La "tristemente célebre" tablita de
Machinea, Cristina dixit, "va a quedar en el olvido". Lo que no quiere
decir que no se pueda instrumentar para sucederla, desde enero, una nueva
tablita de otra denominación, al gusto de algunos en el Gobierno, quienes creen
que la anterior estaba mal diseñada y que habría que reponerla, más al modo de
una curva que de escalones, para que paguen más aquellos que ganan por encima de
determinada cifra.
No estaba todo definido el sábado por la tarde, cuando se
redactaba el proyecto de ley a tambor batiente, consultas con Olivos mediante.
Es que el Fisco sabe que se perderán 100 millones de pesos de recaudación por
mes y ahora se han dado cuenta de que no hay seguridad que todo ese dinero se
vuelque al consumo, sobre todo en la cúspide de la pirámide, ya que se trata
de gente de buen poder adquisitivo, que podría ahorrar esos excedentes y además
bien informada, que podría ahorrarlos en dólares.
El viernes al mediodía, Claudio Moroni, el administrador de
la AFIP aún no ratificado por la Presidenta, estaba presto para recibir a la
prensa para hacer un brindis de fin de año en la sede del organismo, cuando lo
llamaron de apuro y tuvo que salir arando, rumbo a la quinta presidencial. El
poder político había tomado la decisión de hacer el anuncio del fin de la
tablita ese día y él no sabía nada, desde ya.
El funcionario, tal como le caben a los estamentos técnicos,
había presentado sus opciones y recomendaciones para salir del doble efecto de
pinzas del impuesto a las Ganancias sobre los sueldos, que era la clave de aquel
intrincado diseño de fines de 1999 que imaginó el ministro de Economía de la
recién llegada Alianza, José Luis Machinea para juntar fondos a pedido
del FMI, a partir de un esquema de menores deducciones a medida que se avanzaba
en la pirámide salarial, lo que a su vez abultaba el ingreso imponible,
complementado con mayores alícuotas en escala creciente para castigar esa mayor
retribución. En palabras de Moroni, dichas en un reportaje hace una semana, él
no se inclinaba por la eliminación porque, a su juicio, la tablita necesitaba un
"ajuste", ya que "conceptualmente es adecuada, pero tiene un problema de
diseño". Diseño algo maquiavélico, claro está, ya que algunos empleados hoy
rechazan horas extras para no quedar incluidos en las escalas superiores y quien
cobra más de $ 7.000 termina ganando menos en su bolsillo que alguien que recibe
$ 6.700.
Ahora, tras algunos retoques de escalas que hizo Néstor
Kirchner a pedido de la CGT, ya que los camioneros estaban siempre alcanzados en
los valores más bajos, Cristina Fernández, le acaba de poner una lápida al
engendro tributario y quiere que se la recuerde por ello: "sería injusto no
reconocer lo que hizo el anterior Presidente, pero también va a ser justo
reconocer que fue esta Presidenta la que impulsó la eliminación total de la
tablita", se regodeó.
Cristina se enredó luego en calificar al instrumento como
"regresivo", cuando se sabe que todo aquello que les cobre más a los que más
ganan es considerado de "progresividad" tributaria, tal como lo había definido
también Moroni en esa entrevista. Este fue el argumento de pura lógica fiscal
que el mismo Machinea usó en diciembre de ese año, en tiempos de febril
actividad legislativa (como en la actualidad), cuando le presentó al Congreso la
cuestión como algo de vida o muerte que tenía que salir o salir sí o sí (como en
la actualidad), para convencer sobre todo a la oposición peronista que, por
entonces, integraba Cristina Fernández en su rol de diputada por Santa Cruz.
Lo que no imaginaba Machinea es que la medida iba a inhibir
el consumo de quienes tenían para gastar y que ese manotazo de ahogado, junto a
otras exacciones impositivas y salariales, iba a abortar la salida de la
recesión que se estaba insinuando, tras la asunción esperanzada de Fernando de
la Rúa. Con lógica "contracíclica" (y así lo ha dicho la Presidenta) lo que
busca la actual eliminación de la odiada tabla es impulsar el consumo, aunque
las dudas ideológicas y prácticas ya descriptas sobre su eventual efecto, parece
que han surgido después de la alocución presidencial.
Este punto del después, que conlleva demoras y
rectificaciones sobre la marcha en el armado práctico de las medidas, es una
constante que se verifica cada vez con mayor asiduidad en el Gobierno y es algo
que cada vez le juega más en contra ante la opinión pública, que parece
necesitar ver para creer, sobre todo por el recuerdo de aquel mal antecedente de
los créditos hipotecarios de cuotas iguales a un alquiler que nunca pudo salir
de las gateras, aunque hoy sea bombardeada "comunicacionalmente" por la táctica
del "se hace, se hace, se hace", el nuevo caballito de batalla oficial que se ha
puesto de moda para armarle a Cristina casi un anuncio por día.
Todo indica que la situación no se termina nunca de
clarificar, debido a las ansiedades que suelen asaltar al hacedor de políticas,
Néstor Kirchner, quien está convencido de que el fogoneando el consumo
rápidamente podrá revertirse la situación de parate productivo que se
prevé para 2009. Si a esto se le suma la necesidad política del ex presidente de
jugar al efecto sorpresa y la falta de rigor técnico de casi todas las medidas,
el cóctel hace que habitualmente los anuncios y la letra chica de cada uno de
ellos se den de patadas. Por ejemplo, el caso más delicado ha sido la redacción
del Proyecto de ley de moratoria y blanqueo, armada a los apurones y sin medir
consecuencias, y éste fue el punto que saltó como una liebre en la votación en
particular que hicieron los diputados en la madrugada del jueves sobre el
Capítulo de repatriación de capitales. En la ocasión, 128 legisladores
oficialistas votaron por el sí y, según la oposición, se necesitaban 129, es
decir la mayoría especial que prevé la Constitución para casos en los que se
afecte la Coparticipación, como ocurre cuando la Nación acepta cobrar una
tasa menor a la alícuota normal que prevé la legislación general de impuestos
para ingresar dinero al circuito. Este punto, que tendría que haber sido
arreglado por los presidentes de bloque antes de la sesión, quedó en la nebulosa
justamente por descuidos en la redacción y por el apuro del oficialismo para
sacar la nueva ley sí o sí.
Si bien ya el Senado apuró el trámite para aprobar el
Proyecto esta misma semana, entre lunes y martes los bloques opositores irán a
la Justicia para que la Corte, en última instancia, suspenda los efectos del
controvertido blanqueo, que algunos dicen que será la puerta de entrada de
capitales non sanctos, hasta que se dilucide la cuestión.
Pero en temas menos urticantes también se han notado, y
mucho, todo tipo de desprolijidades. La de anunciar la eliminación total de la
tablita primero y después pensar qué bueno sería darle una mano a Hugo Moyano en
las escalas inferiores del impuesto, pero qué interesante sería mantener el
castigo para los que más ganan, aunque la Presidenta haya abominado de los
gravámenes al trabajo, es apenas un ejemplo de los berenjenales en los que se
mete solo el Gobierno.
En materia de instrumentación, tampoco se han podido poner de
acuerdo las terminales y los concesionarios para avanzar en la promocionada
compra del "primer 0 kilómetro". Peor, la interna entre el ministerio de
Producción y la secretaría de Comercio está al rojo vivo y, aunque la Presidenta
haya dicho que fue invento del periodismo, en la semana la gente de Guillermo
Moreno le mejicaneó las listas de precios a Industria y las hizo publicar sin su
consentimiento.
Otro tanto ocurrió con las tarjetas de crédito destinadas a
pagos en hoteles a 3 ó 6 cuotas sin intereses, algo que la Presidenta difundió
como una gran novedad, pero que planes que muchos bancos todavía mantienen en
vigencia para sus clientes. Y en el caso de la primera licitación de fondos que
se hará para los bancos con dinero de las ex AFJP, que Cristina prometió para el
lunes, aún no se puede decir que podrá llevarse a cabo, ya que faltan normativas
internas en el Banco Central y en la propia ANSeS. Alguna vez, alguien
deberá pensar en el Gobierno si es bueno exponer a la Presidenta a este tipo de
anuncios sin red, sin que por detrás esté terminado todo el andamiaje técnico
que, luego, al no verificarse, la deja habitualmente mal parada.
En tren de anuncios, en un par de días, antes del viaje de la
Presidenta a Brasil, llegará el prometido paquete de $ 71 mil millones en obras
de infraestructura, "el más ambicioso del que se tenga memoria", ha dicho
Cristina, la pata de acción dinamizadora del Estado que aún falta definir,
aunque se presume que será una plumereada general para sacarle el polvo a
muchos viejos proyectos ya anunciados y presupuestados para 2009, junto a la
ratificación de otros subejecutados, con algunas promesas sobre nuevas
obras en danza. Aunque por la cifra en juego, habrá que pensar en varios
ejercicios para que se concreten.
Por otro lado, se ha relativizado bastante que haya nuevos
retoques para los jubilados y para los agentes de la Administración pública,
aunque queda medio mes por delante y los funcionarios seguirán sacándole
punta al lápiz para ver qué se puede hacer, al igual que con las escalas del
monotributo que serán reformuladas.
Impulsado el mercado internismo y la ejecución de obras
públicas, dos de los pilares en los cuáles los Kirchner creen con fe ciega, el
próximo paso será explicitar el programa financiero de atención de deuda para el
año que viene, para dar señales sobre que no habrá default. También
tienen en claro que tendrán una complicación evidente en la baja de los precios
de las commodities y en la menor superficie sembrada, como secuela de su
pelea con el agro, lo que los dejará casi sin dólares en la balanza comercial.
Con todos estos elementos por delante, de ahora en más, el matrimonio
presidencial tendrá que convencer a todo el mundo de que en 2009 habrá caja.
Pero no sólo a los inversores y consumidores, para que se animen y fogoneen la
economía, sino también a los amigos de ocasión, para que no se pierdan lo etéreo
de ciertas fidelidades, con las elecciones de octubre ya a la vista.
Hugo Grimaldi