El verbo "oxigenar" se ha puesto de moda
como atributo de la ayuda para mejor respirar en política, enfocado en estos
días hacia la acción del gobierno nacional. El diccionario dice que se trata de
"vigorizar una situación deteriorada, mediante la introducción de algún aporte
innovador", por lo que entonces la decisión de Julio Cobos de votar "no"
vigorizó de alguna forma el contexto, tras cuatro meses de crispaciones y, por
su lado, la renuncia del Jefe de Gabinete, Alberto Fernández apuntó a darle aire
a la Presidenta en su entorno más íntimo.
En tanto, Cristina Fernández acaba de hablar de "derrota
momentánea", un reconocimiento algo débil pero que le suma algo más de oxígeno a
la gestión, aunque compensó sus discursos de la semana haciendo una serie de
críticas muy duras hacia la clase media, a la que considera perdida, fruto de su
individualismo, y a la que acusó de creer que es "sólo producto de su propio
esfuerzo, sin advertir que es el producto de un modelo económico que la ha
generado como tal", seguramente refiriéndose al peronismo de los años 50. En
el mismo plano de darle preponderancia a la base electoral justicialista, la
Presidenta revalorizó el rol de los más humildes, a quienes les dijo que tenían
"sólo derechos" y se supone que, entre ellos, el de conservar el valor de la
poca moneda que logran reunir a diario.
No obstante todas esas disquisiciones político-ideológicas,
que transcurrieron con la reaparición de Néstor Kirchner en la tribuna después
del revés del Congreso y de la salida abrupta de Fernández, buena parte de esa
misma clase media que caceroleó, que procesa como una calamidad el
problema inflacionario y que observa azorada como los meses pasan y no hay
respuestas gubernamentales, pide más y ha puesto en la mira a Guillermo Moreno,
a quien le adjudica el rol de ser el malo de la película. Su figura se ha
convertido en un icono de lo peor del Gobierno, un López Rega económico del
kirchnerismo y representa, como aquel, lo que el saber popular ha definido como
"un pelotazo en contra" para Cristina, un verdadero salvavidas de plomo.
Moreno será seguramente el primero de la lista de los
desplazados y aunque sus colaboradores dicen que "el jefe" sigue en funciones,
cuentan que él mismo reconoce que no puede permanecer en su sillón sin erosionar
aún más la imagen presidencial. Por eso, está esperando que le indiquen cuando
debe dar el esperado paso al costado.
La Presidenta y su esposo aún no han decidido si han de
entregar a los peones (y a algunos alfiles) de a uno en uno o si harán una
zaranda con el tablero, caiga quien caiga. Fruto de su repliegue, está claro
que ya no toman decisiones para anticiparse a los hechos, sino que están
esperando a que la realidad les marque los tiempos, lo que desnuda su mayor
debilidad.
También el secretario de Comercio ha tomado nota que la
decisión política del Gobierno es que el Instituto de Estadísticas, que él mismo
destruyó a pedido de Kirchner, intentará ser recuperado de cara a la opinión
pública, al menos en las formas, a partir de la “reconstrucción” de la confianza
de la gente, tal el verbo no ingenuo que utilizó Sergio Massa el viernes pasado,
cuando explicó como se intentaría oxigenar el organismo.
La delegada de Moreno en el INDEC, Ana María Edwin habría
renunciado ese mismo día por la tarde, después de haber escuchado al nuevo Jefe
de Gabinete y con ella se irían Hernán Brahim, José Luis Blanco y Rubén Zampino,
todos morenistas de ley y patoteros de profesión, para los integrantes de ATE.
No obstante, las loables palabras de Massa, propias de una escoba nueva que
intenta barrer bien, que seguramente buscará vestir con
ropaje de seriedad académica con algunos nombramientos que se producirán durante
los próximos días, se verá hasta dónde puede avanzar. Desautorizar a Moreno es
desautorizar a Kirchner y está claro que no se podrá avanzar hasta el hueso, sin
mellar aún más la credibilidad del Gobierno.
Con sus declaraciones sobre el INDEC, Massa podría haber
caído en una trampa, ya que si sigue adelante, el flamante funcionario deberá
tener en claro que se verá en graves problemas para cumplir con una restauración
efectiva del INDEC, tal como dijo que podría hacerlo desde su optimismo de
recién llegado y gracias al aporte de una "mirada nueva y fresca". Bastante
sufrió la imagen de Massa debido a la foto junto a Julio De Vido y Ricardo
Jaime, quienes lo metieron de entrada nomás en la vidriosa reestatización de
Aerolíneas Argentinas.
¿Por qué el gobierno nacional debería prescindir del
secretario de Comercio si él hizo todo lo que se le pidió, sobre todo con sus
manejos dentro del Instituto?, se preguntan sus habituales compañeros de ruta,
los que suelen transitar como vigilantes los pasillos del INDEC. Cual leal
soldado de la causa kirchnerista y cultor de la obediencia debida, la acción del
funcionario operó como una carambola a varias bandas: barrió debajo de la
alfombra los índices de inflación, para evitar en primera instancia que se note
su espectacular fracaso en los acuerdos de precios; mejoró las evaluaciones
sobre el crecimiento; evitó que el Fisco tuviera que pagar durante los últimos
18 meses cerca de 40 mil millones de pesos en ajustes de bonos por inflación y
empujó artificialmente a 4 millones de personas por encima de la línea de
pobreza, para darle sustento al discurso de la redistribución del ingreso.
Los índices de Moreno ya tuvieron una revisión este año, con
un cambio de metodología que aún no se dio a conocer, pese a que Edwin, en un
Comunicado, acaba de dar garantías sobre el "derecho a la información pública",
aunque ha hecho oídos sordos a los innumerables pedidos que apuntaban a que el
Instituto explicite los nuevos parámetros. Pese a los cambios, la inflación para
este año se proyecta en el orden de 9,5%, mientras que las mediciones privadas
la ubican en el orden de 30 por ciento.
El grupo del morenismo dentro del INDEC está convencido, como
Kirchner lo ha dicho alguna vez en sus discursos, que dentro del organismo
hay una mafia que está decidida a empujar los índices hacia arriba para inflar
el Coeficiente de Ajuste (CER), que impacta en las finanzas del Tesoro.
En el mismo Comunicado, Edwin acaba de mencionar que se trata de una
conspiración de un grupo que cuestiona los índices porque responden "a una
perspectiva mercantil y no pública". En números, con el Indice de Precios al
Consumidor estimado por Moreno, base del CER, el stock de bonos indexados a
junio de este año representaba U$S 7.340 millones, mientras que si se hubiera
calculado el mismo ajuste con una inflación promedio de siete índices
provinciales más confiables la deuda habría llegado a U$S 20.800 millones. En
otras palabras, un nuevo default de 13,5 mil millones de dólares.
El impacto de la manipulación es tan importante que, en 2007,
la diferencia de lo que se ha "ahorrado" el Fisco hubiera dado vuelta el
superávit fiscal primario, que fue de $ 21 mil millones ya que, con todo pago,
se hubiera registrado un déficit de casi 10 millones de pesos. Con ese "rojo" se
habría derrumbado antes de tiempo uno de los pilares de la economía, hoy más que
complicado por la maraña de subsidios que no deja de crecer.
En cuanto a la pobreza, el titular del SEL, Ernesto Kritz
acaba de dar a conocer sus mediciones sobre la cantidad de personas que deberían
ser consideradas en esa situación, 11,3 millones en total y no 7,3 millones como
pregona el Gobierno. El cálculo está hecho con una ponderación de la canasta
básica alimentaria que difiere de la oficial del INDEC que, entre enero y junio
de este año, ha medido una suba de los precios de alimentos de 2,8% (y por eso
la línea de pobreza saltó a $ 988,37), mientras que las evaluaciones del
consultor marcan un salto de los precios de 13,6%, por lo que el costo de la
misma canasta sería de $ 1.345. La verificación ventila también que 3,9 millones
de personas son indigentes en la Argentina, 1,7 millones más que las que surgen
de las estadísticas oficiales, números que ya había cuestionado la Iglesia en su
momento.
Pese a la aparente decisión de Massa de volver para atrás con
cada una de estas situaciones, su accionar estaría condenado al fracaso si no va
al fondo de la cuestión, lo que no pasa solamente por sacarse de encima a
Moreno. La admisión de estas sucesivas estafas a la credibilidad y al bolsillo
de los bonistas le costaría al Gobierno mucho más en términos de imagen y al
Tesoro una montaña de dinero que no tiene, especulan casi con una sonrisa los
colaboradores del secretario, quienes creen que la acción del nuevo Jefe de
Gabinete está condenada al fracaso. En primer término, porque los hacedores
de política más encumbrados dentro del Gobierno han avalado el "método Moreno",
el primero de ellos el ex presidente Kirchner, quien en alguna oportunidad
dijo que los índices "eran perfectos". Más de una vez, el renunciado Alberto
Fernández defendió lo indefendible, inclusive diciendo sin ponerse colorado que
lo que ocurría era que “los precios se deben tomar en otros locales” diferentes
a aquellos donde compra la gente. Hasta un senador del riñón kirchnerista acaba
de afirmar que, "gracias" a Moreno, la Argentina ha dejado de pagar ajustes por
los bonos, lo que atribuyó a la especulación financiera, sin considerar que
muchos de esos bonos son ahorros que tienen miles de futuros jubilados en las
AFJP. Para los cultores del setentismo más acérrimo, Moreno es todo un cruzado
de heroicidad incomparable, capaz de luchar contra los intereses de la
antipatria y del capitalismo salvaje.
Para sus críticos, aquel refrán que dice que "es preferible
una mala persona a un ignorante" se escuchó más de una vez en el Congreso hace
unas semanas, cuando el funcionario intentó dar cátedra de economía a la Cámara
de Diputados, para desnudar de modo muy claro que su saber académico se había
quedado estacionado en la década del 70 y que sus ideas jamás habían sido
refrescadas por nuevas corrientes de pensamiento. Lo peligroso es que Moreno no
es el único en el Gobierno que cree como dogma de fe que lo que se presenta como
un programa exitoso es parte de un modelo económico.
Hugo Grimaldi