Si hay que ponderar como una interesante
cuota de realismo el tenor de los trascendidos que el propio Gobierno se ha
preocupado en dejar correr en materia económica, destinados todos ellos a dar
seguridad a los agentes económicos de que se está pensando en un blindaje
técnico que atenúe la crisis, no se puede decir lo mismo de los condimentos
políticos que este tipo de acciones deberían tener para mejorar su efectividad.
En este aspecto, los mercados querrían observar una actitud
menos vergonzante por parte del Gobierno de Cristina Fernández sobre medidas que
habrá que tomar a la corta o a la larga, de acuerdo a la nueva realidad del
dólar en aumento, el riesgo-país por las nubes y la violenta caída del precio de
las commodities. En este escenario tan turbulento, piensan que sería
mejor que se las tome a la corta y que, además, se lo haga de un modo bien
explícito.
Entre los decisores del sector privado también se piensa, con
mucho pragmatismo, que sería más que positivo por parte de las autoridades un
poco menos de misterio y un paquete de más largo aliento, sobre todo en lo que
tiene que ver con la política antinflacionaria, la restauración del INDEC, el
tipo de cambio y las cuestiones fiscales y comerciales. Suponen que esa receta
le daría un sustento más racional a la continuidad económica o, si cuadra, a un
eventual cambio de rumbo.
Tampoco parece alcanzar únicamente saber que se ha terminado
la era del piloto automático y el viento de cola y que hay en funciones grupos
de técnicos dedicados a monitorear la economía aunque sea dos veces a la semana,
capitaneados por un funcionario de altísimo nivel, como es el Jefe de Gabinete.
La sensación hasta ahora era que el Gobierno sólo se preocupaba por los
anuncios y poco por la gestión y no deja de constituir un alivio que hay un ser
humano frente a los mandos.
No obstante, los mercados pretenden que se trabaje más en
aspectos estratégicos y menos en el día a día y quieren conocer nombres y
apellidos de toda la materia gris que se ha podido reunir, para desmenuzar su
ideología y brindarle o no el crédito a su modo de ver las cosas.
Descuentan que el Estado tiene un staff valioso y altamente
preparado, pero esencialmente quieren saber quién estará por encima de Sergio
Massa y eventualmente de Carlos Fernández y Martín Redrado, a la hora de la toma
de decisiones, ya que sospechan que la última palabra, la de la ejecución
política, puede llegar a tenerla Néstor Kirchner.
Desde ya que la situación actual parece algo mejor que
aquella que se podía inferir cuando la Presidenta hizo su discurso del Plan "A"
y el Plan "B" en Nueva York, pero la falta hasta ahora de una convocatoria más
amplia que vaya en línea con el reconocimiento de la gravedad de la situación
internacional, también juega en contra de las expectativas.
Y en este sentido, no ha sido muy feliz tampoco el concepto
elegido por el Gobierno para monitorear la crisis, ya que la palabra
"seguimiento" reconoce de mala manera cierta inferioridad ante el problema,
más en una materia donde la ventaja la tiene siempre quien se anticipa a la
jugada y lidera los procesos y no quien corre detrás de los acontecimientos.
Hugo Grimaldi