La épica ha llegado al Congreso de la mano
del término "rescate", palabra que se utiliza oficialmente sin pudor para
disfrazar la reestatización lisa y llana de Aerolíneas Argentinas y
Austral y para darle un tono de ese carácter al proceso que terminará con
ambas compañías siendo financiadas por los dineros públicos.
"Rescate" ha sido uno de los pocos términos que ha quedado en
pie de lo que fuera el proyecto original que el Ejecutivo mandó a aprobar para
"recuperar" —tal el Diccionario— algo que se tenía por "olvidado, estropeado o
perdido", como es el caso de las aéreas, una palabra que, ideológicamente, es
todo un acierto.
¿Quién podría oponerse a semejante cruzada, pese a que el
Estado debió haber sido el controlador de los dislates empresarios que llevaron
a este estado de cosas en materia aerocomercial? El resto del envío que hizo
la Presidenta a la Cámara de Diputados a fines de julio ha entrado en una
picadora a la que lo sometieron los mismos legisladores oficialistas, quienes no
quisieron pasar de nuevo por el mismo proceso de obediencia debida que los
devaluó tanto cuando se discutía la Resolución 125.
En primer lugar, el Acta-Acuerdo firmado con el grupo
Marsans, que en Anexo se incorporaba a la ley al artículo 2 ha sido tirado
por la ventana, incluida la mención a los pasivos de la compañía, lo que iba a
convertir a la operación en una reestatización de la deuda.
Allí, también se delegaba el precio final en un Tribunal de
Tasación que iba a actuar de modo inapelable si no había acuerdo. ¿Para qué
el Congreso, entonces?, se preguntaban los legisladores más reticentes.
También voló de un plumazo la mención que hacía el artículo 6
sobre una posible reprivatización, algo que seguramente se podría volver a
considerar bajo otras circunstancias, pero no a resultas de esta ley. El clima
generalizado en el Congreso está para celebrar la vuelta a casa de la línea de
bandera, sin preocuparse demasiado sobre cuánto va a costarle a los
contribuyentes ahora o hacia el futuro.
Por último, el oficialismo guardó las formas y destrozó el
artículo 7 que permitía el pago rápido a Marsans con fondos del Presupuesto de
este año, mientras que el nuevo proyecto especifica que sólo se cubrirán las
necesidades financieras y el déficit operativo de ambas empresas hasta el 31 de
diciembre de 2008, lo que lleva la discusión a la futura ley de Presupuesto
2009.
Más allá de todos estas cuestiones técnicas de fondo que han
dejado desairado al secretario de Transporte, Ricardo Jaime, la presión de los
diputados hacia los referentes del bloque para cambiar todas esas pautas, la
advertencia de éstos hacia la Casa Rosada ("si va así, no sale") y la rápida
aceptación presidencial confirman, desde la política, que algunas cosas parecen
haber cambiado en la mecánica de toma de decisiones en el más alto nivel.
Conscientes de que Cristina Fernández no puede someterse a
otro knock-out legislativo, dejar hacer a los diputados para que
avance el tema en el Congreso confirma el grado de debilidad política por el que
está pasando por estas horas el matrimonio Kirchner, especialmente Néstor,
sostenedor de Jaime y de Guillermo Moreno.
También podría especularse que la situación se ha convertido
en un test de fortaleza para la Presidenta, quien podría haber dejado de lado en
el caso Aerolíneas los consejos poco felices que recibió de su marido en ocasión
de la pelea con el campo y que en esta cuestión decide sola, con mayor
flexibilidad, sin exponerse y al tanto de sus límites y restricciones.
Al fin y al cabo, si se produce el esperado "rescate" de
Aerolíneas por el que claman todas las encuestas, que el Santo Grial quede
finalmente en sus manos le permitirá reconstruir capital político interno,
aunque el gobierno español ya le haya perdido la paciencia a la Argentina.
Hugo Grimaldi