El argumento ya ha sido escrito por la
prensa con un poco más de sutileza, pero circula por estas horas en un boca a
boca imparable. Cristina Fernández de Kirchner habría sido manipulada por el
gobierno de Cuba para convertirla en el instrumento imprescindible que cubriera
la necesidad de ese país de hacerle llegar a los Estados Unidos un mensaje de
"aquí estamos" y de mostrar a Fidel Castro vivo, justo el mismo día en que el
nuevo presidente, Barack Obama se sentaba por primera vez en el Salón Oval de la
Casa Blanca.
Por supuesto que se trata de una interpretación
cuasimaliciosa, pero bien valdría una aclaración por parte del Gobierno, ya
que si la afirmación fuese cierta, la misma sería terriblemente desdorosa para
la Presidenta y para su investidura. Si no hubiese prestado su consentimiento,
también lo sería para la República Argentina.
Otro tanto se ha dejado trascender de la escala caraqueña
de Cristina, lugar donde su presencia efectivamente le ha dado internamente al
presidente Hugo Chávez cierto aire, de cara al plebiscito del 15 de febrero,
cuando el venezolano se juegue la reelección eterna. A toda esta supuesta
fabulación colectiva ha contribuido también, en el caso cubano, la falta de un
severo reclamo presidencial por los derechos humanos en la isla, situación que,
por antecedentes y militancia, la Presidenta no podía haber dejado de lado. Si
bien, se ha dejado trascender de fuentes argentinas que hubo charlas referidas
al caso Hilda Molina, el misterioso episodio de la fotografía con Fidel,
obtenida después de una sigilosa visita propuesta sorpresivamente por Raúl
Castro, quien la llevó a encontrarse, a solas, con el líder cubano, fue la gota
que rebalsó el vaso de las especulaciones. Para colmo, la copia en papel de la
única imagen que las autoridades de la isla distribuyeron del encuentro,
realizada en un salón al que tampoco se le permitió la entrada al fotógrafo
oficial argentino, fue entregada unas 30 horas después de la toma por el
canciller cubano, quien viajó especialmente a Venezuela para dársela en mano a
Cristina, dentro de un sobre de papel blanco y en medio de una cena, trofeo que
ella le mostró orgullosa a Chávez y al resto de los comensales, sin imaginar los
dimes y diretes que el episodio iba a desatar.
Hoy, expertos en fotografía están desentrañando cuánto
photoshop tiene la imagen y en qué lugares se hicieron correcciones, ya que
algunas superficies, sombras y bordes parecen efectivamente retocados. También
los expertos señalan que la digitalización de imágenes podría haber permitido un
simple envío electrónico, sin necesidad de montar un show con respecto a la
entrega.
¿Por qué pasan estas cosas que resultan un evidente desgaste
para Cristina y también para Néstor y el resto de su Gobierno? ¿Por qué todo
queda bajo sospecha, aún aquellos episodios que la Presidenta cree de buena fe
que son importantes para "todos los argentinos"? ¿Quién es el culpable de tanta
incredulidad? Está claro que cada cosa que hacen o que promueven los Kirchner,
aquí o en el exterior, inmediatamente es pasada por el tamiz de las presunciones
y aparecen, con razón o sin ella, un sin número de cuestionamientos. Los
habitantes de Olivos suponen, con criterio político, que es la oposición la que
fogonea los malos tragos, aunque también la paranoia del poder a veces los
hace imaginar que es el "ánimo destituyente" de las grandes corporaciones, de la
oligarquía vacuna o de algunos gobiernos los que propician el esmerilamiento
permanente.
Sin embargo, han sido tantos los episodios de fracasos de
comunicación, de hablar con medias verdades o de amañar la realidad, tantos como
aquellos otros fracasos de gestión que algunos funcionarios nunca terminan de
pagar, que hoy la que descree de modo primordial es una parte sustancial de la
opinión pública más o menos informada.
En enero de 2006, empezó a deteriorarse la fe en el modelo,
ya que después de la desembozada manipulación de los datos del INDEC, nada ha
sido igual en la Argentina kirchnerista. Hasta entonces, la falta de
transparencia en muchas actitudes gubernamentales (falta de reuniones de
Gabinete, métodos poco claros de nacionalización de paquetes accionarios,
mínimas explicaciones en áreas de alto gasto, etc.) habían sido disimuladas por
la bonanza económica y cierta estabilidad. Casi una réplica del periplo
menemista. Pero, desde ese momento, la gente empezó a percibir en su propio
bolsillo cómo era engañada y lo que comenzó siendo casi un divertimento para
Néstor Kirchner, una jugarreta que le iba a hacer "ahorrar" al país muchos
millones en ajustes por CER, se transformó, de la noche a la mañana, en el punto
de quiebre de la confianza. A partir de allí, nada ha sido igual en materia de
credibilidad, ya que las susceptibilidades están a la orden del día, sobre todo
desde que se intentó reordenar el INDEC y se cambió la metodología de medición
de precios y nunca se hizo conocer, públicamente al menos, cuál es la lista de
productos relevados, aunque se invitó a algunos notables a recorrer el Instituto
y a mandar sus equipos para verificarla.
El viernes pasado, por ejemplo, los datos sobre actividad
económica del mes de noviembre (EMAE) fueron guardados en secreto hasta las 10
de la noche por la conducción del Instituto, ya que se temía decir que la suba
en noviembre había sido de 7,4%, cuando los indicadores sectoriales habían
estado por debajo.
Para que no pareciera todo tan difícil de digerir, sobre todo
en una semana en la que el Jefe de Gabinete, Sergio Massa, tal como hizo Silvio
Berlusconi en Italia, le pidió a los fabricantes que no retaceen la oferta y a
la gente que no tuviera temor de consumir, el Gobierno decidió adelantar de modo
inusual datos de diciembre que favorecían la pretensión de mostrar que la
actividad no decae. De allí que se conociera por anticipado -y sin que haya
evidencias sobre cuánto del relevamiento mensual se había efectuado- que el
último mes del año arrojará una suba de 7,4%, lo que estaría redondeando para
todo 2008 un crecimiento nada despreciable de 7,1%.
A la vez, la información oficial se encargó también de
mezclar verdes con maduras y se adelantó en tres días la difusión del Estimador
Mensual Industrial (EMI) que, para todo el año, subió 4,9% , con un modesto 2,3%
de aumento para diciembre, mientras que también se estimó el desempleo para el
cierre de 2008 en 7,3%, por debajo de la medición del año anterior, cuando había
arrojado 7,5%. Este dato estaba pautado originalmente para el 25 de febrero y no
se sabe si en el mismo ya se ha impuesto la "metodología Moreno" de preguntar si
"buscó trabajo activamente durante la última semana", en la que un "no" presume
que el entrevistado está efectivamente ocupado.
Es lícito pensar que tanta acumulación de datos el último día
de la semana hábil y a la hora en que se dieron a conocer todos juntos, no ha
tenido tanto que ver con una difusión comparativamente transparente, cuanto con
la necesidad de que aparezcan tarde y no en un día de semana, para evitar tapas
negativas en los diarios del día siguiente. Ante tanta manipulación informativa,
hasta los periodistas, por suerte, han vuelto a los orígenes y le están pasando
el plumero al manual cartesiano de la duda y de la corroboración de fuentes,
para chequear cada información que sale de las orillas del poder.
Pero la clase media, que presenció el fracaso de los
créditos para inquilinos con cuotas iguales a un alquiler y que ahora comprueba
que tuvo razón, ya que la parte de las cuotas variables está comenzando a
impactar duro en el presupuesto de los que lograron acceder a los mismos, o
que hoy está consternada por los aumentos demenciales que muestran sus facturas
electricidad, no es fácil de arrear y está aún renuente con los planes de
heladeras baratas o de autos económicos. Desconfía.
Que las cosas no son tan diáfanas en materia de difusión,
pudo comprobarse durante la última semana, cuando muchos medios fueron
sorprendidos por trascendidos policiales sobre el prontuario de un taxista que
había muerto baleado en una calle de Buenos Aires, episodio que provocó un duro
cruce y epítetos varios ("una pelea de alta peluquería" había dicho alguna vez
Aníbal Fernández sobre una altisonante discusión entre Chiche Duhalde y Cristina
Fernández) entre el ministro de Seguridad y Mauricio Macri. Si la idea era tirar
la honra del muerto a los perros sólo para decir por qué se le había otorgado el
Registro al taxista y caerle con todo al Jefe de Gobierno porteño, la situación
no tenía asidero, ya que el documento para conducir era del año 2006, cuando el
intendente porteño era Jorge Telerman. Pero la operación de desgaste fue
efectiva y la misma dejó una vez más en claro la falta de cintura política del
macrismo, que no ha sabido cómo salir de modo airoso de cada uno de estos
trances a los que lo somete el gobierno nacional.
Por último, estuvo la resolución del caso Bergara, el
empresario secuestrado por el que se pagó rescate el viernes a la madrugada, en
Pinamar. Fue al menos imprudente de parte de Daniel Scioli haber dicho
públicamente que pronto habría novedades y así se lo facturaron desde Olivos. A
medida que pasaban las horas, la opinión pública sentía que esas palabras sólo
habían sido pronunciadas para ganarse el crédito de la operación de rescate, en
un episodio de inseguridad extrema que llevaba más de un mes sin ser resuelto,
mientras desde lo más alto del poder se lo amenazaba sutilmente al gobernador
con la intervención de la policía provincial, si la cosa no se resolvía lo más
rápidamente posible. Los políticos, una vez más. han tratado de poner por
delante y a toda costa, el marketing y el posicionamiento mediático antes que la
gestión y esto es lo que mucha gente ya no siente genuino, por lo que duda,
aunque sea en un primer instante, de cada acción de Gobierno. Todo un desafío
para cambiar en un año electoral, aunque es sabido que las naturalezas no pueden
ser cambiadas.
Hugo Grimaldi