo error político, un rebote de expectativas de los agentes económicos en los próximos meses y cierto alejamiento del fantasma de entrar rápidamente en un proceso recesivo, aunque se mantendrá el problema inflacionario. En particular, dado que un menor superávit fiscal implica un tipo de cambio real de equilibrio más apreciado.
P.: ¿Vuelve a ponerse ahora la mirada en la inflación?
E.F.M.: La inflación continúa siendo el mayor problema macroeconómico de la Argentina y volverá a ganar protagonismo. Con inflación anual auténtica del IPC de 23%/26%, que proyectamos se mantenga hasta fin de año en estos niveles, no cabe duda que superó holgadamente los niveles «benignos causados por el crecimiento» -si es que existe tal cosa-y no se trata sólo de un proceso de ajuste de precios relativos. Para resolver el problema, el gobierno debe tomar la difícil resolución de aceptar que debe cambiar su política económica. El origen de esta inflación se encuentra en la decisión del gobierno de mantener por demasiado tiempo un tipo de cambio excesivamente débil, sumado a una política fiscal excesivamente expansiva, sucesivos shocks de precios internacionales de materias primas y el resurgimiento de expectativas inflacionarias (basada en la percepción de que existe fuerte retraso en precios relativos que aún deben equilibrarse, en particular tarifas y servicios).
P.: ¿Cree entonces que debe dejarse que siga cayendo el dólar?
E.F.M.: Sustituir o complementar al tipo de cambio débil como principal medida del modelo productivo no es algo que se logre del día a la noche, y este gobierno ha tenido poco éxito en sus esfuerzos por lograrlo. Para que la competitividad del sector transable se pueda basar en el abaratamiento del costo de capital, con mayor acceso a mercados financieros o la inversión en innovación tecnológica, se necesita generar condiciones de mercado que este gobierno no parece estar dispuesto a hacer, por su profundo descreimiento del mercado como el mecanismo más eficiente de asignación de recursos escasos. Esto genera un círculo vicioso difícil de superar, ya que en un escenario de falta de financiamiento, altas tasas de interés y poca innovación tecnológica, la apreciación de la moneda implica un relativamente alto (aunque posiblemente inevitable) costo en términos de crecimiento en la lucha contra la inflación.
Espalda
P.: ¿Cómo evalúa la intervención del BCRA con las reservas en el mercado cambiario?
E.F.M.: En los últimos meses fue lo suficientemente contundente en mostrar que aún tiene espalda como para llevar al tipo de cambio adonde el gobierno quiera. Mientras que en años atrás, el mercado reflejaba tendencia a la apreciación del peso, el BCRA lo depreció más allá de lo que cualquier temor a efectos nocivos de la apreciación real excesiva pudiera justificar. Sobre todo, medido en términos multilaterales respecto de las principales monedas. En los últimos meses, cuando el mercado, en pleno pánico, presionaba para una depreciación del peso, la autoridad monetaria no sólo detuvo la tendencia sino que apreció al peso a niveles no vistos desde fines de 2005, ampliando la volatilidad de tasas de interés.
P.: ¿Cree que seguirá apreciándose el peso?
E.F.M.: Considerando que la apreciación que impulsó el BCRA los últimos meses no pareciera estar enmarcada en una real política antiinflacionaria, sino más bien ser una respuesta a una pulseada con el mercado financiero y el campo, cabría pensar que el BCRA ya no tiene muchos incentivos para seguir apreciando el peso a no ser que, en un escenario de mayor tranquilidad, lo plantee expresamente como parte de un programa antiinflacionario, aunque lo dudo. Queda claro que la fijación del tipo de cambio continúa siendo una decisión política discrecional.
P.: ¿Se vio afectado el sistema bancario por la huida de ahorristas que se refugiaron en el dólar?
E.F.M.: En las últimas semanas se observó cierta normalización en flujos de los depósitos. La huida de abril y mayo se había centralizado sobre todo en los pequeños ahorristas que abandonaron el sistema bancario ante el temor de una improbable crisis financiera. Los grandes depositantes, si bien inicialmente reflejaron cierta prudencia, luego vertieron sus fondos para tomar ventaja de las altas tasas de interés en pesos que, aun luego de comprar un seguro de cambio en el mercado a futuros, generaba rendimientos muy atractivos. Suponiendo que se termina superando la crisis política, se debería esperar cierta normalización de los flujos monetarios y baja de las tasas de interés, aunque dudo que vuelva a los niveles de 2007.