"En boca de mentiroso, lo cierto se hace
dudoso" fue el refrán más repetido en la City porteña, en una jornada en la que
se había abierto cierto crédito a favor de la vocación del gobierno nacional por
cambiar algunos rumbos y procederes en materia económica, hasta que la acción de
Guillermo Moreno destrozó el nuevo escenario en segundos. Todo marchaba más o
menos bien en cuanto a los títulos públicos, con una mejora interesante de las
cotizaciones y la baja consecuente del riesgo-país, hasta el momento en que se
dio a conocer la estimación del INDEC de 0,4% para los precios minoristas de
julio, con números negativos para los alimentos básicos.
A las primeras carcajadas masivas de los operadores le siguió
luego el bajoneo en relación a la fortaleza de la señal de recompra de
títulos, tan ponderada durante la jornada, ya que para el mercado, esos números
que se dieron a conocer como reflejo de la inflación tuvieron un componente
extra, que fue la abrupta irrupción de la sombra de Moreno. Si bien, la mayor
parte ya descontaba que el índice iba a estar al menos en la tercera parte de
las estimaciones privadas, nunca nadie se imaginó que se iban a difundir valores
tan bajos, números que colocan en off side a todo el Gobierno, por
aquello del refrán, más allá de que se burlan del bolsillo y de la
intelectualidad de los consumidores. "Impunidad" fue la palabra más
pronunciada en relación al modo de proceder del polémico secretario de Comercio
y mandamás del INDEC, a contramano de las señales de algún cambio que se creían
observar en materia económica, un modo de expresar que la poca confianza que
había logrado despertar Cristina Fernández la había tirado por la borda un
funcionario de menor cuantía.
Durante la tarde del domingo en Olivos, el gobierno nacional
se mostró como nunca antes dueño de un extraordinario reflejo de acción, no sólo
por haber pergeñado rápidamente una solución de mercado para cubrir el
extraordinario desaguisado que autogeneró al aceptar la tasa que pidió
Venezuela, sino por el modo en que se llegó a la misma, tras una reunión entre
la Presidenta, el equipo económico, el presidente del Banco Central y el Jefe de
Gabinete, un calificado e inédito Comité de Crisis en el que Moreno no tuvo
cabida. El error primordial de la colocación arreglada con Hugo Chávez no fue
que los bancos venezolanos salieran a "reventar" los bonos a las 24 horas, sino
que se le dijo cándidamente al mercado que la propia Argentina convalidaba un
riesgo de casi 1.100 puntos básicos, casi el de un país en default, porque
seguramente no tenía más remedio. De allí, la importancia del anuncio de la
recompra de deuda y de los modos en resolver la estrategia, más como señal que
como algo verdaderamente efectivo.
Sin embargo, como siempre ocurre en estos casos en que la
confianza está débil, los mercados irán ahora por más, ya que la situación con
Chávez sólo fue el emergente de una serie de problemas que la inacción está
dejando deteriorar demasiado. Nada que pueda explotar ya, pero son problemas que
no se pueden dejar avanzar más, dicen los analistas.
Uno de esos problemas es la medición de la inflación y la
falta de remedios para controlarla, temas en los que Moreno no se ha
distinguido precisamente por su eficiencia y con los que acaba de hacerle
retroceder a la credibilidad oficial algunos de los pocos casilleros que
trabajosamente había logrado avanzar.
Después de las risas y de la catarsis, los operadores
volvieron al escepticismo, ya que ponderaron que una sola medida tomada para
calmar a los mercados puede llegar a tener el efecto de una aspirina en el mar,
si no se atacan de verdad y bajo un mismo método los problemas de fondo que
provocan escozor y que se han reflejado en la baja de la calificación de
Standard & Poor's.
Hugo Grimaldi