La situación en Transportadora
de Gas del Norte (TGN), ahora denunciada penalmente por "graves
irregularidades", permite reforzar la conclusión de que la gestión de contralor
del Estado en la Argentina hace agua por los cuatro costados.
Como esos bomberos que llegan tarde y mal a todos los incendios y que no tienen
otra que inundar o romper lo poco que queda en pie, los entes de control están
literalmente dibujados y le dan pasto a quienes han comenzado a defender los
procesos privatizadores de los años '90, desde la óptica del "no es que hayan
sido inapropiadas, sino que no se controló como se debía".
Pero ahora, sin neoliberalismo a la vista, las cosas siguen igual o peor. O bien
son casos recurrentes de impericia colectiva, mezcla de desidia y viveza de
funcionarios ávidos en tener un puestito que asegure un buen pasar o bien se
trata de algún Plan Maestro de malévolas intenciones y pautas recurrentes para
demostrar que lo privado no funciona bajo ninguna circunstancia o para que las
compañías pasen a manos de socios más confiables para el Gobierno.
Pruebas al canto, hay cuatro casos de los últimos tiempos que se inscriben en
una misma matriz: controles tardíos y de mala calidad. Por ejemplo, cuando saltó
el caso Skanska se hicieron remociones en el Enargas, el mismo ente oficial que
parece que ahora no tiene nada que decir sobre sus tareas de auditoría en el
caso TGN.
También hay que contabilizar la situación de Edelap, que saltó a la primera
plana de los diarios sin que el ENRE tuviera nada que aportar como contralor
natural de la distribuidora platense privatizada. O no pasaba nada o el ministro
Julio De Vido sobrepasó con sus comentarios el parecer del ente eléctrico,
aunque hay que consignar que finalmente la empresa no fue intervenida sólo por
la extrema presión que hizo el gobierno de los Estados Unidos.
El caso Aerolíneas Argentinas ha sido la sinrazón total, tras un período de
administración compartida y de seudo-intervención judicial que nunca se supo a
qué conclusiones llegó. Y todas estas acciones con el telón de fondo de la
secretaría de Transporte jugando su partido en contra de Marsans, con los
gremios como aliados, dejando de lado el Acta que se firmó con los españoles y
que los ex dueños habrán de hacer valer en el CIADI y sin considerar las
pérdidas millonarias que día a día tienen (y tendrán) que soportar los
contribuyentes, como contrapartida para volver a tener una línea de bandera
estatal.
Por último, está el caso de la Superintendencia de las AFJP, la que se encogió
de hombros como si no hubiera tenido nada que ver con las inversiones que se
hicieron en el exterior o como si no hubiese sido quien le daba a las
Administradoras precisas instrucciones para que éstas priorizaran el
financiamiento del Estado, antes que a proyectos productivos, obras de
infraestructura o préstamos a las Pymes.
Más allá de los derechos que dicen tener quienes tenían sus ahorros en la
jubilación privada, estos días demostraron que la ANSeS ha comenzado a invertir
los fondos sin control alguno, aunque la Ley manifiesta la promesa de que se
constituirá una Comisión que verificará el destino de los fondos. Con diputados
y senadores de vacaciones, en el verano parece impensable que se arme este nuevo
ente de contralor, que amenaza con tener los mismos vicios que todos los demás.
Mientras tanto, una parte del dinero ha sido colocado a tasa negativa, en el
comienzo de una película que ya se ha proyectado en alguna ocasión. Cuando
lleguen los bomberos, una vez más, podría volver a ser tarde.
Hugo Grimaldi