La premonición comenzó a tomar forma en
Palermo 2008, como vaticinio casi inevitable ante los aumentos de costos de
indiferencia que ya veían los agricultores, próximos a enfrentar los planteos
productivos de esta campaña, y corrieron como potro indómito por una pradera: se
viene el "sojazo".
¿Se acerca como opción productiva para cerrar la ecuación
económica al menor costo posible? Los hombres sabios del circuito sectorial
dicen que sí. Y lo fundamentan.
Producir cualquier grano u oleaginosa, contrastando
costos con el ciclo anterior, representa mayores inversiones promedio de mas del
65/70 por ciento, con el agravante que se derrumbaron estrepitosamente las
cotizaciones internacionales, casi frente al mismo escenario de hectareaje
destinado a la agricultura, en desmedro, como era de esperar, de la
ganadería o el tambo.
En una primera lectura, esa realidad sería para cualquier
producto de base agrícola, en mayor o menor escala relativa, menos para uno,
que, de movida, requiere de menores inversiones en tecnología, asegura rindes
por la fenomenal variedad de ciclos y versatilidad que ofrece y permite un
almacenaje menos comprometido, si la decisión del empresario rural pasa por
retener mercadería, como sucedió en este ciclo. Como sigue sucediendo.
Parece que se viene la explosión del "yuyo" ya casi mítico,
definido alguna vez también como "cereal". Pero no es lo mejor que podría
sucederle al país ni tampoco al sector agropecuario nacional. Es cuestión de
seguir produciendo y ante la posibilidad de invertir sin certeza de recuperar,
vendiendo, por ejemplo, cuánto se coseche, con mercados abiertos al mundo y sin
restricciones caprichosas, la opción por el "sojazo" parece ser inevitable.
Ya se sembró el trigo casi al voleo, con escaso aporte
tecnológico y las consecuencias son previsibles: quizá no caiga el volumen
producido, pero no se podría anticipar lo mismo acerca de la calidad.
El maíz y el girasol requieren del aporte de paquetes
probados para asegurar optimización de rindes, así como del acompañamiento
climático que, por ahora, no resulta demasiado prometedor. En ambos casos,
además, también marca la cancha y quita estímulos la falta de reglas claras de
comercialización y de previsibilidad para entrar en los códigos del término.
Para los dos granos, por si fuera poco, también se
desplomaron las cotizaciones en el mundo, a pesar de que se espera, en el caso
del maíz, una relación ajustada entre oferta y demanda, determinada por los
requerimientos estadounidenses para elaboración de etanol.
Respecto del escenario mundial que se proyecta para la soja,
Brasil muestra una merma en su producción -ya le ocurrió en este ciclo-
mientras que fue Estados Unidos, "el país que, con la menor producción prevista,
tuvo su impacto directo en la baja del volumen de producción mundial", explicó
Pablo Adreani.
Para la Argentina, el Usda aumentó su estimado en 1,5
millones de toneladas, de 48 a 49,5 millones, lo que compensa la caída
brasileña, si bien el reporte estadounidense remarca que no se prevé un gran
aumento de las existencias finales y el consumo se proyecta con tendencia muy
sostenida.
Si a ese escenario internacional se suman los
condicionamientos que persisten en el comercio agropecuario nacional, habría que
empezar a creer en los vaticinios de los gurúes del circuito granario, cuando
presagian que se viene el año del "sojazo" en Argentina. El mundo, en tanto,
sigue andando.
Gladys de la Nova