Transcurridas ya más de tres semanas de un
año electoral, no está de más recordar que a ningún gobierno le agrada dar malas
noticias a sus ciudadanos-votantes.
Ese es un hecho que, en el plano fiscal, se convirtió desde
hace décadas en esfuerzos cada vez más creativos de los sucesivos secretarios de
Hacienda para mostrar que a pesar de la sensación de que los planes económicos
hacen agua por todos lados, las cosas en realidad van viento en popa y no hay
motivos para preocuparse.
Vale aclarar al respecto que esta clase de engaños no puede
equipararse a la mentira lisa y llana que hace dos años se instrumenta desde el
INDEC. Los pases de magia de Hacienda pueden ser perfectamente comprobables con
tiempo, paciencia y la información completa, ya que los que figura en el "haber"
del Tesoro indefectiblemente se refleja en el "debe" de otras reparticiones (o
en el propio Tesoro, en un período posterior). En cambio, con el organismo
encargado de las estadísticas no hay contrapartida de la inflación que
desapareció por arte de magia (¿negra o morena?), salvo en los bolsillos de los
consumidores.
Durante años, los déficits fueron disimulados con recetas más
o menos aceptadas. A la diferencia entre lo "devengado" y lo "pagado", se le
sumó la del "resultado primario" y el "financiero", al compás del crecimiento de
la deuda pública, como si esta no fuera una erogación. Con el kirchnerismo,
la creatividad pegó un salto cualitativo. Después de los años iniciales en los
que la recaudación crecía a la par de la actividad económica, la aparición de
dificultades obligó a agudizar el ingenio. Así, en 2007 al computarse los
ingresos por los traspasos (por entonces de manera voluntaria) de afiliados de
las AFJP a la ANSES, comenzó la estratagema de recurrir a comparaciones
interanuales entre dos cifras heterogéneas, ya que se computaban fondos que en
el mismo mes de 2006 no estaban disponibles. Por si no alcanzara, los
impresionantes crecimientos del superávit que mes a mes pasaron a informarse en
conferencias de prensa ocultaban otras tres realidades: * Las transferencias del
Banco Central, que sirvieron en varios meses para abultar los crecimientos del
superávit y en alguno hasta para disimular el déficit financiero.
* El aumento en noviembre de 2007 de las retenciones a la
soja —verdadera columna vertebral de la caja oficial, más allá de las
declaraciones pour la galerie— del 27 al 35 por ciento, además de la
continua alza en las cotizaciones de la oleaginosa hasta mediados del año
pasado.
* La inflación real no reconocida oficialmente, que impactó
en la suba de la recaudación en IVA y Ganancias a niveles que exceden lo que
pueda explicarse por crecimiento del PBI o mejoras en la eficiencia de la AFIP.
La caída en el nivel de la actividad económica que quedó en
evidencia en el último bimestre de 2008 marca un mal pronóstico para 2009. La
desaceleración de la inflación impactará de lleno en la recaudación del IVA y la
sequía que afecta a gran parte de la producción agropecuaria se traducirá en
saldos exportables menores en cantidad y calidad. Las proyecciones que se
formulan al respecto son inevitablemente insuficientes, porque sólo tienen en
cuenta el impacto en las exportaciones de granos y carnes, pero no en los
efectos colaterales en otras actividades en las zonas de influencia.
Ese cóctel quedó reflejado en la evolución de la recaudación.
En el caso del IVA DGI, la combinación de desaceleración de la inflación y la
caída del consumo se puso de manifiesto mes a mes: si el crecimiento de la
recaudación de ese impuesto en septiembre fue del 43,5 por ciento respecto del
mismo mes de 2007, cayó a 33,8 por ciento en octubre, a 24,5 por ciento en
noviembre y a 13,4 por ciento en diciembre.
Pero además, el Gobierno no podrá valerse de la ya mencionada
diferencia entre los dos niveles de retenciones a la soja. Desde noviembre de
2008, la comparación interanual es entre porcentajes similares. Y si a eso se le
suma la caída de la cotización de la oleaginosa, la evolución es catastrófica:
147,7 por ciento en setiembre, 77,5 por ciento en octubre, -0,1 por ciento en
noviembre y -15 por ciento en diciembre.
Atento a este panorama más que preocupante, el Gobierno
comenzó a valerse en diciembre de otra medida "creativa". Con la supresión
del régimen previsional de capitalización, los aportes que antes iban a las
cuentas de las AFJP ahora pasan a la ANSES y, de esa manera, a engrosar los
números de la recaudación. En su afán por dar buenas noticias a toda costa,
la presidenta Cristina Fernández omitió referirse a esa "circunstancia" al
señalar que la recaudación de diciembre aumentó un 20,5 por ciento.
Esa omisión resulta lógica para un Gobierno que se prohíbe
dar malas noticias: sin ese nuevo aporte de casi mil millones de pesos, la suba
hubiera sido del 15 por ciento, inferior a la inflación real en los doce meses
transcurridos.
¿Alcanzarán esos nuevos recursos, aproximadamente unos 13 mil
millones de pesos anuales, para compensar lo que se perderá por derechos de
exportación e IVA? Quizás, a mediados de año, el Gobierno sorprenderá con un
nuevo hallazgo contable.
Marcelo Bátiz