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REHENES EN LA CIUDAD

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CRÓNICA DE UN ENOJO METROPOLITANO
CRÓNICA DE UN ENOJO METROPOLITANO

Comienzo el artículo con un rela

    Comienzo el artículo con un relato corto como introducción.
    “Martín Bourgeois corrobora, como es su hábito, los niveles de agua y aceite del motor del auto. Arranca a la misma hora de siempre, del mismo lugar que invariablemente parte todos los días, la casa en la que se crió y en la que ahora convive con su esposa e hijos. Emprende el camino de rutina rumbo a su trabajo.”
    “Dos calles más allá del punto de partida, debe desviar. Una cuadrilla está arreglando un bache. Era hora, reflexiona Bourgeois. Retoma por una paralela. Avanza unas pocas calles más y se ve obligado a desviar nuevamente. El acoplado de un camión emerge de un boquete en la pared de un local. Ambulancias, unidades de bomberos y patrulleros bloquean la vía. ¡Qué fatalidad!, comenta.”
    “Luego de dar varias vueltas por calles atiborradas de autos y con el empedrado desparejo, puede desembocar en una avenida. Avanza unas pocas cuadras con desahogo. Frente a un parque la calzada se encuentra reducida de dos a un carril. Están reparando las aceras del espacio verde. El tránsito se complica una vez más.”
    “Martín mira el reloj pulsera de reojo. Hace más de una hora que debería haber llegado a la oficina. La avenida se despeja. En pocos minutos alcanza una de las grandes vías céntricas. El tráfico se detiene por completo. Una manifestación avanza envolviendo el vehículo como un torrente. Lo arrastra en dirección contraria a dónde debe llegar.”
    “La marea lo abandona en una playa de hormigón. Su vehículo, es uno más entre los cientos de autos arrastrados hasta allí con sus ocupantes. No reconoce el lugar. Abre la portezuela y se incorpora. Mira alrededor. Martín Bourgeois y los otros están encerrados dentro de un inmenso corral cercado por un altísimo alambre perimetral.”
    “Los rayos de sol caen a pique sobre los vehículos y sus ocupantes. Los cautivos se miran entre sí desconcertados, ninguno toma la iniciativa de alejarse de su rodado. Entonces en la mente de Martín Bourgeois surge la cuestión: ¿a quiénes les importamos como rehenes?”
    Que parte de la población ha sido tomada de rehén es la sensación que siento junto con otros ciudadanos. Quiénes soportamos a diario el repentino plan de obras del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, de una planificación tan absurda como el puesto en marcha en plena campaña por el entonces jefe de Gobierno Jorge Telerman, sumado a las marchas y a paros tan desconsiderados como el de los empleados de Metrovías, nos estamos convenciendo de que somos simples limones a exprimir o ganado que cualquiera puede arrear para su corral, en aras de su propio beneficio.
    Esta sensación que poco a poco va ganando espacio en la conciencia de algunos ciudadanos es arriesgada porque denota un agotamiento que puede culminar en un absoluto descreimiento de las instituciones que sostienen el sistema.
    Que nuestra sociedad está en crisis es un hecho. Lo alarmante es que no parece haber mentes lúcidas y altruistas que propongan medidas de contención y conducción para que la situación no desmadre. En la antigüedad cuando estas crisis llegaban al límite de lo soportable se recurría a los tiranos, como el caso de Dionisio de Siracusa. Y eso es algo que ciertos ciudadanos no deseamos.

 

Luis Mazzarello

 

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