El fantasma del abandono anticipado del
poder, que ha signado la historia política argentina, parece resurgir en forma
cíclica, luego de cada período de estabilidad institucional. Esta vez, en el
2009.
Sin embargo, a diferencia de otras oportunidades en las que
ese fantasma regresaba de la mano de confabulaciones de sectores de la derecha,
grupos empresarios, intereses extranjeros o bien desde el ámbito castrense, es
en el propio oficialismo donde se alimenta al monstruo del quiebre
institucional.
Las palabras del dirigente bonaerense ultrakirchnerista
Emilio Pérsico acerca de que si los Kirchner son derrotados en las próximas
elecciones entonces deberá gobernar Julio Cobos, no hicieron más que ponerle
nombre y apellido a una versión que circula desde hace varios días, en boca de
otros hombres del oficialismo.
"Nosotros no vamos a compartir el poder con nadie y mucho
menos con la oposición", se escuchó decir en el ámbito del kirchnerismo.
Inevitablemente, ese hipotético y no querido escenario remite
a la madrugada de julio de 2008, luego que Cobos votara en contra de su propio
gobierno en el tratamiento de la Resolución 125.
Muchas voces hablaron de un Kirchner enajenado,
proponiéndole a su esposa, la presidenta Cristina Fernández, dejar el sillón de
Rivadavia.
El propio ex presidente definió anoche la importancia de
los comicios legislativos como la elección entre la consolidación de la
gobernabilidad o un escenario del que la oposición sería responsable. ¿Cuál? A
ese tren se subió Elisa Carrió, quien acredita varias advertencias
apocalípticas, al deslizar que podría haber elecciones presidenciales
anticipadas, después de las parlamentarias. Esta vez, no quedaron
descontextualizadas como en anteriores oportunidades.
El alerta llegó también a oídos de Julio Cobos, que trató de
llevar calma a los suyos, y apuesta a que el matrimonio presidencial escuche la
voz de las urnas. Nada más.
Al menos, algunas áreas del gobierno nacional ya hablan de
"antes y después de junio".
Lo que se desconoce es si se refieren a un punto de inflexión
en el marco institucional, o bien a un cuadro de devaluación del peso, como
también analizan cerca de la presidenta.
Ante ese cuadro, el peronismo intenta coordinar esfuerzos. En
esa tarea se lo observa a varios gobernadores que en los últimos días se han
reunido, con la excusa de acuerdos provinciales, como Mario Das Neves, Daniel
Scioli, José Luis Gioja, Juan Manuel Urtubey, y Oscar Jorge y Juan Schiaretti.
Todos coinciden en la difícil situación económica que se avecina en sus
provincias y también en la necesidad de ir pensando en una suerte de Liga de
Gobernadores que tenga que ver, después de junio, en la conducción del PJ
Nacional.
No obstante, con Néstor Kirchner a la cabeza, el oficialismo
aumenta sus posibilidades de imponerse en territorio bonaerense. Allí, Felipe
Solá y Francisco de Narváez —sobre todo el ex gobernador kirchnerista—
intentan minimizar la disputa por el primer lugar en la lista.
"Todos juegan para nosotros", alentó un dirigente pingüino,
ante la pelea por el cartel en el nuevo espacio que el peronismo anti K intenta
conformar con Mauricio Macri.
Una vez más, el principal opositor de un gobierno, pareciera
ser el propio gobierno.
Walter Schmidt