Con la uña prolijamente esmaltada levantó uno de los bordes de la etiqueta, luego con el pulgar y el índice, a modo de pinza, la despegó casi por completo y comprobó su sospecha. Abajo había otra etiqueta con fecha vencida.
Con su evidencia, con la bandeja del producto congelado en mano, fue a ver a la cajera, y se quejó, con el respaldo de su prueba. Supervisor mediante recibió una extensa disculpa y un bono de compra por 250 pesos.
A los pocos kilómetros el auto empezó a fallar, hizo varios rebajes. Aceleró a fondo pero el motor no respondía. Antes de que se detuviera por completo logró tirarse a la banquina. De regreso, hizo parar a la grúa en la misma estación de servicio donde cargó nafta por última vez; la mandó a analizar y comprobó que tenía una cuarta parte de agua por litro. Con el resultado del análisis, el testimonio del chofer de la grúa y la factura de su mecánico por limpieza de tanque de combustible, se presentó ante la empresa. Le reembolsaron los gatos de acarreo, el costo del taller y, por supuesto, le llenaron el tanque sin costo alguno.
Así hizo valer sus derechos. Así se investiga. Tenemos leyes que nos defienden pero con eso no alcanza; tampoco podemos vivir con un fiscal o con un escribano a modo de guardaespaldas de consumo. Que nos asesore en los millones de compras o servicios que como consumidores hacemos a diario. La solución está en formarnos como consumidores inteligentes. Hay que estar en alerta. Preguntar. Repreguntar. No quedarse con la primera impresión, dar vuelta las cosas, sospechar, atar cabos, sacar conclusiones, relacionar hechos y lugares, buscar conexiones y tener la piel sensible para percibir las pequeñas grandes trampas que cotidianamente ponen en nuestro camino. Hágale caso a esa sensación íntima, inexplicable, irracional que nos dice que nos están ocultando algo, algo que nos afecta. Así podremos descubrir antes de que sea demasiado tarde una realidad oculta que nos podría causar pérdidas económicas, emocionales y frustraciones por la promesa incumplida.
Observe, use su memora visual y lea informes, prospectos e instrucciones de uso; siempre con discreción y aparente ingenuidad. Incluso tomar nota de algunos datos aclara nuestras ideas y nos ayuda a decidir mejor. Saber es poder.
Saber nuestros derechos es poder aplicarlos. Es cierto que da "fiaca" leer las leyes y reglamentos, incluso los que nos benefician, pero es una ventaja crucial a la que no debemos renunciar. Saber, por ejemplo, que todos los productos muebles no consumibles (es decir productos que no se consumen con el primer uso, como una computadora, el repuesto de un auto, un reloj, etc.) tienen por ley un período mínimo de garantía de tres meses. También es ley que en la compra de un auto mediante un plan de ahorro previo, la administradora debe ofrecer cinco compañías de seguro para que el comprador elija en el momento de contratar el plan.
Hasta hace poco tiempo todos estos datos se manejaban casi como información clasificada. Antes no se sabía cómo quejarse y ante quién. Hoy es más fácil acceder a la información pública. Sin ir más lejos, esta información yo la busqué en la página de Internet de la secretaría de Defensa del Consumidor (www.mecon.gov.ar/secdef).
Otro dato a tener en cuenta es que los reclamos realizados por escrito tienen más efectividad que los verbales. Los consumidores "fríos" que escriben tienen más resoluciones que los que gritan, se enojan y se sacan la bronca momentánea. Escriba una carta y tendrá más y mejores repuestas.
En democracia, los habitantes de la República tienen derecho a consultar los archivos y registros públicos que afecten directamente a sus intereses, mal que les pese a los funcionarios de turno que quieren manejar la información pública como si fueran los propietarios o los titulares de lo público, cuando en realidad son nuestros empleados.
Los argentinos sufrimos un profundo cambio de nuestra realidad económica y social. Las reglas de juego cambiaron. Hay que cambiar la mentalidad para entender que tenemos nuevos derechos que debemos hacer vales. Como consumidores podemos reclamar mucho más. Porque las empresas no necesitan. Es la hora del consumidor. Es su hora. Hágase respetar. Todos investiguemos todo.
Juan Miceli