El poco creíble fundamento oficial para el
anticipo de las elecciones legislativas sostiene la necesidad de atender los
desafíos que enfrenta el país frente a la crisis internacional y, por ello, la
inconveniencia de tener que afrontar una extensa campaña electoral.
Como ya parece una costumbre, esta iniciativa del actual
Gobierno obligará a repetir argumentos contradictorios a algunos de sus
referentes, quienes en su momento defendieron como una mejora de la calidad
institucional la reforma de 2004 que propició Néstor Kirchner y que ahora
tendrán que fundamentar su cambio.
Uno de los defensores de aquel proyecto, el senador Miguel
Angel Pichetto, el 10 de noviembre de 2004 se refirió en la Cámara Alta a la
iniciativa gubernamental de establecer una fecha fija de elecciones nacionales,
como algo basado "fundamentalmente con un criterio de ordenamiento
institucional, de prudencia institucional".
El actual jefe de la bancada oficialista agregó también
que en ese momento se propiciaba el proyecto de unificación de la fecha
electoral "porque consideramos que es conveniente a los intereses del país para
evitar el dispendio y para que no se tenga jaqueada a la comunidad con un debate
electoral durante todo el año".
Pero además, al señalar que será "por única vez y con
carácter excepcional", el actual proyecto deja la puerta abierta para otras
manipulaciones, ya en la Argentina eso significa todo lo contrario:
probablemente, como otras medidas similares, el cambio propuesto se convertirá
en algo habitual.
Si el fundamento del Gobierno fuera lógico, en Chile y
Uruguay, que tienen elecciones presidenciales y legislativas a fin de año, y
campañas más largas, deberían hacer lo mismo. No lo hacen porque desde el punto
de vista institucional son más previsibles que la Argentina, pues al igual que
los Estados Unidos sus constituciones establecen una fecha fija para las
elecciones que alcanza a todos los cargos nacionales, con lo cual se impide que
el gobierno de turno intente manipular la fecha de votación, de acuerdo a su
conveniencia política.
Lamentablemente, los constituyentes de 1994 no tuvieron la
misma previsión para la Argentina, ya que el artículo 95 de la versión reformada
de la Constitución Nacional dispone, solamente para el presidente y
vicepresidente de la Nación, que "la elección se efectuará dentro de los dos
meses anteriores a la conclusión del mandato del Presidente en ejercicio", sin
incluir el resto de los cargos electivos nacionales: diputados y senadores.
En todo caso, está demasiado claro que el objetivo real de
modificar el Código Electoral Nacional, en el que se establece que las
elecciones nacionales se realizarán el cuarto domingo de octubre inmediatamente
anterior a la finalización de los mandatos, es evitar que el kirchnerismo sufra
en esa fecha un importante contraste, pues para ese entonces podrían sentirse
mucho más los efectos del desempleo y la pobreza.
De todas formas, no deja de resultar paradójico que se
pretenda modificar ahora una de las pocas leyes sensatas sancionadas con un
amplio consenso durante el kirchnerismo.
Alguien más coherente que el senador Pichetto,
seguramente ha sido su colega socialista Rubén Giustiniani, cuyo partido rechazó
a la propuesta de adelantamiento de las elecciones. En efecto, cuando se
introdujo la reforma de la fecha en 2004, Giustiniani sostuvo que "el sistema
político argentino, como cualquier sistema político, necesita de un grado de
racionalidad, de previsión y no de manipulación, como hemos estado acostumbrados
en nuestra historia".
También vale la pena recordar algunos de los argumentos que
se volcaron por entonces a favor de la medida del Ejecutivo. Por ejemplo, el
diputado riojano Julio César Martínez (UCR) consideró que "esto es nada más y
nada menos, lo que hacen otros países desde hace mucho tiempo. Esto atañe a la
calidad institucional y debe ser imitado. No se trata de una cuestión de derecha
o de izquierda, sino que atañe al sentido común y a la racionalidad que debemos
adoptar", señalaba.
Por su parte, la diputada Lilia Puig de Stubrin se
anticipaba, sin saberlo, a "pegarle por izquierda" a la actual iniciativa de
Cristina de Kirchner, advirtiendo que "no se construyen racionalidades
institucionales desde perspectivas económicas, salvo que se adhiera a las
concepciones conservadoras de la teoría económica de la democracia".
En definitiva, esta iniciativa que pretende una vez más
alterar las reglas del juego en la Argentina, arrima además argumentos a quienes
piensan que su puesta en marcha se debe a la mezquindad del gobierno nacional,
que así estaría demostrando su desprecio por la calidad institucional del país
y, a la vez, que estaría reconociendo implícitamente las debilidades de su
política económica.
Gabriel Salvia