Una de las consignas principales establecidas en la Argentina en estos días de crisis internacional es preservar las fuentes laborales, según las gestiones y los anuncios realizados por funcionarios y representantes del mundo del trabajo.
No obstante, más allá de las intenciones, los remezones del tembladeral planetario hacen sentir su efecto y comienzan a multiplicarse las medidas de recorte.
En esta etapa esas acciones restrictivas tienen especial impacto en la industria automotriz, como consecuencia de una retracción del mercado interno y el resentimiento de las exportaciones a destinos fundamentales para la actividad.
Por ahora hay mayoría de suspensiones de trabajadores y de horas extraordinarias, a las que se suma en algunos casos el adelantamiento de vacaciones, aunque también hay registros de cesantías o no renovación de
contratos de personal transitorio.
Las perspectivas, según distintos voceros, no parecen ser muy halagüeñas, al menos en el futuro inmediato. Y entonces la situación, que muestra mayor gravedad por ahora en algunos rubros específicos, podría tener correlato en otras actividades y provocar una reacción en cadena.
Y con un impacto adicional por la etapa de fin de año, donde históricamente la gente debe aumentar sus gastos debido a las fiestas y las vacaciones.
En medio de este panorama repleto de dudas hay una certeza: salvo en algún sector que pueda ser considerado muy privilegiado, no se habla más de mejora de salarios hasta el año próximo.
Hay en el mundo sindical quienes anticipan que en enero mismo van a volver con sus reclamos para recuperar el valor adquisitivo de los haberes, pero otros estiran la fecha de largada hasta marzo.
Y ya se animan a pronosticar que el índice a discutir no variaría demasiado del negociado en las últimas paritarias, habida cuenta, además, de una desaceleración del aumento de precios en diversos rubros.
Pero la historia —que a veces parece adquirir rasgos de
histeria— sigue siendo la misma hay preguntas que continúan sin respuestas concretas, o al menos en voz alta y con seguridad.
No son pocas las actividades de la economía que en los últimos ciclos han registrado permanentes ganancias, lo que sin dudas les ha permitido tener una salvaguarda para momentos menos prósperos.
La cuestión entonces es si todos sienten realmente el mismo efecto de la crisis o se toman medidas extremas en un marco de "por si acaso" o para no disminuir, justamente, generosos márgenes de beneficios conseguidos hasta no hace mucho.
Otro punto de eterna discusión es el poder adquisitivo, ya que si bien es innegable que cualquier retoque a los ingresos es un esfuerzo para el dador de empleo, también es absolutamente indubitable que los trabajadores aportan su cuota de sacrificio con el cercenamiento de sus haberes por imperio de la inflación, agravado ello por el hecho de que,
a diferencia de otros estamentos de la pirámide económica, no pueden trasladar esos mayores costos a un
producto.
Y es incontrastable el principio de que cualquier mejora que reciban, sobre todo los de haberes más modestos, inmediatamente la volcarán al consumo, de manera tal que seguiría alimentándose el círculo virtuoso.
Hacía tiempo que el mundo laboral no estaba envuelto por tanta incertidumbre, más allá de
—y por cierto no es poco— la persistencia de desviaciones como el increíble nivel de trabajo en negro, una verdadera plaga nacional.
Por ello las partes que tienen responsabilidad en el tema se están moviendo para que no se agrave la situación. Hasta ahora, las ideas que comenzaron a rodar no son diferentes a las acciones impulsadas en otras oportunidades, como la prohibición de los despidos o la doble indemnización, amén de la vigencia del procedimiento preventivo de crisis, que es un período de gestiones en el que se deben justificar plenamente las razones por las cuales se disponen cesantías, suspensiones y reducción de jornadas laborales.
También figura en la agenda sindical volver a cumplir un circuito tradicional de reuniones con sus correspondientes demandas, que incluiría un nuevo encuentro con la Presidenta de la Nación.
Sabido es que no hay soluciones mágicas o que broten sólo por actos de voluntarismo. Es deseable, y por cierto posible, que quienes están encargados de encontrarlas entiendan ese principio.
Pero también es un fuerte anhelo —a esta altura ya parece
eterno— que comprendan que más allá de la influencia de hechos exógenos como la actual hecatombe económico-financiera global, los arrestos individuales, sectoriales o parciales, y encima cuando están dirigidos a los efectos y no a las causas, son inconsistentes y, por lo tanto, están condenados a la brevedad.
Luis Tarullo