El gobierno nacional intenta por estas horas imprimirle un sesgo aperturista a la gestión de Cristina Fernández, sobretodo en lo que hace a la política comunicacional y en la relación con aquellos gobernadores, intendentes y legisladores que "osaron" apoyar al campo durante el prolongado conflicto, con abrupto desenlace.

    No obstante, aún quedan resabios de aquélla hegemonía kirchnerista de antaño que no permitía ninguna disidencia —y, si así ocurría, la sancionaba con todas sus fuerzas— que por estos días cae sobre las espaldas del vicepresidente, Julio Cobos.

    Los Kirchner no van a perdonarle nunca a Cobos aquél voto que inclinó la confrontación en favor del campo. Pero saben que no pueden obligarlo a renunciar y, aunque así lo pudieran, tienen en claro que la sociedad colocaría al mendocino como un mártir, devenido a héroe, al mismo tiempo.

    En la oposición observan con preocupación cómo Cobos, que sigue siendo parte del gobierno nacional —y lo será hasta que concluya el mandato de Fernández de Kirchner— capitalizó políticamente el conflicto con el agro. Ni Elisa Carrió, ni Mauricio Macri, pudieron crecer a expensas de la tozudez del gobierno nacional en ver de rodillas a los dirigentes agropecuarios.

    "Sí mañana culminara el mandato del gobierno de Cristina o si dejara su cargo, Cobos lideraría todas las encuestas con cualquier espacio político que organizara", reflexionaba un encumbrado dirigente opositor.

    En el propio kirchnerismo, un hombre que día por medio se lo ve ingresar a la Casa Rosada opinó en voz baja que "si Cobos hace lo que debe hacer y se dedica a construir su imagen durante estos tres años y medio, en el 2011 puede ser una fija", para las elecciones presidenciales.

    Está claro, de todas maneras, que hablar del 2011 es prematuro. Aunque, desde el oficialismo ya dieron muestras del inicio de reuniones tendientes a ir conformando las listas de candidatos en cada una de las provincias. La anticipación no tiene nada que ver con un espíritu organizativo sino mas bien por necesidad: el panorama en muchas provincias, como Capital Federal, Córdoba y Santa Fe es sombrío y el kirchnerismo debería trabajar en cómo amortiguar el golpe.

    Al menos desde el retorno de la democracia, todos los gobiernos tuvieron una elección legislativa que marcó el declive de esa gestión. En 1985, con la victoria del PJ sobre la UCR de Raúl Alfonsín; en 1997, con el triunfo de la Alianza UCR-Frepaso sobre el PJ de Carlos Menem; y en el 2000, cuando Eduardo Duhalde se impuso a la Alianza de Fernando De la Rúa. ¿Será la de 2009, la hora del primer revés electoral para el kirchnerismo? Otras fuerzas, como el macrismo —PRO—, también comienzan lentamente a trabajar en probables alianzas para los comicios del próximo año. En ese espacio podrían sumarse algunos dirigentes y legisladores que ratificaron su oposición anti K en el final del conflicto con el campo.

    Mientras, en la Casa Rosada la llegada de Sergio Massa coincidió con un cambio en la política comunicacional. Cerrada antes sólo a un grupo restringido de periodistas, el núcleo gubernamental abrió sus puertas al abanico de medios.

    Que Cristina Fernández, mas allá de algunas críticas sobre restricciones y desorganizaciones, haya dado dos conferencias de prensa en 48 horas, es un dato insoslayable. Obviamente que en cualquier país serio el contacto con la prensa de la máxima autoridad del gobierno es algo usual. Pero, haber retomado, al menos en su mínima expresión, ese sendero, también es saludable.

    Convendría que, de la misma manera, las puertas se abrieran también para la oposición, para que el gobierno demuestre que puede convivir con los partidos que no son oficialistas. Aunque mas que un intento, el reconocimiento de los que piensan distinto es un deber republicano.

Walter Schmidt