El triple atentado en Madrid nos remite al consabido número puesto. La corporación mediática se inclina por ETA o en su defecto la red fantasmal Al Qaeda, las cifras que siempre salen en esta lotería del terror. Aunque, si se escarba un poquito, se puede estar asistiendo al advenimiento de un nuevo jugador en el tablero de la muerte del terrorismo mundial. O en su defecto, a la reaparición de los que nunca se fueron del todo. Esto es, sencillamente, a la posibilidad de la reedición a gran escala de la voladura del Expreso Itálico en la estación de Bolonia (Italia), durante el verano europeo de 1980. Este atentado fue perpetrado por una célula neofascista vinculada a la logia P2, dentro del marco de una serie de operaciones montadas por la CIA denominadas respectivamente Marlboro y Pall Mall.
Entonces, no es descabellado afirmar que el megatentado de las tres estaciones madrileñas haya sido urdido por cerebros análogos al mencionado arriba, con un objetivo idénticamente calcado del anterior: crear una suerte de ley de la tensión mayor tendiente a quebrar las instituciones democráticas con el fin de provocar la curva ascendente hacia un golpe de estado neofascista. Pues para ellos, cuanto peor mejor.
Ejes del terror
Siguiendo esta línea de análisis, resulta casi imposible y temerario sugerir la autoría de la ETA pues implicaría su suicidio político al mejor estilo kamikaze y su final más que anunciado. Sería algo así como si el IRA planeara y ejecutara un atentado similar en pleno metro londinense o en el corazón del aeropuerto de Heathrow, una acción de tal tenor implicaría una invitación a su exterminio de la faz de la tierra. Por eso, no resulta utópico inferir que los autores de esta locura sean periféricos de algún servicio de inteligencia estatal o paraestatal, o a ojo de buen cubero, ligados a servicios militares con nexos y vinculaciones a estructuras de ultraderecha post franquistas. O sea, que sigan estrictamente el “modelo italiano” de la década del 80, cuando organizaciones neofascistas como Ordine Nuovo, pretendieron con una ola de atentados y asesinatos políticos llevar a la península al borde de una guerra civil. Con la entronización de una dictadura militar al término de la misma.
Siguiendo esta línea, se puede emparentar esta serie de sucesos con los del sospechoso 11 de septiembre de 2001 pues existen claros indicios que la masacre de ese martes negro fue perpetrada por organismos ligados al poder que se asienta en la Casa Blanca. Por eso, no es loco ver que en una película estadounidense denominada Militia, emitida hasta el cansancio por la cadena HBO, un grupo de la milicia de Michigan planea atacar el Pentágono usando misiles nucleares sobrevivientes de la Guerra Fría, atiborrados de ántrax.
¿Sabiduría o locura?. En este caso controversial, y en los otros mencionados anteriormente, un poquito de ambas porque en el intrincado universo de los terroristas y servicios de inteligencia todo vale y no hay patria o bandera que valga.
Fernando Paolella