Si la seguridad ha quedado en manos de
Susana Giménez o de Hebe de Bonafini, definitivamente la Argentina está en
problemas.
La aparición de este tipo de voces, que sale a polemizar
sobre un tema que está más que candente porque en todas las encuestas es el
número uno en la preocupación de los ciudadanos, es evidente producto del
abandono que el Estado ha hecho de un bien que debe tutelar con todas sus
fuerzas.
Si bien en las encuestas la cuestión está en el tope de las
preocupaciones, quizás porque los ciudadanos temieron cierta politización en los
discursos o porque la experiencia de Juan Carlos Blumberg, primero referente
social y después candidato, los desmotivó, hizo que retacearan su presencia
masiva en el acto, a la inversa de lo que habían hecho frente al Congreso,
conmovidos por la muerte de Axel, el 1 de abril de 2004.
En realidad, no importa si esta vez hubo más o menos gente
que la que se esperaba o si los discursos sobre valores ciudadanos y
sentimientos de indefensión ante esa inacción del Estado fueron más o menos
ajustados al sentimiento o a posturas ideológicas.
Es probable que una concurrencia como la
que se unió a la marcha de autoconvocados, probablemente por modesta ante las
expectativas, le dé ahora argumentos o chicanas apropiadas a quienes hablan de
"sensación" o de efectos mediáticos provocados por algún plan orquestado para
sensibilizar y hacer hablar a los famosos.
No importa nada de eso, si al menos una parte de la
ciudadanía está realmente convencida del repudio a situaciones de violencia y de
muerte que la acorrala y, a la vez, repudia la falta de acción estatal que
permite que los delincuentes o las bandas se enseñoreen por los barrios o aún
dentro de las casas, riéndose de la Ley y de quienes deben velar por su
aplicación.
Ni garantismo, ni mano dura. Con un solo muerto la marcha
ya hubiera adquirido legitimidad y, en todo caso, como aporte a la misma se
hubiera esperado alguna voz que empezara a develar qué se puede hacer en el hoy,
trabajando sobre el cuerpo social más vulnerable, para comenzar a revertir la
situación. Lo que se esperaba, era un mayor interés de los dirigentes de todas
las fuerzas políticas, aun de aquellos que descalifican cuando se dan este tipo
de reclamos. Este punto es importante, ya que a la misma hora en que muchos
manifestaban su dolor y su preocupación por el incesante aumento de los delitos
y de los marginales que los ejecutan, los legisladores debatían en el Congreso
el adelanto de las elecciones, mientras el Ejecutivo se esmeraba por presentar
con toda pompa en La Plata una Ley de Radiodifusión (o de Sistemas
Audiovisuales) de aún difuso alcance.
Lo más triste es que una vez más las necesidades y el
sentimiento de la gente no ha coincidido con las prioridades que tienen los
políticos. Evidentemente, estaban mirando a Sandro y a Tinelli por otro canal.
Hugo Grimaldi