Casi desesperados, buscando en otros lo
que ellos no pueden brindar, el jefe de Gabinete, Sergio Massa, y algunos
laderos le acercaron a la Presidente nombres distinguidos para darle tonicidad a
un gobierno desorientado. Uno de ellos es cercano a la mandataria, mucho más a
su marido, el titular del Banco Central, Martín Redrado, quien no debe alegrarse
con la eventualidad de que lo traspasen de su garantizado cargo al Ministerio de
Economía. Más: ya declaró que sería una decisión infortunada. Pero la emergencia
existe y el gobierno parece decidido —en apariencia— a despersonalizar la
gestión de Hacienda, siempre atribuida al economista sureño Néstor Kirchner
desde que renunció Roberto Lavagna. Para algunos conocedores, éste sería el
propósito de Massa, no lo comparte Kirchner y, lo que es peor, nadie imagina
cómo funcionaría un sistema de gobierno sin la tutela del ex jefe de Estado. Por
otra parte, significaría también el reconocimiento —aceptado por la mayoría del
país, menos por el oficialismo— de que Kirchner ha sido el responsable de los
últimos fracasos.
Como en Economía se hicieron carne de la versión, empezaron a
defenderse los colaboradores del apocado ministro Carlos Fernández. Y, como
mecanismo protectivo, apuntaron a últimas medidas de Redrado: entre ellas, le
imputan las desagradables consecuencias de la última colocación de los mil
millones de dólares a Hugo Chávez a una tasa de 15% (operación que luego
derrumbó el mercado y provocó inestabilidad letal al gobierno: nadie paga esas
tasas escalofriantes si se encuentra en óptima situación económica). Para las
módicas huestes de la cartera, no hubo colaboración del Banco Central en ese
momento y debió caerse en la alternativa Chávez. Ocurre, según ellos, que
Redrado —antes del episodio de la compra y de la crisis—, ya había consumido
2.000 millones de dólares en un mes para comprar bonos y evitar su constante
declive en el mercado; por lo tanto, se volvió intransigente para otro tipo de
auxilios.
Entonces, se apeló a Chávez, a pesar del brutal interés —en
rigor, la tasa de mercado por la penosa situación argentina— y Redrado se
prescindió del caso. Tuvo que transar Economía los títulos con el gobierno
venezolano, luego padeció la debacle en mercados y el propio Banco Central, por
orden presidencial (o de Néstor) tuvo —luego de una reunión el último domingo—
que persistir en la compra de títulos locales para impedir la estampida
desatada.
Más allá de críticas, en el gobierno se afirma una línea
para que Redrado cambie de domicilio. Finalmente, es el único economista con
calificaciones que no rechazarían los Kirchner, ya que el resto de los famosos
para ellos suelen ser despreciables liberales. Momento de definición que
incluiría un reemplazante para Redrado en el Central: nada sencilla la sucesión,
ya que si se erra en la designación quizá se vista un santo mientras otro queda
desvestido.
Ana Grillo
AF