La magnitud de la crisis que enfrenta el
agro nacional, levemente aplacada por la promesa oficial de seguir dialogando la
semana próxima, volvió a mostrar un escenario enrarecido a pocas horas de ese
encuentro cuando el frágil equilibrio que se logró el martes estuvo a punto de
tumbarse por versiones que apuntaban a ese objetivo.
Desde que finalizó aquella reunión, la dirigencia ruralista
bajó el tono encendido para enumerar las cosas que quedaron en el tintero del
debate, incluyendo las retenciones, con excepción de los temas eje que llevaron
para exponerle, sin éxito, a Débora Giorgi. En cambio, acentuaron con la
precisión de un cirujano las razones para desactivar los engranajes arrolladores
de la ONCCA, el obstáculo más fuerte que viene paralizando el despegue
productivo desde la última etapa del gobierno de Néstor Kirchner.
El organismo más poderoso en gestión, control y manejo de
fondos desde entonces, fue perfeccionando mecanismos que limitaron con la
perversidad para canalizar la producción rural, y provocó que naufragara más de
una negociación entre campo y Gobierno al no flexibilizar ninguna pauta que
permitiera llegar al diálogo.
Si algo quedó flotando en aquella reunión con propuestas
unilaterales, según los propios ruralistas, fue que sí había un fantasma
sobrevolando que enrarecía el oxígeno en el despacho de Giorgi. Esta vez no era
el de Guillermo Moreno sino el de Ricardo Echegaray, el hombre que hace más de
dos años elevó de un plumazo el tibio perfil de la ONCCA, con la finalidad de no
dejar flanco sin atacar cuando el 'adversario' fuese el campo.
La oportunidad para desplegar todo su ingenio llegó de la
mano de la polémica resolución 125. Sin embargo, los productores tomaron nota
del dato y aceptaron casi monacalmente el convite de la próxima semana con la
idea fuerza de retomar el diálogo con un tema excluyente: la necesidad de
reformular las funciones del poderoso organismo, argumentando la inminencia de
la campaña triguera y la necesidad de contar con señales claras para encarar el
ciclo con tecnología de punta para optimizar rindes.
Del devenir de ese objetivo dependerá el cómo y para qué de
la siembra de granos gruesos, la que deja la verdadera plata fuerte para las
arcas del fisco, ávido de divisas frescas y genuinas. Por eso, la dirigencia
casi se selló la boca y sólo emitió sonidos de disconformismo por lo hablado y
sólo enunció los temas pendientes, no sin aclarar que 'confiaba' en el devenir
del próximo encuentro, mientras intensificaba los contactos con la gente del
interior para aplacar los ánimos por unos días más.
Sorpresivamente, alguien pateó el tablero y las versiones
sobre una nueva avanzada oficial en materia intervencionista estuvo a punto de
que la paciencia ruralista estallara en mil pedazos. En la superficie, por lo
menos, no sucedió y las voces más conciliadoras del campo se apresuraron a decir
que el agro 'hace tiempo' que está en alerta y movilización, para no tropezar
dos veces con la piedra que, inevitablemente, aparece en el camino de forma
sistemática cuando las cosas apuntan a recomponer el diálogo.
"No seremos nosotros quienes embarremos la cancha esta vez",
afirmó un encumbrado dirigente y prefirió no opinar, en cambio, acerca de las
perspectivas de expresión que proyecta la apertura de Expoagro, el
miércoles venidero. Sí admitió que ese ámbito será tribuna inevitable de
opinión, nada sencilla de contener, para la que habrá que recurrir a una buena
dosis de paciencia y actitud convincente para evitar desbordes.
De hecho, la serenidad con que se manejaron dirigentes
sólidos del sector irritó a más de uno en el ámbito oficial. Los líderes
ruralistas recogieron el guante frente a la inocultable actitud de socavar las
raíces agropecuarias y pusieron en marcha una estrategia con apariencia de
cultura zen para evitar el derrumbe de un diálogo recién nacido.
Gladys de la Nova