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La muerte les sienta bien

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DE MUERTES DUDOSAS Y POLÍTICA MAFIOSA
DE MUERTES DUDOSAS Y POLÍTICA MAFIOSA

Violentas

 

   Violentas, teñidas de sospechas y vinculadas con dinero sucio o dudoso. Y rigurosamente impunes gracias a un patrón común de Justicia lenta o lela.

    Un puñado de muertes que salpicaron la última década y media lograron silenciar para siempre a personajes que ponían en peligro negocios demasiado cercanos al poder político, y al mismo tiempo abrieron cauce al escepticismo de la gente.

   En la tradición de muerte violenta que nos acompaña a los argentinos desde que tenemos historia, la desaparición del banquero Rodolfo Clutterbuck, los peculiares "suicidios" del brigadier Rodolfo Echegoyen, del marino Horacio Estrada y del empresario Marcelo Cattáneo, y los asesinatos del subcomisario Jorge Gutiérrez y del contador Mariano Perel y su esposa conforman el capítulo de la muerte sinuosa.

   Sinuosa en sus orígenes y deliberadamente ambigua en sus objetivos: silenciar a algunos, amenazar a otros con una suerte similar.

   En su mayoría ocurrieron, además, en la década menemista, la que concentró los peores atentados de nuestra historia con las voladuras de la embajada de Israel, de la AMIA y de Río Tercero. Tres masacres tan impunes como aquellas muertes.

   De ahí el escepticismo y la suspicacia de la gente, que duda hasta del suicidio de Alfredo Yabrán y no descarta que en el crimen de María Marta García Belsunce incidiera la relación empresarial de ella y su esposo con los dueños del quebrado Banco General de Negocios, los hermanos Carlos y José Rohm, el primero procesado por asociación ilícita y el otro, prófugo y protegido en los Estados Unidos.

   Porque todo -hasta una hipótesis endeble- puede ser verdad cuando la Justicia calla, o fabrica laberintos donde enredarse, y el poder encubre sus delitos cometiendo crímenes peores que aquellos que quiere encubrir.


Corporación criminal


    La "mayor corporación criminal de la historia moderna", según Time, abrió su sucursal porteña el 8 de mayo de 1988 con el nombre que tenía en el resto del mundo, BCCI, y gracias a coimas que, para el fiscal neoyorquino Robert Morgenthau, el empresario saudita Gaith Pharaon habría pagado a funcionarios radicales.
   El gobierno de Raúl Alfonsín otorgó a Pharaon la residencia argentina en el preciso momento en que el Senado norteamericano comenzaba a investigar al BCCI por lavar narcodólares, y negociar con terroristas y traficantes de armas y drogas como el sirio Monzer Al Kassar, viejo conocido de la Argentina.
   Un informe del Banco Central señala que Rodolfo Clutterbuck, directivo de Alpargatas, del Banco Francés y vicepresidente del Central en 1982, fue la llave para que Pharaon trajera dinero árabe a la Argentina.
   Si bien esto lo ha negado su hijo Alan, en la investigación de la jueza María Servini de Cubría a Pharaon por presunto lavado figura que Clutterbuck puso en contacto a Pharaon con los Gotelli, entonces dueños del desaparecido Banco de Italia, para que el obeso dueño del yate Le Pharaon comprara la participación del Italia en el Banco Finamérica y abriera el BCCI en Reconquista 579.
   Al frente del Finamérica se encontraba Carlos Alberto Carballo, que acompañará a Erman González en los ministerios de Economía y Defensa y resultará procesado por el contrabando de armamento a Croacia, y desprocesado por la Corte hace dos semanas.
   El 16 de octubre de 1988, cinco meses después de inaugurarse el BCCI, Clutterbuck fue secuestrado por un grupo comando. Nunca más se supo de él y durante años la familia publicó solicitadas ofreciendo dinero a quien aportara datos.
   "Con la Federal, al principio pensamos en un autosecuestro. Luego -recuerda un alto funcionario judicial-, no descartamos la intervención de alguien del Banco de Italia. ¿Sabe que un socio del Finamérica se negaba a vender su parte, hasta que lo convencieron? Sospechamos que lo secuestraron, pero él lo negó."
    Pharaon, que contó con el apoyo de Alberto Kohan, erigió el hotel Hyatt, pero en 1991, con el derrumbe mundial del BCCI, él y su foto entraron en la página de fugitivos del FBI en Internet.
   El saudita habría sido un testaferro del BCCI, el banco al que el Senado norteamericano acusó de "delinquir auxiliado por funcionarios de muchos gobiernos, cometer fraudes de miles de millones de dólares, lavar dinero, apoyar el terrorismo y el tráfico de armas y pagar a políticos prominentes".
   Un dato sugerente: el continuador de algunos asuntos del BCCI entre nosotros fue el Banco General de Negocios de los Rohm, digno heredero que canalizó coimas del contrabando de armas y del negociado IBM-Banco Nación, dos escándalos con sendos suicidios dudosos.

"Estoy amenazado"

    -Frente a la droga, me paro. Estoy juntando documentación y no me callaré.
   Del otro lado de la línea Juan José retenía las últimas palabras que le oiría a su hermano Rodolfo Echegoyen, brigadier retirado y administrador nacional de Aduanas.
   Terminaba 1990 y días más tarde el brigadier le arrancó a la agenda hogareña la hoja de la Y.
   -En esta casa no se habla más de Yabrán -ordenó.
   Por intermedio de Erman González, Yabrán lo puso al frente de la Aduana el 1° de febrero de 1990. A los pocos meses a Echegoyen le informaron sobre tráfico de drogas y otros delitos a través de Edcadassa, el depósito fiscal atribuido a Yabrán, y de la aduana de Ezeiza, donde trabajaba el sirio Ibrahim al Ibrahim, esposo de Amira Yoma, la cuñada de Carlos Menem.
   -Estoy amenazado -le avisó a un familiar. Antes de un viaje a Ezeiza a su auto le habían aflojado una rueda.
   Echegoyen renunció el 7 de noviembre de 1990. El 12 de diciembre se lo vio feliz. Se había casado su hijo Rodolfo. A las 20, sonó el teléfono.
   -Tengo que ir a una reunión importante -explicó.
   Al día siguiente apareció su cadáver en la oficina, con un balazo en la cabeza. El 38 Smith & Wesson colgaba del pulgar y no del índice, y su frente lucía un moretón que nadie notó la noche anterior. Estudios posteriores no hallaron rastros de pólvora en su mano.
   La década menemista había producido su primer suicidio dudoso, eufemismo de asesinato encubierto o suicidio inducido.
   Pese a que el juez Roberto Marquevich le habría dicho a un hijo del brigadier que la causa era pesada e interesaba al poder político, la cerró dos veces como suicidio. Franco Caviglia, abogado de la familia, le cuestionó que no investigara la fractura de los huesos de la nariz, además del hematoma, y que no peritara una dudosa carta que dejó el aviador y que hablaba de "este suicidio político". Su firma luego se probó falsa.
   Marquevich pasó al juzgado federal de San Isidro, en el que después se registraron 44 comunicaciones telefónicas con empresas de Yabrán.
   Mientras la causa de Echegoyen marchaba hacia un futuro sobreseimiento, en la madrugada del 29 de agosto de 1994 el subcomisario de la policía bonaerense Jorge Omar Gutiérrez tomó el tren en Avellaneda. Nunca llegó a Quilmes. Un balazo en la nuca puso fin a su vida y a su investigación del depósito fiscal Defisa, involucrado en la Aduana paralela.
   Mario Grinschpun, directivo de Defisa, integraba Express SRL, la despachante de Aduana que intervenía en el contrabando de oro a Estados Unidos y que actuará, a través de Edcadassa, en el contrabando de fusiles a Ecuador.
   Uno de los pilares de este contrabando fue el capitán de navío (R) Horacio Estrada, condenado en 1987 por veintiún casos de tortura en la ESMA.
   A salvo con las leyes de punto final y obediencia debida, Estrada comerciaba armas con el traficante franco norteamericano Jean Bernard Lasnaud e integraba la fundación Fepac, de Kohan, aunque éste lo ha negado.
   Con Lasnaud y el teniente coronel Diego Palleros, Estrada contrabandeó en febrero de 1995 cinco mil fusiles FAL del Ejército y nueve millones de municiones. Luego de pagar más de siete millones de dólares, el comprador ecuatoriano Roberto Sassen van Elsloo denunció que el material era obsoleto, dato que acaba de confirmar Lasnaud tras llegar extraditado desde Suiza.
   El 21 de agosto de 1998, en su indagatoria, Estrada se negó a responder. Cuatro días más tarde el marino, que era diestro, apareció muerto en su departamento con un balazo en la sien izquierda. Una botella de champagne abierta en la heladera, dos copas y un video pornográfico en la videocassettera atestiguaban que el suicidio no estaba en sus planes.
   Dos años más tarde el juez Facundo Cubas confió al cronista que no creía en un suicidio a secas, sino "en un crimen por encargo o un suicidio inducido por una presión fuerte. Si lo mataron, fue alguien muy conocido suyo. Es un misterio. Quise viajar a interrogar a Sassen porque dijo que Lasnaud mandó matar a Estrada, pero la Cámara del Crimen no autorizó el viaje".
   Consultado por LA NACION, Sassen reiteró sus sospechas: "Lasnaud fue quien `suicidó´ a Estrada, pues era el único que podía incriminarlo. Cuando iban a citarlo de nuevo apareció muerto. Le había dicho a la hija que la visitaría el fin de semana y había comprado un vehículo. Cuando lo acusaron por las desapariciones no se suicidó, sino que hizo lo que todo cobarde, fugarse".
   Seducido por las respuestas de Lasnaud, dos semanas atrás el juez Julio Speroni le dictó la falta de mérito en el contrabando de armas y lo autorizó a viajar a París.

Un llamado a Presidencia

    En noviembre de 1995 voló la Fábrica Militar de Río Tercero, epicentro del contrabando, y con ella parte de la ciudad cordobesa. El hecho va a juicio como una falla en la seguridad.
   Al año siguiente la caída de un helicóptero del Ejército en Palermo mató al general Juan Carlos Andreoli, pivote de todos los envíos ilegales de armas, y al coronel Rodolfo Aguilar, que supo del contrabando a Ecuador. El 30 de diciembre la viuda de Aguilar fue amenazada de muerte.
   Al menemismo se le "suicidaron" en 1998 tres personajes que se habían vuelto incómodos. Estrada, Yabrán -con un escopetazo que le licuó el cerebro cuando lo buscaban por el homicidio del fotógrafo José Luis Cabezas-, y alguien que amenazaba con hablar de las coimas del caso IBM-Banco Nación.
   Marcelo Cattáneo desapareció el 30 de septiembre de 1998. Fue vicepresidente de Consad, una empresa de su hermano Juan Carlos, ex subsecretario de Kohan en la Secretaría General de la Presidencia. Consad y otra firma pagaron 37 millones de dólares en coimas para que IBM informatizara las sucursales del Banco Nación.
   Ambos hermanos estaban acusados por el negociado, pero poco antes de esfumarse Marcelo había empezado a filtrar información. Más interesante aún: el día de su desaparición visitó a su abogado Luis Dobniewski, y ese día alguien llamó desde esa oficina a la Presidencia de la Nación.
   El cadáver de Cattáneo apareció colgado de una antena junto a la Ciudad Universitaria el 4 de octubre de aquel año, con ropas que no le pertenecían y un recorte de LA NACION sobre el caso plegado en su boca. En la camioneta que usó para desaparecer sólo se hallaron ejemplares de Clarín. Su viuda nunca creyó en un suicidio.


Crimen en Cariló


    Y suicidio, precedido de homicidio, fue la hipótesis que la Policía Bonaerense quiso instalar cuando en un apart-hotel de Cariló se encontraron los cuerpos del contador Mariano Perel y su esposa.
   Fue el 4 de febrero de 2001, mientras la diputada de ARI Elisa Carrió tenía en vilo a los bancos y al gobierno de la Alianza con sus denuncias de lavado ante una subcomisión del Senado norteamericano.
   Pese al afán de la Bonaerense, la Justicia determinó que Perel no mató a su esposa y se suicidió, sino que alguien les disparó en la nuca después de dormirlos con éter etílico.
   Personaje oscuro, experto en ingeniería para la fuga y el lavado de dinero, en 1996 Perel temió que lo abandonaran a su suerte en una investigación al banco Mercurio, donde trabajaba.
   Entonces escribió un texto para sus familiares en el que reveló presuntas irregularidades de la entidad y de prominentes banqueros, y tuvo el buen tino de aclarar que lo hacía por temor a que "hagan aparecer que me estoy suicidando, cosa que está muy lejos de mis intenciones". Perel conocía el paño.

 

Ana Grillo

 

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