El discutido, conflictivo, perseguido,
esquivo y muchas veces tardío Premio Nacional de Literatura de Chile, recayó en
el poeta Efraín Barquero, autor de una vasta obra escrita en la tradición
poética de Chile, mundo de lo cotidiano, raizal, que depliega con la claridad
del sonido de un cántaro de agua, aunque en El Viento y los Reinos (1967), toca
otras cuerdas que profundizan su lírica, la ahondan en auténtica metafísica
oriental.
Efraín Barquero, nació en Piedra Blanca, Curicó en 1931, bajo
el nombre Sergio Efraín Barahona Jofré, es autor de una veintena de poemarios,
diplomático, viajero, se exilió en México, Cuba y Francia, retornó a Chile y
como un bumerang volvió a la cosmopolita Marsella, última morada de Rimbaud,
después de una frustrada estancia en su país natal. El jurado lo ha premiado
unánimente entre 16 poetas porque "se trata de un poeta inconfundible, campesino
y universal. Es, por la calidad y la envergadura de su obra, uno de los poetas
chilenos vivos de mayor significación literaria". Oscar Hahn era otro de los
candidatos meritorios y que ha quedado a centímetros del lauro de 28 mil dólares
y de una pensión de por vida de 1.400 dólares mensuales, además del
reconocimiento a la obra de toda una vida literaria. Hahn, también ha vivido
fuera de Chile tras el golpe militar de Pinochet y es uno de los poetas chilenos
más reconocido internacionalmente. Difícil decisión para este año, pero
cualquiera de los dos candidatos, honraría el premio y le rescata de algunos
fallos ocasionales decididamente arbitrarios.
Poesía sin estridencias, la de Barquero, ni falsas
transgresiones, iluminada en la sombra de su verbo. Donde mejor respira el poema
es en su propio silencio, cuando va más allá del miedo y viaja en su propia ola.
A Barquero lo conocí en las noches bohemias de Santiago a
mediados de los 60, con Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, Poli Délano y la
inefable misteriosa colorina, la poeta Estela Díaz Varin. Modesto,
observador, hombre de la zona central de Chile, austero, sencillo, ejercía su
mística poética desde el silencio y sacramentaba los óleos de su poesía con la
cotidianeidad real de la gente y las cosas, los utensilios primarios,
vitales de la vida y siempre tuve la certeza que Efraín honraba a sus
antepasados y al niño que no le abandonaba.
Barquero sentó a comer a la poesía de su misma realidad. El
flamante Premio Nacional de Literatura 2008, ha puesto en el tapete
internacional a la poesía, esta Cenicienta de las letras que vaga como una loca
por la casa de los sueños y en la extraña geografía Sur, ha levantado sus
propios altares al silencio y palabra. Barquero no es un poeta de la angustia,
el caos o desolación, más bien se apegó a la tierra, al pan de la vida, su
compañera, los utensilios del día y la noche. En números redondos, su primera
poesía data de 1954 y la lista es larga, corona en el año de la suerte para los
chinos y Barquero, el 2008, cincuenta y cuatro años después de sus inicios.
La piedra del pueblo.1954
La compañera.1956
Enjambre.1959
El pan del hombre.1960
El regreso.1961
Maula.1962
Poemas infantiles.1965
El viento de los reinos.1967
La compañera, poemas de amor.1969
Epifanías.1970
Arte de vida.1971
Bandos Marciales 1974
La compañera y otros poemas.1971
El poema negro de Chile.1974,1976
Mujeres de oscuro.1992
A deshora.1992
El viejo y el niño 1992
La Mesa de la Tierra 1999
Antología.2000
El poema en el poema 2004
El Pan y el Vino 2008.
Efraín Barquero, que ha esperado durante
años este Premio, curiosamente había pasado el cedazo roto del crítico Ignacio
Valente, un cura que oficiaba misas literarias en El Mercurio de Chile,
influyente periódico que levanta y hunde nombres o los pasa a la congeladora o a
un viejo cuarto lleno de silencio y olvido. Valente, en un comentario sobre el
libro Epifanías, contestaba a Alone sobre un comentario que hacía sobre
Barquero, sosteniendo que lo mejor del poeta fue escrito al comienzo de su obra
(claro, sobrio, arraigado a las esencias de la tierra y del pueblo) y que su
estada en China frustró su evolución, haciéndolo confuso, indirecto, distante
alucinado. Valente sostenía que por la vía oriental, que la poesía de Barquero
había alcanzado una "complejidad de experiencia y de lenguaje, que bien podemos
llamar madurez". "Un poeta menos autóctono y más difícil." A este Barquero,
Valente lo asocia a Rosamel del Valle y a Humberto Díaz Casanueva, dos poetas
chilenos de dimensiones surrealistas y metafísicas.
En la histórica antología de Alfonso Calderón, sobre la
Poesía Chilena contemporánea, Efraín Barquero dijo hace 30 años: que su poes{ia
pretendía poetizar todos los actos de trascendencia y fundar un plano de
existencia nueva donde la poesía dé a luz un hombre nuevo capaz de recuperar una
esencia vital del hombre perdida en el universo. La actividad creadora, a su
juicio, es el único acto religioso que va quedando, religioso en el sentido de
religare, acercamiento entre los hombres.
Estoy afuera de una casa silenciosa
Estoy afuera de una casa silenciosa
con mi corazón dormido como sus puertas
con miedo de tocar el aldabón, con miedo
de despertar en el fondo de un pozo
temo llamar, temo que no escuchen mi llamado
como en las noches de invierno las bestias del mar
soy el único despierto, aquel que bebe en las tinieblas
bebe el agua sin verla, oscura como su boca
en una región también oscura, del color de la cera
están llamando, no escuchas
quién te ha despertado con tu misma voz
voz enronquecida por el sueño
los rostros de los dormidos parecen atentos a un rumor
junto a cada uno vela su indefinible parecido
como una máscara increíblemente semejante
puesta en la cabecera como una piedra nocturna.
(Epifanías)
Laberinto (fragmento)
Si algo encontré son puertas que comunicaban un aire frío
altas puertas que cuidaban el laberinto del dragón
el solemne sonido de mis pasos
tronos vacíos en un orden de silenci0, edad y aldabones.
El viento de los reinos)________________
Rolando Gabrielli
http://rolandogabrielli.blogspot.com/