El pasado viernes 3 de Octubre de 2008, la
presidente Cristina Kirchner visitó las instalaciones de IBM en la localidad
bonaerense de Martínez, en lo que podría calificarse como un acto de total
cinismo por parte de la empresa para con sus empleados. Ahora veremos por qué.
La situación de los call takers en IBM es
inusual. Trabajan nueve horas continuas en el teléfono, y no seis como indica la
ley de empleados telefónicos, ya que la empresa prohíbe los sindicatos a nivel
mundial -aunque en algunos casos existen excepciones-, por lo tanto las personas
que atienden los teléfonos en los call centers no están adscriptos al
sindicato de telefónicos, sino al sindicato de empleados de comercio. Ellos no
venden nada, dan soporte telefónico, atienden usuarios como cualquier otro
call center que se apegue a la ley.
Esto trae como consecuencia, no sólo las tres horas de más
que trabajan, sino también que por ley es considerado un trabajo insalubre
debido a la exigencia de la voz y el oído en forma constante, y no cobran un
sueldo acorde a su arduo trabajo.
Durante la última semana antes de que llegara la primera
mandataria, se vio cómo la empresa pintó todas las instalaciones, realizó
arreglos, y hasta le colocaron, un escenario, gradas y una alfombra para que
ingrese con su gabinete.
Y acá aparece lo interesante de la cuestión: por un lado, se
colocaron carteles en medio de los pasillos imposibilitándole a las personas
discapacitadas transitar libremente por los pasillos. Por otro lado, los
empleados recibieron órdenes explícitas -no escritas- de no levantarse en ningún
momento durante la visita.
De no creer.
Paso de comedia
La llegada de la Presidente a las instalaciones de IBM fue más
espectacular y promisoria que la que había suscitado Fernando De la Rúa en su
momento. Llegó una hora y media más tarde de lo pactado, mientras que el
gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, llegó a horario.
El helicóptero que transportaba a la mandataria descendió en
el parque que poseen las instalaciones de IBM y luego subió a un auto que la
trasladó hacia la entrada principal. Allí fue presentada a las cabezas de
la empresa, a las cuales saludó de manera apurada y luego ingresó a las
instalaciones.
Comenzó a recorrerlas de manera ligera, sin tener ningún
trato con los empleados, quienes son los que sostienen, de alguna manera,
semejante corporación.
Al principio, Cristina ignoró a los empleados, pero en
seguida comenzó a saludar y a sacarse fotos con cualquier persona que se le
cruzara.
La escena fue dantesca: los mismos empleados que suelen
quejarse de sus magros salarios, se desesperaban por sacarse fotos con la
Presidente. Nada comentaron acerca de sus bajos ingresos.
¿Qué mejor oportunidad para estrecharle la mano y hablarle
sobre las condiciones laborales deplorables y económicamente nulas que brinda la
empresa? ¿Qué mejor chance de cuestionar los criminales índices del Indec?
Así como vino, Cristina se fue, protocolar al máximo. Dejando
a su paso lo mismo que ya existía.
Toda una postal del país.
Ana Grillo