"El cielo está totalmente cubierto, pero
si no tenemos en cuenta las nubes, está despejado". Este razonamiento absurdo
significaría el final de la carrera de cualquier meteorólogo, pero
sorprendentemente es la base de las explicaciones que desde hace décadas se
vienen dando desde el Ministerio de Economía y, más específicamente, la
Secretaría de Hacienda.
Si se cambia la palabra "nube" por "deuda", se comprende
la diferencia entre el resultado financiero (el cielo cubierto) y el artificio
contable denominado resultado primario (el cielo despejado).
De esa manera, un déficit puede transformarse en
superávit, o un superávit puede incrementarse, por el simple trámite de excluir
del cálculo el pago de los servicios y amortizaciones de la deuda pública.
Traslade el lector ese pase de magia a su situación personal y podrá demostrar
al mundo que si saca de las cuentas los gastos del supermercado, su situación
financiera será maravillosa.
La ilusión se desvanece cuando queda en evidencia que las
nubes, los gastos del supermercado y la deuda pública existen. Ya lo comprobaron
las provincias en 2007, cuando cerraron con déficit financiero y "superávit"
primario. Y la Nación va en camino de comprobarlo, si bien cuenta con otras
ayudas adicionales para disimular aún más el engaño.
El Gobierno ya vislumbraba desde antes de asumir Cristina
Fernández como presidenta que el frente fiscal de 2008 venía con complicaciones.
Fue así que ya en noviembre de 2007 su predecesor Néstor Kirchner resolvió
incrementar el nivel de retenciones al agro, medida que se reiteró cuatro meses
después, con el aditamento de la movilidad y un conflicto del que aún no se sabe
cuándo finalizará.
De todos modos, esos aportes no resultaron suficientes
para afrontar los desafíos financieros del 2008 y los años siguientes, por lo
que hubo que agudizar la creatividad contable.
En el primer semestre del año en curso se registraron
transferencias del Banco Central al Tesoro por 3.300 millones de pesos. El
aporte no fue necesario en este caso para transformar un déficit en superávit,
pero sí para magnificar el resultado favorable, en vistas a futuros
inconvenientes en los resultados fiscales de los meses venideros, así como para
disimular mediáticamente la abrupta caída del saldo positivo en relación al año
pasado.
En consecuencia, el Ministerio de Economía pudo anunciar que
en junio el superávit financiero fue un 14,6 por ciento superior al del año
pasado (si se prefiere al primario, el crecimiento fue del 15,1 por ciento). En
el anuncio oficial no se tuvieron en cuenta dos hechos: el aumento de las
retenciones en noviembre y, ya fuera del plano estrictamente fiscal, los 900
millones de pesos de transferencias del BCRA.
Sin esa "pequeña ayuda" de la Autoridad Monetaria, la
suba del 14,6 por ciento se hubiera convertido en una caída del 67,5 por ciento,
como señala Economía & Regiones. La misma consultora añade que en el
acumulado del primer semestre, el superávit primario hubiera crecido un 28,7 por
ciento en lugar del 41,4 por ciento presentado oficialmente.
La del BCRA no fue la única ayuda extrafiscal, si se tiene en
cuenta que en marzo de 2007 comenzaron a computarse ingresos previsionales por
los traspasos a la ANSES de fondos que hasta entonces correspondían al régimen
de capitalización. Está visto entonces que, con retenciones o aportes
previsionales, la necesidad fiscal tiene cara de hereje, aunque se presente como
redistribución del ingreso.
Sin embargo, ninguna de esas ayudas puede compararse con el
invalorable aporte del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y la
manipulación de los datos elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y
Censos (INDEC) desde enero del año pasado. Si la indignación general (a la que
ahora se suma la de empresarios que hasta no hace mucho aseguraban que las
estadísticas oficiales eran "confiables" y eran capaces de rubricarlo en un
comunicado escrito) radica en la falta de correspondencia entre la inflación
oficial y los gastos cotidianos, los efectos en el plano fiscal son
infinitamente mayores.
Y lo son por partida doble. La brecha entre la inflación
real y la oficial se refleja mes a mes en la difusión de aumentos de la
recaudación que no se compadecen con el crecimiento económico, como volvió a
quedar de manifiesto el pasado martes con el 40 por ciento de incremento de
julio contra el mismo mes de 2007. Como esos aumentos no se dan en la misma
proporción en los gastos (algunas administraciones provinciales ya tienen
inconvenientes con proveedores y contratistas por las actualizaciones de
costos), el beneficio para la Nación es evidente.
Aun así, cada vez cuesta más "cerrar" los números... que ya
serían notoriamente deficitarios, de no ser por la principal ayuda de Moreno y
el INDEC: la indexación de parte de la deuda renegociada en 2003/2005 se realiza
a través del Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER), elaborado
en base al IPC del organismo estadístico.
Cuando los índices de precios comenzaron a salirse de las
pautas esperadas, allá por 2006, algunos creyeron que el Gobierno podría
recurrir a cambios en la metodología del CER para no tener que afrontar los
altos costos de una deuda indexada por él mismo. Nadie pudo sospechar que la
manipulación iba a llegar tan lejos, como para desbaratar a todo el sistema
estadístico nacional. En síntesis, la supuesta solidez del "superávit" primario
descansa en transferencias del BCRA, un índice manipulado de inflación y, ahora
en menor medida, los traspasos del sistema previsional. En el caso del superávit
financiero, a esos tres elementos corresponde sumarle una suerte de default
no declarado basado en una indexación bastardeada.
Los, por ahora, cuatro factores completan el esfuerzo oficial
por intentar disimular un inmenso nubarrón llamado déficit. Pero por mejor
cosmética que se utilice, disimular no es eliminar.
Marcelo Bátiz