Niña, qué bien le quedan los 40, si no se le nota, y ha
pasado tanta sopa bajo la mesa, que usted hoy sería un dolor de cabeza si sólo
abriera la boca, porque el mundo es una bola de humo en un fumadero de opio
y la garganta de casi todos, se siente atravesada por una gillette. Rolando Gabrielli
Mafalda, de sólo seis años, era nuestra conciencia crítica
en un mundo que ya hacía agua, el de hoy se iría por un tobogán de
espanto que la bruja de Blancanieves pediría escobas nuevas para volar a
Marte.
Mafalda proviene de una clase, “mediaestúpida”, como
ella la define, con su clásico humor, que Quino, su autor nos conquistó
por años, sin fronteras ni concesiones de ninguna naturaleza. Mafalda se
transformó en algunos hogares como el aceite, los tallarines, el pan, un
artículo de primera necesidad para reírnos, mirarnos al espejo y seguir
rumiando la vida con un mayor entusiasmo.
El mendocino, Joaquín Salvador Lavado, Quino, dio vida a
Mafalda un 29 de septiembre de 1964 en el semanario Primera Plana, después
de deambular por todos los medios argentinos sin ningún éxito. Y de ahí,
más Argentina, Italia, Brasil, México, Alemania, Francia, diario Clarín,
Holanda, Cuba, China, Canadá, y en 1982 ya había recibido todos los
premios merecidamente obtenidos, por hacer pensar al mundo con humor, hasta
llegar a ser ciudadano ilustre de la ciudad de Mendoza, uno de los más
grandes ilustradores de la realidad del mundo.
Mafalda nos llenó de frases célebres, oportunas,
tiernas, divertidas, mensajes de alerta: *"¡Sonamos muchachos! ¡Resulta
que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo
cambia a uno!" No sería más progresista preguntar dónde vamos a
seguir, en vez de dónde vamos a parar?" No es cierto que todo tiempo
pasado fue mejor. Lo que pasaba era que los que estaban peor todavía no se
habían dado cuenta." *"Si lloras por haber perdido el Sol, las lágrimas
te impedirán ver las estrellas."
Estas fueron una de sus tantas salidas magistrales,
para pensar, reír, meditar las más de las veces en aquellas cosas simples,
profundas, cotidianas que hacen la sal y pimienta de la vida.
Mafalda era una adicta a desmenuzar la realidad y
dejarla descuartizada como un rompecabezas, poner a sus padres en un limbo
real, someter a la sociedad a su suciedad con vaselina para lagartijas. Más
que su pequeño apartamento en Buenos Aires, su mundo eran las palabras, ahí
radicaba su universo real.
Pero no estaba sola además de sus padres y su hermanito
Guille, porque le acompañaba su gallada: Felipe, un adorable catastrofista,
tímido y enamorado, Manolito, un niñito con mentalidad neoliberal,
galleguito; Miguelito, siempre desconcertado, tierno, perdido; Susanita,
su mejor amiga, (quien solía afirmar que amaba la humanidad, pero le
reventaba la gente) y Libertad que surgió casi al final, una especie de
Mafalda dos, más radicalizada: Comienza tu día con una sonrisa, verás lo
divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo.
Guille, el más pequeño, hermanito de Mafalda, un
rebelde que le gustaba la sopa, lo que no le hacía gracia a su hermana
mayor, que la aborrecía, como al mundo de injusticia.
Un 11 de junio de 1973, Quino fue anunciando el fin de
Mafalda”,no quería que la gente la leyera por costumbre”. Vendría el
11 de septiembre de Chile en ese año, y el material hubiese sobrado para
dibujar un mundo de horror, que empataría el 11 de septiembre en Manhattan.
Pero el mundo ya contaba con hambre, miseria, espanto, toda suerte de
desgracias y calamidades, antes de, y ahora después de, más. Mafalda hoy
es un ingenuo boy scout de la realidad, siempre lista, pero en medio del
horror.
Pero ahí no se detuvo Mafalda, siguió por el mundo,
llena de homenajes, ferias, presentaciones y hoy está en Milán, Italia,
siendo admirada, recibiendo honores, con su magia acostumbrada de ver el
mundo detrás de la esfera azul y redonda.
El título le llamará la atención a cualquier lector de
Quino, porque Mafalda no tenía apellido. El nuestro, corresponde a una
marca de origen del personaje. Nació acompañando como publicidad a
una marca de un electrodoméstico llamada Manfield.
Para el recuerdo y la historia, quienes viviéramos
con Mafalda, editamos la última tira, de este inefable, irónico, lúcido y
admirable personaje, tan argentino como el Obelisco de la Plaza de mayo,
donde seguramente Mafalda sentaría a quienes insisten en hacer
las cosas mal.