Cristina Fernández de Kirchner acaba de pedirle "reflexión" a las patronales rurales quienes, a su juicio, podrían haber conseguido mayor rentabilidad hoy con las retenciones móviles que con la alícuota fija de 35 por ciento vigente para las exportaciones de soja.
También, y a pura lógica, la Presidenta fustigó con dureza a la oposición, porque desde el vamos ya le dijo que no a un proyecto que busca reformular la Ley de Radiodifusión, normativa que aún no se conoce.
Sin embargo, tras finalizar su discurso en Olivos, Cristina ridiculizó a un cronista de un canal de televisión por cable, solicitándole "originalidad" en el bocadillo-pregunta que el periodista intentó meter de asalto, pese a que el contacto con la prensa es restringido y selectivo.
Desde la crítica lineal, se podría describir la situación diciendo que en las dos primeras apelaciones la Presidenta se mostró ella misma sumamente reflexiva, pero que, ante la pregunta, hecha con la técnica simple que tienen los movileros de evitar rodeos para lograr así respuestas contundentes, se puso a la defensiva y se le soltó la cadena.
Ahora, si por reflexionar, el periodista de C5N le hubiera preguntado por qué ella misma no remedia la situación de los productores rurales con una simple Resolución que baje las retenciones al nivel que hubiera correspondido si la 125 estuviese en vigencia, debería especularse que, aunque no le hubiera gustado el contenido, probablemente Cristina podría haber respondido el interrogante.
Y hablando de reflexividades, al respecto, la Presidenta debería mirar un poco más hacia adentro de su propia casa, ya que, por personalidad y formación, ella y su esposo hoy parecen estar jugando respectivamente el rol del "policía bueno" y el rol del "policía
malo". Cristina, a través de discursos muy bien estructurados desde lo intelectual y Néstor, titular del PJ, con una tipología que roza entre lo sanguíneo y lo colérico. Si se piensa que el Gobierno en sí mismo no es tampoco demasiado reflexivo, ya que desde hace un año está enredado cada vez más en una pelea con el campo que lo desgasta, parece lícito concluir, entonces, que los consejos presidenciales sólo estarían involucrando a la oposición política.
Desde el simple análisis del proceder presidencial habría que especular que para el Gobierno las preguntas que valen, las originales y cien por ciento admisibles, serían únicamente aquellas que los periodistas le hacen a la oposición.
¿Reflexión inteligente sería preguntarle, por ejemplo, al ministro de Hacienda de la Ciudad de Buenos Aires, Néstor Grindetti por qué los contribuyentes porteños tendrán que soportar un doble gasto con el desdoblamiento eleccionario, mientras se le niegan aumentos a los docentes y la Ciudad Autónoma se endeuda?
Sólo como un ejercicio de reflexión más habría qué pensar si la vocación por dirigir los cuestionarios para unificar el relato que ha mostrado desde siempre el matrimonio Kirchner no será el motivo central por el cuál la oposición peca de prejuzgamiento y no quiere saber nada con ponerse a discutir una futura Ley de Radiodifusión.
Hugo Grimaldi