La movilidad sobre los haberes
jubilatorios que paga el Estado ya es Ley, pero ni siquiera los afiches sin
firma que aparecieron temprano en el Microcentro porteño con varias caras
pesadas, para ellos de triste recuerdo (Menem, Cavallo, De la Rúa), pudieron
convencer al grueso de los jubilados. El primer reparo que puede hacerse sobre
la Ley es que, por su importancia, debería haber contado con mayor consenso
legislativo, sobre todo porque está en juego el futuro de los más viejos,
quienes, en su mayor parte, se han quedado con un gusto amargo.
Es que los jubilados perciben que, si bien con la nueva
legislación se avanza hacia un mejor escalón de beneficios, esta vez el pelotazo
no les ha llegado desde esos rostros que "ahora mandan votar en contra", como
rezaban los afiches, sino de quienes esta vez le han dicho que "sí" a esta
movilidad previsional con muletas, que el oficialismo defiende desde lo que
llaman "responsabilidad" en el cuidado de la caja.
Por empezar, el salto de los haberes, que se dará una vez
cada seis meses, surgirá de una fórmula casi esotérica de actualización
inventada en la Cámara de Diputados, relación que no sigue para nada el "caso
Badaro" que hizo fallar a la Corte, dijeron los jubilados y la oposición, lo
que podría alentar un pedido judicial de declaración de inconstitucionalidad.
Aquel precedente del Alto Tribunal ligaba el ajuste
previsional a los salarios en actividad y no ocurre lo mismo con esta Ley, ya
que el engendro matemático que se ha votado como Anexo tiene dos vertientes
mezcladas, entre recaudación y salarios, aunque siempre deberá ser tomado el
resultado menor, es decir el que resulte peor para el bolsillo del jubilado.
Primera resistencia, entonces, a quedar por debajo de
cualquier proceso inflacionario. Más allá de la desconfianza hacia el propio
INDEC, lo matemáticamente indiscutible es que la mecánica aprobada en el
artículo 6 siempre hace correr a los jubilados desde atrás y ni siquiera la
fórmula elegida consiente el promedio simple.
El segundo gran reparo es que la nueva Ley no contempla
para nada el período de retroactividad, por lo que se descuenta que los
Tribunales comenzarán a llenarse de demandas para reparar la omisión, por
una suma que los expertos calculan en $ 20 mil millones anuales adicionales a
los ajustes.
Por otra parte, como el nuevo índice se aplicará de ahora en
más sobre una base que también será recurrida judicialmente, si la Corte vuelve
a fallar en actualizar el pasado, como hizo en el "caso Badaro", los ajustes se
seguirán acumulando. Un tercer elemento, ligado al anterior, lo constituye la
virtual expropiación que han sufrido un millón de jubilados quienes ganaban más
de $ 1.000 mensuales y tuvieron un ajuste de apenas 70% promedio, por debajo de
la inflación del período 2001/2008, mientras que los que estaban en "la mínima"
recibieron un porcentaje de 200%.
Otro punto en contra lo representa el hecho de que el primer
salto de movilidad se llevará a cabo recién en marzo del año próximo. Desde el
oficialismo se ha dicho que este año habrá un nuevo ajuste, el último
discrecional del Ejecutivo, pero hasta ahora no se le ha podido sacar a
ningún funcionario un porcentaje aproximado de lo que podría ajustarse el
haber de acuerdo a tan resistida fórmula.
Por último, hay una situación que produce un "escozor
supremo" entre los jubilados presentes y futuros, a partir de la constante
financiación que la ANSeS hace con el Tesoro, práctica que muchos creen que
podría terminar, una vez más, con la caja llena de títulos y sin dinero
contante y sonante. Como con la inflación y los defaults, la historia
económica de los argentinos no deja mucho margen para la ilusión, ya que en este
tema también juega decidídamente en contra.
Hugo Grimaldi