Con el telón de fondo de la crisis global
y la seguridad plena de que la misma ya le pega fuerte a la Argentina —y todavía
más fuerte por sus propias dificultades— los temas de la realidad se han
disparado en estos días como una ametralladora. Ni la afiliación peronista del
presidente Obama ha podido hacer nada, por ejemplo, para torcer la sensación
térmica, en relación al frío que se palpa en el nivel de actividad, presagio de
despidos, y en el termómetro de la recaudación fiscal.
El viaje de la Presidenta a España, el patético show por
Aerolíneas Argentinas, la tensión en aumento entre el Gobierno y el campo
que se potencia cada vez más rumbo hacia un final impredecible y la sucesión
interminable de tarifazos que puede terminar en cacerolazos múltiples, fueron
una sucesión de flashes que no se pueden desatender, como parte de la
agenda informativa de la semana.
Pero el dato más saliente para el futuro político ha tenido
que ver con que ya se visualizan en el universo eleccionario tres esferas más o
menos nítidas que tienen la mira puesta en las legislativas, aunque seguramente
ahora vendrá la pelea por saber cuál de ellas se colocará más a la izquierda y
cuál al centro, cuando hay todavía algunos personajes que no han decidido del
todo qué lugar en el mundo planean ocupar. Por un lado está el kirchnerismo
pejotista y sus nuevos y viejos aliados transversales; por otro, la unión entre
la Coalición Cívica, la UCR y el socialismo y también ahora, la probable
conjunción entre el peronismo disidente de Felipe Solá y el macrismo. Todos
ellos parecen ir conformando, más allá de otras fuerzas menores o distritales,
los tres polos más o menos corpóreos entre los que se podría dividir la
preferencia del electorado en octubre.
El juego a develar estará dado en saber que pasaría si la
opinión pública se polarizara entre dos de ellos o si las chances se consolidan
en tercios más o menos parejos. Si bien es una elección legislativa que renueva
escaños, por lo cual la suma de los votos parece secundaria, si el kirchnerismo
fuese una de las fuerzas que queda en el firmamento con 40 por ciento de la
intención de voto, por ejemplo, no se sentiría perdidoso, habría dividido a
la oposición y se repetiría un esquema similar a las presidenciales de 2007.
Pero si es el excluido, o aún en la opción de los tercios, el
oficialismo se las vería en figurillas para retener la misma cantidad de bancas
que pone en juego. Está claro que una polarización entre las esferas B y C, con
el kirchnerismo en retirada, sería un límite casi decisivo para la carrera
política de Néstor Kirchner y que también se habrá generado un serio
condicionante para la gobernabilidad, durante los dos últimos años del período
constitucional de su esposa. Al respecto, la otra clave a desentrañar será saber
si el ex presidente volverá a ser el administrador cuidadoso de los años de oro
en Santa Cruz y en la Nación, con un ancla de caja en importantes sobrantes
fiscales o si está vez, para intentar conservar el poder, rifa todo y lo pierde.
Alrededor de todos los movimientos políticos todavía hay
demasiadas declaraciones, dedicadas a punzar a rivales y a futuros aliados y
muchas de ellas sólo son parte de un chisporroteo de posicionamiento. Habrá que
separarlas necesariamente de lo que sucederá en realidad. En este entendimiento,
también se verá cómo durante los próximos días ya se irán ubicando los que aún
no tienen lugar en el universo que se ha comenzado a delinear: Carlos Reutemann,
Julio Cobos, Roberto Lavagna o Francisco de Narváez, entre otros.
Entre todos, el caso Reutemann es paradigmático, ya que el
senador aún no puede deglutir lo que considera una traición, cuando desde la
Casa Rosada se hizo saber de modo oficioso que sus planes para la provincia de
Santa Fe tenían el aval del kirchnerismo. Pero por otro lado, en el colmo del
pandemónium de declaraciones, Elisa Carrió deslizó que le agradaba el ex
piloto para ficharlo por la Coalición Cívica, un tiro por elevación hacia sus
socios del socialismo en Santa Fe, quienes le disputarán, con su apoyo, la
senaduría al "Lole".
Dicen sus allegados, que el disputado Reutemann tiene muy
en claro que todo lo que huela a kirchnerismo en su provincia es sinónimo de "piantavotos"
y que por eso irá a la pelea sólo con su prestigio. La figura de Néstor
Kirchner como salvavidas de plomo es compartida, además, por el gobernador de
Córdoba, Juan Schiaretti y por muchos intendentes del Conurbano, quienes por un
lado estiran la mano para recibir dádivas del Gobierno, aunque por otro ya están
pensando en armar listas paralelas para darle apoyatura también a Solá y para
quedarse con mayoría en los concejos deliberantes, de una u otra forma. La
sombra de Eduardo Duhalde, todavía pesa.
Reutemann tampoco quiso subirse al avión presidencial para ir
a España, para no compartir espacios comunes con Agustín Rossi, pero
primordialmente para evitar más presunciones sobre su adscripción kirchnerista.
Diferente ha sido el temperamento de Hugo Moyano, quien ha sido invitado por el
poder y aceptó el viaje, sin reparos de ninguna especie, aún cuando son tiempos
de discusiones salariales, en un contexto de pérdida de puestos de trabajo que,
por ahora, el ministerio que dirige Carlos Tomada pilotea como puede.
Asiduos visitantes al edificio de la avenida Leandro N. Alem,
adonde funciona la cartera laboral, dicen que los funcionarios están desbordados
y que los pasillos se muestran abarrotados de casos de pequeñas empresas que
buscan alguna flexibilidad para sobrevivir y de conciliaciones que no
trascienden a la prensa, mientras las declaraciones de los jerarcas sindicales
hablar de mantener el empleo y simultáneamente mejorar el salario real de los
trabajadores. Moyano es de los que cree que la raíz del desempleo se puede
arreglar en un pacto tripartito con los empresarios y el Estado y piensa abordar
este domingo la cuestión con la propia Presidenta, ya en Madrid.
Esta reunión será sólo un apéndice menor de la faena que
deberá acometer Cristina Fernández desde el lunes, en un país donde el gobierno
de José Luis Rodríguez Zapatero está dispuesto a hacer un nuevo y último
esfuerzo para salvar la relación estratégica con la Argentina, pese a los
cortocircuitos empresariales. La Moncloa ha buscado que la visita no carezca de
brillo, Cristina ha sido condecorada con el Collar de la Orden de Isabel la
Católica y habrá cena de gala con el rey Juan Carlos y su esposa. Al fin y al
cabo, el país ha sido destino predilecto de las inversiones españolas. Pero
nada ha podido hacer para que las cámaras empresarias españolas le hagan una
recepción formal a la Presidenta, aunque de modo individual algunas empresas
le darán la bienvenida con anuncios de inversiones y avisos en los diarios.
Igualmente, el clima de los privados está espeso con la
Argentina. La compra de parte de Telefónica de una porción minoritaria en
Telecom Italia ha servido en la Argentina para trabar el desembarco pleno de los
italianos en la Telecom local. La Comisión de Defensa de la Competencia ya casi
ha prejuzgado que, de hacerlo, habría monopolio y está la operatoria del triple
play en danza. Hay quienes sugieren que se podría producir otra mejicaneada, tal
como se caratula en España el caso Marsans. Al respecto, hay consenso entre los
empresarios españoles que Aerolíneas Argentinas y Austral les han sido
arrebatadas con malas artes a Gerardo Díaz Ferrán y a Gonzalo Pascual Arias.
Justamente, este último, hace una semana y media, lo puso de vuelta y media al
secretario argentino de Turismo, Enrique Meyer, en medio de una presentación en
una feria de hotelería, cuando contó públicamente cómo habían sido despojados de
la línea aérea.
El gran contrasentido de todo el culebrón por Aerolíneas es
que ahora el gobierno argentino quiere arreglar con Marsans para que ésta retire
la demanda ante el CIADI por la expropiación de las empresas, tomando parte de
un contrato que los españoles tenían con el fabricante francés de aviones Airbus.
Lo más difícil de conseguir ha sido que los ibéricos se hagan cargo de
garantizar el pago del estado argentino, ya que en España también, si alguien se
quema con leche, cuando vé una vaca, llora. La empresa —que podría ser ayudada
al respecto por el gobierno de Nicolás Sarkozy para que no pierda el contrato—
tampoco puede otorgar financiación de terceros, ya que la Argentina está
inhibida, por no tener su deuda en regla con el Club de París. No obstante, la
Presidenta confía en encontrar una solución contra reloj, para poder anunciar el
acuerdo antes de su regreso.
Esa revelación había sido la excusa para armar el jueves
pasado todo un gran show en Olivos, para celebrar la reestatización de las dos
compañías, junto con la firma de un acta que asegurara la paz social. Ni una
cosa ni la otra. Entre aplausos y vítores, los gremios y el ministro de
Planificación, Julio De Vido firmaron un Acta en blanco que, cuando se
escriba, no contendrá ni una sola línea en relación a que no haya paros durante
los próximos meses. Mientras tanto, como si fuera verídico, el acto
trascendió a través de la televisión, con discurso presidencial incluido, para
llenarle el ego a una mayoría, que según las encuestas, añoraban el manejo
estatal de la línea de bandera.
Sin embargo, ya hay constancias de que la administración de
las compañías avanza hacia multiplicar su ineficiencia. Por ejemplo, si se
concreta la compra de los Airbus para cabotaje y vuelos internacionales,
más los 12 aviones Boeing 737 que anunció De Vido para Aerolíneas, más la
incorporación de aviones de la brasileña Embraer para vuelos de cabotaje
de Austral y se le suman los MD que hoy están volando, ambas compañías, en vez
de tender a la utilización de una monoflota, como todas las demás lo hacen hoy
en el mundo para optimizar costos, estarán volando con aviones de los cuatro
fabricantes, con tripulaciones diferentes, cuádruple entrenamiento, repuestos al
por mayor y técnicos especializados por marca, todo un incordio con final de
película repetida.
En la Argentina, la experiencia indica que quienes ayer
aplaudían por una cuestión nacionalista, situación que tanto hizo sonreir a la
Presidenta, serán los primeros que empezarán a sufrir en su rol de
contribuyentes y así se lo facturarán al propio Gobierno, que lo que menos
necesita este año es abrir nuevos agujeros en el gasto público, su gran talón de
Aquiles de cara a octubre.
Hugo Grimaldi