El "no dejes para mañana, si lo puedes
hacer hoy" es moneda corriente en la Argentina de hoy. Por desidia o ignorancia,
la cultura de la coyuntura está metida bajo la piel de gobernantes y gobernados
y es un lastre que pesa en contra, a la hora de sumar unidades frente a otros
rivales (países) que juegan el mismo partido.
A semejanza del fútbol, la piolada del cortoplacista es
meter un gol, colgarse del travesaño y patear la pelota a la tribuna o
camisetear al rival para que, si se pierde tiempo, mejor.
Los códigos futboleros que se manejan en la Argentina
dicen que si se puede empiojar la cosa, si el partido se puede cerrar con la
ventaja mínima o si hasta el empate sirve, hasta algún bidón de agua
convenientemente aderezado puede resultar efectivo para que algún rival se
revuelque un rato, doblado al medio por los retortijones de estómago.
Por todo esto, por su modo de jugar bien diferente al que
usan otros países, la Argentina está hoy a contramano del mundo. Porque es el
único país, entre otras cosas, que pretende "vivir con lo nuestro", que ha
destrozado el mercado de capitales, la seguridad jurídica y el derecho de
propiedad, que tiene una presión impositiva extrema, que le impide exportar a
los exportadores e importar a los importadores, que mira mal al capital
extranjero y que falsifica sus indicadores.
La contrapartida propuesta a la hora de justificar tantas
medidas unilaterales, que la sociedad parece compartir, al menos desde la
omisión, debería ser una sociedad con mayor equidad, medida en una mejor
distribución del ingreso, con más empleo y menor pobreza. Estos indicadores hoy
también están en retroceso.
En definitiva, todo este canto al corto plazo se da de
patadas con el consenso, la planificación, las miras comunes y la elaboración de
una agenda de mediano y largo aliento donde se incluyan "la inserción
internacional con un alto valor agregado, el respeto por las instituciones y las
articulaciones entre el sector público y privado", tal como han propuesto los
empresarias de IDEA, la semana pasada.
Mientras los demás países siguen sumando y se despegan en
la tabla de valores, la Argentina se dedica a hacer jueguito para la tribuna y
todavía se escuchan demasiados "oles".
Ahora sí, si a los 44 minutos del segundo tiempo te
embocan un gol, fuiste: los puntos se los lleva el otro y sólo queda correrlo de
atrás. Brasil y Chile son dos ejemplos demasiado cercanos, de gobiernos
insospechadamente progresistas que trabajan mirando el horizonte, ejemplos que
bien podrían haber sido tomado en cuenta por muchos de los funcionarios
argentinos, para aprender cómo se hace, si se hubiesen dignado a asistir al
Coloquio marplatense.
La única pena, lo que más se envidió allí al escuchar a
Ricardo Lagos o a los funcionarios brasileños es que quedó la sensación de que,
en la Argentina, ni gobernantes ni opositores, hoy simples seguidores de lo que
aparenta querer la sociedad y no dirigentes de verdad, sienten que el modo más
lícito y seguro de ganar es jugando bien.
Hugo Grimaldi