El bello arte de hablar sin decir nada
nuevo, o de atribular al involuntario auditorio sin conmover elegantemente,
nunca pidiendo perdón y contestar lo diametralmente opuesto a lo que se
preguntó, omitiendo la realidad circundante, ninguneando al entrevistador
potencial o calificarlo de satanizador, son algunos de los recursos a los
que apeló la señora Presidente de los argentinos ("de todos", como suele siempre
recalcar), Cristina Fernández de Kirchner el sábado último. Si se miran
detenidamente las tapas de los matutinos de ese día, se caerá en la cuenta que
muchos rezumaban optimismo, como si luego de la defección de Cobos nuevos aires
circundaran el ex polideportivo de Olivos y la Casa Rosada. Pero nada de
esto ocurrió, para decepción de los biempensantes que continúan poblando
las filas de la corporación mediática nacional. De los 150 periodistas
acreditados, en la hora y media que duró la ponencia, alrededor de 90 quedaron
marginados del convite pues por un sospechoso sorteo no pudieron meter la
cuchara.
Además, dejó picando la sensación aterradora de que a pesar
del desagrado público acerca de muchos impresentables de su gabinete, no está
dispuesta a conceder ese deseo pues ni siquiera el híper cuestionado
Guillermo Moreno se tomará vacaciones anticipadas y definitivas.
Entonces, el INDEC continuará siendo la continua fábrica de
bulos que no se lo cree nadie y aquellas mediciones independientes sólo son
especulaciones teóricas que no tienen ningún asidero con la realidad. Mostró
deliberadamente la hilacha cuando se le inquirió sobre precisamente ese funesto
personaje, defendiéndolo irónicamente de una constante satanización por parte de
los golpistas agazapados de siempre. Sobre todo, como puntualiza un
comunicado de la Asamblea de San Telmo, que recientemente miembros de su
círculo de patovicas se instalaron en la unidad básica Pueblo Peronista,
sita en Piedras 1020 de dicho barrio porteño. Los comentarios huelgan, por
supuesto.
Fin de fiesta
Desde antes de la elección a dedo de la aludida, se podía
llegar a aventurar un cambio de rumbo en la administración del ex presidente
Kirchner. Pero luego de esa decisión de alcoba, ante la performance
evidenciada por esta luego de los idus campestres de marzo, se puede inferir sin
temor a ningún error que fue algo de pésima factura. Pues la oriunda de la
localidad de Tolosa no pudo —o al menos no intentó— desembarazarse del corsé
impuesto por su marido, incluidos los mencionados impresentables que le venían
como presentes griegos. Y desde la colisión mencionada, éste la embretaba cada
vez más con su estilo de pendenciero todo terreno, tirando napalm al
incendio y desoyendo las advertencias que también le dirigían incluso dentro de
su propio espacio político. Prefirió hacerle caso a los sacados rentados,
onda Hebe o Luis D’Elía, que con su beligerancia estúpida provocaban la
estampida sin retorno de los sectores medios que se pasaron, con armas y
bagajes, a las filas agraristas.
De este modo, más de 300.000 almas en Palermo no significan
la resurrección de la oligarquía vacuna cómplice de los golpes cívico-militares,
es sólo la expresión más cabal de una ciudadanía harta y enojada. Ese mismo
sábado por la noche, en una farmacia de ese mismo barrio, tres personas
comentaban acerca de la reciente aparición televisiva de Cristina Kirchner:
“¿Viste la conferencia de prensa?”. “No la ví, porque cada vez que aparece
cambio de canal”.
Dialoguitos como ese, también aludidos en el excelente sitio
JorgeAsisdigital, se reproducen como hongos sobre todo luego de aquellos
días de ira. Asimismo, existen encuestas serias indicando que desde hace
cuatro meses se han agotado existencias enteras de ansiolíticos, así como
también los casos de stress galopante alcanzan guarismos apocalípticos.
Pese a todo esto, quienes nos maltratan desde arriba parecen
hacer caso omiso de esto, como si dichos acontecimientos sucedieran en la Luna o
directamente ni siquiera existieran. Es como si luego de la salida de Alberto
Fernández hubieran perdido un vital cable a tierra que los contactaba con la
realidad.
Mientras que afuera ya es noche cerrada, una sensación de
incertidumbre sigue invadiendo muchos corazones al punto que los cerebros
febriles entrechocan los dedos preguntándose acerca de un futuro cada vez más
incierto, con la mirada fija en un calendario cuyos números a veces parecen
danzar en un aquelarre que a veces no termina en diciembre.
Fernando Paolella