Algo huele mal en la causa del triple crimen. Demasiadas casualidades y causalidades que echaron un manto de suspicacias sobre el juez de la efedrina, Federico Faggionatto Marquéz. Sospechas sin retorno pero, al parecer, tampoco sin respuesta.

    En primer lugar, ¿por qué, en agosto, el propio magistrado difundió fotografías de un supuesto laboratorio de drogas en Ingeniero Maschwitz que había sido “reventado” en marzo?, ¿tuvo algo que ver que fue, justamente, en esa semana invernal en que se encontraron los cuerpos del trío Forza, Ferrón y Bina?, ¿había algo que tapar?, ¿se debía desviar la atención de los medios de un negocio negro que crece en el país?

    Por otro lado, ¿el abogado de las viudas, Miguel Ángel Pierri, sabía que su rol era machacar los oídos de los periodistas y de sus clientas con el vínculo entre el triple crimen y la ruta de efedrina? ¿Vio en su colega Héctor Ramírez un socio ideal para consolidar la hipótesis? ¿Cuál fue el papel de la Policía que buscó restos de efedrina por doquier? Y, ¿en qué cabeza cabe quemar un cargamento de efedrina, supuestamente, ilegal en el Puerto frente a las cámaras de televisión? ¿Acaso queman la cocaína —cuya comercialización sí está penada, al contrario de la efedrina— cuando allanan alguna cocina? ¿Se deshacen de los ladrillos de marihuana? No, porque son pruebas.

    Pero también, ¿alguien se acuerda del suicidio del farmacéutico Ariel Vilán y de los cheques que se encontraron cerca de su domicilio? Más que sospechosa fue la nota en la que aclaraba que su muerte nada tenía que ver con el triple crimen.

    ¿Por qué Faggionatto no investiga al verdadero dueño de la camioneta Ram negra que se vio merodeando en la zona en la que se hallaron los cadáveres? ¿Por qué se insiste en investigar a la punta mejicana y no a los contactos argentino? ¿Por qué una prestigiosa revista público las fotos de los aztecas detenidos en Maschwitz como integrantes del denominado “Cartel de Sinaloa”, pero nunca más se habló de la conexión? ¿Por qué, en privado, se apuntó a la cúpula del ministerio de Salud y luego trascendió las intenciones de modificar esa cartera? ¿Por qué esa información —como toda la anterior— que debió ser confidencial fue expuesta a varios medios nacionales?

    ¿Hernán De Carli, Manuel Poggi, Miguel Ángel Lombardi, los 9 mejicanos, Jesús Martínez Espinoza son verdaderos perejiles que nada tienen que ver con la venta (hasta el momento legal) de efedrina y, mucho menos, con el asesinato de los tres jóvenes que compartían el rubro de los medicamentos?

    Y, además, ¿no suena muy conveniente la muerte en prisión de Luis Tarzia, el argentino que conoció a Forza y era amigo personal de Espinoza?

    Por ahora, Faggionatto niega y niega, pero ¿podrá sostenerlo?

Cecilia Di Lodovico