Lenta, pero incesantemente, crece la
figura de Francisco de Narváez, un personaje raro y dueño de una fortuna que
supera los 700 millones de dólares. Otrora dueño del predio de la Rural, compró
hace poco el 50 % de la empresa que controla el canal de TV América 2 y
es dueño del 20 % del diario Ámbito Financiero.
Nacido en Colombia, pero "argentino por elección", De Narváez
fue dueño de Casa Tía —comenzó a trabajar allí a los 17 años— y tuvo un
intento de suicidio en el año 1992. Aunque ahora intente alejarse de su
pasado, en su momento se presentaba como un "empresario que apoya al menemismo".
Su abuelo materno, Carlos Steuer, llegó a la Argentina en
1939, desde Checoslovaquia, empujado por la guerra que azotaba Europa. En
Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania, era dueño de las casas Te-Ta, que en checo
significaba "Tía". Una cadena de negocios provistos de regalos para niños,
baratijas, muñecas, lápices de colores y dulces. Es decir, basada en el concepto
de todo lo que una "tía" compraba para sus sobrinos. Al poco tiempo, armó la
empresa en la Argentina llamada Casa Tía, en sociedad con un amigo y
compatriota, Federico Deutsch. La empresa creció rápidamente en medio de una
fuerte demanda, una economía próspera y la ausencia total de competencia
agresiva.
Francisco comenzó a trabajar allí a los 17 años donde,
después de la muerte de su abuelo, tuvo que ponerse al frente de la compañía.
Después de varios estudios, de Narváez comandó una
especie de golpe interno que descabezó al staff original de la compañía e
inició un camino para la renovación total de la casa. Hasta ese momento
Francisco trabajaba junto a su hermano Carlos. Doris Steuer, accionista junto a
Andrés Deutsch, pensaba que sus dos hijos formarían un buen equipo: Carlos era
el "creativo" y Francisco era el "pragmático". Pero las cosas entre ellos iban
de mal en peor, no coincidían ni en lo más mínimo. Y llegó un momento en que
Francisco, harto de las disputas, enfrentó a los accionistas, entre ellos a su
madre, con el argumento de que Tía necesitaba que una sola persona tomara las
decisiones y que si esto no ocurría, él se apartaría de la empresa. A partir de
entonces, Carlos pasó a hacerse cargo de la construcción de un lujoso mall de
10.000 metros cuadrados y de abrir nuevos locales de Tía. Y Francisco tomó en
sus manos el control total del negocio familiar.
A los dos meses, el acuerdo fracasó y Francisco le pidió a su
hermano que abandonara la compañía. Carlos se negó y Francisco levantó el
teléfono y llamó a una empresa de fletes, que media hora después cargó en un
camión todas las pertenencias de Carlos de Narváez. Tiempo después del
traumático despido de su hermano, la guillotina de Francisco cayó y arrasó a
gran parte del personal antiguo de la firma, aun a aquellos que venían de la
época de su abuelo. Finalizada la tarea, Francisco se retiró en 1993 y se dedicó
a atender los otros negocios de la familia. Sin embargo, era tan honda la huella
que Francisco había dejado en Tía, que durante meses nadie se animaba a usar la
cochera que le había pertenecido.
Dice De Narváez en un reportaje a la revista Poder:
"En 1992 me quise suicidar. El proceso de gestión que tuve que liderar en la
empresa, los cambios dolorosos y el estrés al que estaba sometido, me quebraron
emocionalmente. Salía a correr a las cinco de la mañana y regresaba a casa a
media noche. No podía dormir. Un día, desesperado, me metí en la habitación de
un hotel de Buenos Aires con una pistola. Estuve un día entero encerrado,
imaginando cómo me pegaba un tiro. Quería terminar con todo, no aguantaba más. Y
finalmente no lo hice. Esto implicó un click en mi vida. Me hice un
replanteo sobre qué iba a poner sobre la mesa y hasta dónde estaba dispuesto a
ceder. Lo que pasa es que esta sociedad occidental nos impregna de una cantidad
de premisas equivocadas. El camino detrás del tener es insaciable. Y yo tenía
una ambición desmedida por tener y tener".
De Narváez se hizo fuerte luego de asociarse con Carlos
Ávila, entrando al canal comprando un 30% de Ávila Inversora S.A. (AISA),
que además de controlar este medio tiene el 100% de Radio La Red y el 20% de
Ámbito Financiero.
La operación se cerró poco después de que De Narváez se
bajara del avión presidencial que volvía de Alemania, en una gira que realizó
una comitiva oficial kirchnerista. Con ese dato, el círculo cerraba
perfectamente para Ávila: un empresario que aporta capital y buenos contactos
políticos.
Pero el contexto cambió algunas semanas después, cuando De
Narváez se acercó a Duhalde para integrar una eventual lista de candidatos a
diputados en la Provincia de Buenos Aires. A partir de entonces, la pregunta que
asomó en muchos lugares es cómo afectaría a América TV la alineación del
empresario y político con Eduardo Duhalde.
En cuanto a la publicidad oficial, Avila tiene otra razón
para sentirse tranquilo: su sociedad con Enrique Albistur, secretario de Medios
de Comunicación del gobierno nacional. Comparten Wall Street, la
firma que comercializa las pantallas municipales de la Ciudad de Buenos Aires.
De éstas, alrededor del 40% son de Avila y el resto de Albistur.
Las distintas sociedades con De Narváez y Albistur son, en el
caso de Avila, regla y no excepción. El "dueño" del fútbol se especializa en
tejer acuerdos con empresas o grupos enfrentados sin salir dañado. Comparte la
transmisión y comercialización del fútbol con el Grupo Clarín, mientras
que posee el 20% de Ámbito Financiero; está en AISA con Daniel Vila y
José Luis Manzano, competidores en el cable del principal multimedios argentino;
tiene sociedades con Eduardo Eurnekian y Daniel Hadad.
Actualmente posee una gran fortuna personal y fundó una
compañía de Internet llamada Next International, donde invirtió 35
millones de pesos.
Parte de su pasado está muy bien oculto por De Narváez:
tiene que ver con la importación de orquídeas colombianas de la mano del
sospechoso empresario Samuel Liberman, sospechado de lavar dinero del
narcotráfico. El mismísimo Alfredo Yabrán blanqueó capitales de la misma
manera, importando flores, lo cual hace crecer las sospechas.
Oportunamente, el colorado candidato deberá explicar esta
última parte de su pasado.
Ana Grillo