Siete meses después de que la soja
comenzara a denominarse "yuyo", quizá uno de los más costosos en el ámbito
agrícola, sus cotizaciones, junto con el resto de los granos y oleaginosas del
país, siguen siendo convidadas de piedra en un mundo globalizado del cual sólo
pueden ser observadores, sin voz ni voto.
Entre paros, protestas ruralistas y lock outs
patronales, el tiempo transcurrió impiadoso, junto con el devenir de los precios
y el comportamiento de las distintas variables internacionales que mueven la
economía mundial y el caso es que hoy por hoy, la caída estrepitosa que muestran
los valores agrícolas no tiene precedentes, sino mirando una década atrás.
A ese escenario mundial adverso, en el país se suman otros
factores no menos nocivos, que llevan como estandarte a la sequía demoledora
que, hasta el momento, se cobró una elevada mortandad de animales, achicharró
cultivos de invierno que prometían buenas productividades y provocó que se
recortarán hectareajes importantes en siembras emblemáticas, como el trigo.
Los costos de los insumos contribuyeron generosamente a
desactivar expectativas a la hora de trazar planteos productivos y los
chacareros comenzaron a achicar sus proyecciones.
A esta altura del año y la campaña agrícola, las cosas han
cambiado para peor y si la gente del campo no saca la mirada de los paneles de
cotizaciones, el desánimo se acrecienta: los precios cayeron a niveles
impensados hace dos o tres meses, tienen mercadería estoqueada que todavía se
resisten a vender y, por si faltaba algo, nadie hará nada desde el Gobierno para
modificar el esquema de retenciones vigentes.
"Lejos quedaron ya los meses de abril y junio cuando la
relación entre los precios de la exportación y de importación era para los
productos argentinos una de las mejores de la historia", comentan los
especialistas sectoriales y arriesgan un concepto sobre el que dicen que no
retrocederán: la gente del campo se volcará masivamente a la siembra de soja, en
detrimento del maíz (el trigo ya se sembró).
Seguir en la enumeración de dificultades sectoriales lleva a
desembarcar en la maltratada ganadería de carne y leche, además del último
lock out del campo que, en rigor de verdad, mostró los requerimientos
urgentes del sector... pero no logró a cambio más que un reducido subsidio
por sequía, que beneficiará con unos 50 centavos una ración balanceada que,
entera y para satisfacer a cada rumiante, ronda los 85/90 pesos.
Los más que moderados y exiguos anuncios que el Gobierno
efectuó esta semana para el agro provocó malestar y del intenso, al punto de
que, tranqueras adentro, los productores rediseñan estrategias productivas para
no abandonar el campo, pero no desatienden el accionar gremial para volver a la
carga.
"Minga que vamos a aflojar", resumió Biolcati esta semana y
analistas como Martín Llauró e Ignacio Iriarte pusieron de relieve que la
ganadería y la lechería siguen aportando "balances escuálidos y desde los
bretes, los tamberos también perciben un déficit", porque los aumentos no
llegan, resumieron.
En sintonía con ese escenario negativo, desde AgriPac
remarcaron que entre marzo y hasta la fecha, "los mercados perdieron toda la
ganancia que habían obtenido en el último año", aunque para no desactivar
totalmente las expectativas, acotaron que "los 'fundamentals' no han cambiado y
el balance de oferta y demanda sigue tan ajustado como antes en soja y maíz".
No se descarta, empero, que con los niveles actuales de
precios y frente a la incertidumbre global, por estos lares (Argentina y
Brasil), muchos productores ya estén entrando en zona de quebranto. Los hombres
"sabios" del sector afirman y reafirman que los números están al rojo vivo o,
dicho de otro modo, la caída , en el nivel de ingresos no sólo será inevitable
sino que, por el momento, nadie se atreve a presagiar por cuánto tiempo se
extenderá, aunque si que el país no saldrá ileso de este tembladeral financiero.
Gladys de la Nova