Las negociaciones salariales están en
marcha nuevamente, más allá de que no se haya anunciado oficialmente la señal de
partida de las paritarias.
El solo hecho de la renovación del debate sobre los futuros
aumentos en los sueldos ya significa en la práctica el inicio de las tratativas.
Claro que los discursos de las partes no difieren
demasiado de los escuchados en los últimos dos o tres años, lo cual permite
arriesgar que habría un resultado parecido.
O sea, básicamente, el Gobierno nacional y el titular de
la CGT, Hugo Moyano, poniendo límites a los acuerdos, con el argumento de que se
debe ejercer la prudencia en momentos complicados de la economía local e
internacional.
Alguien puede preguntarse cómo es posible esto, si hace pocos
días Moyano gritó a los cuatro vientos su desconfianza en el índice del INDEC
sobre la inflación de 2008 y dijo que se remitirá al "INDEC de las amas de
casa", una categoría que seguramente tiene valores superiores a los censados por
el ente oficial.
Moyano explicó que aún no tiene estadísticas concretas —"no
hemos hecho números todavía", dijo—, algo difícil de creer habida cuenta de que,
por su responsabilidad y en las actuales circunstancias, debería estar al tanto
de lo que pasa día a día con la evolución de los precios, que siempre fue
parámetro para discutir salarios. Tampoco puede decir que le faltan asesores
para tener una carpeta actualizada con el fin de seguir a cada momento la
situación.
Sin embargo, otras frases pronunciadas por Moyano días
pasados son concluyentes. Tras anunciar que las discusiones se darán formalmente
desde marzo, admitió que en las anteriores tratativas "hubo organizaciones que
sacaron más". Camioneros, precisamente, siempre sacó más, por aumento directo o
por otros ítems salariales.
"Siempre habrá discusiones que serán un punto más, un punto
menos; son las reglas de juego en las discusiones paritarias", amplió, pero
enseguida vino el mensaje inequívoco: "No creo que haya sobresaltos ni
inconvenientes en discutir y acordar como lo hemos hecho en los últimos años". A
buen entendedor...
Las imágenes son entonces prácticamente idénticas. Los
números oficiales "cantan" una inflación anual muy baja (7,2 por ciento), ante
lo cual los sindicalistas contrapondrían un aumento de precios de por lo menos
el doble.
Y así, con algún puntito más que le agreguen a ese resultado,
se llegaría al 19/20 por ciento que rigió las negociaciones salariales en los
últimos años.
Al final del ciclo pasado ya había versiones sobre
negociaciones en base a posibles aumentos de 15 al 20 por ciento, un número que
satisfaría a ambas partes, al menos en términos políticos. Pero también hay que
recordar que hubo rubros en los que se pactaron mejoras superiores, merced a la
estrategia de la influencia de adicionales, premios o sumas fijas luego
incorporadas a los haberes, lo cual podría repetirse esta vez.
En definitiva, hay en marcha una nueva operación sin fisuras
para los objetivos del Gobierno y de Moyano y sus compañeros de la CGT. Nadie
puede creer, en este marco, que el líder camionero o sus seguidores más fieles
podrían patear el tablero, y más aún en un año electoral fundamental para el
peronismo en todas sus vertientes.
Y el punto es oportuno para recordar que también, con
idéntico ímpetu que en el aspecto salarial, los sindicalistas demandan y
negocian, como siempre, espacios en los distintos estamentos del poder,
especialmente en el sector legislativo. Y por supuesto beneficios para sus
organizaciones, sobre todo las obras sociales.
Seguramente no habrá inconvenientes ni sobresaltos, como dijo
el jefe cegetista. La alianza en procura de los objetivos mutuos se mantiene
intacta: Néstor y Cristina Kirchner-Julio De Vido-Moyano, los capitanes de un
equipo hasta ahora irrompible.
Pero al margen de los sueldos, en las últimas jornadas se
reeditó una situación interesante sobre la cual tomó nota el gremialismo
ortodoxo, y especialmente el que no quiere agitar olas ante el Gobierno.
En Santa Fe hubo un corte de rutas en el que, más allá de las
especulaciones y discusiones políticas, confluyeron sectores del campo y
trabajadores metalúrgicos, quienes unieron su protesta en la ruta. La acción
tiene un carácter regional particularmente atendible en las actuales
circunstancias económicas, por lo que no habría que descartar medidas similares
en otros puntos.
Claro que hay que tener en cuenta, además, que la
demostración de queja ejecutada estos días en la zona de Villa Constitución
tiene la característica de que uno de los protagonistas fue el histórico
dirigente de la UOM local Alberto Piccinini, quien con sus posiciones de
izquierda siempre disintió con sus colegas de la mayoría de las seccionales del
gremio. De hecho, la UOM nacional lanzó una advertencia institucional a
Piccinini, pero no habría que dar por cerrado el episodio. Hasta que estuvo vivo
Lorenzo Miguel, el patriarca de la UOM y Piccinini, superados antiguos
enfrentamientos, se prodigaron mutuo respeto y reconocimiento. Pero Miguel ya
no está, y desde entonces nada fue como era antes.
De todas maneras, más allá de estas situaciones particulares,
la atención de Moyano y de los gremios que lo acompañan en la CGT está enfocada
en el sostenimiento del empleo y la firma de los nuevos aumentos salariales, sin
provocar llamas. Por ello, todo indica que lo que se están lanzando al cielo
laboral son algunos tradicionales fuegos artificiales que explotan
inofensivamente en el aire.
Luis Tarullo