La desesperación suele ser pésima
consejera, y el Gobierno parece haber caído en su propia trampa.
La cercanía de una crisis que prueba ser implacable en todo
el mundo, sumada a la precariedad de los logros económicos alcanzados hasta
ahora, en un escenario de crispación política y social, llevaran al matrimonio
presidencial a desgranar una serie de decisiones que se asemejan ya a golpes de
puño al vacío.
Es cierto que Néstor Kirchner consiguió espantar a la
oposición con su decisión de adelantar en cuatro meses los comicios, pero no lo
es menos que al mismo tiempo logró el efecto de un vendaval que amontonó a todos
sus dirigentes en un solo lado: en la vereda contraria a la del oficialismo.
Hoy todos los referentes con más intenciones de voto fuera
del kirchnerismo ensayan alianzas antes imposibles, amores que nunca se hubieran
concretado en tiempos de normalidad, amistades que jamás hubieran sido viables
en un país con un sistema democrático normal y formal.
Néstor Kirchner en el poder, empuja a su esposa Cristina
en el Gobierno a dar pasos tan arriesgados que la ubican en la cornisa.
Es curioso que durante su propio mandato haya sido mucho
más prudente en las decisiones de gobierno: desde que su pareja en la vida lo
sucedió en la administración nacional, el actual titular del justicialismo se
muestra con una audacia sin límites. Néstor Kirchner teje y desteje, trama y
urde jugadas destinadas a dar vuelta como un guante la vida política y económica
de su país, y manda a su mujer a hablar como si fuera su propio ventrílocuo.
Cristina Kirchner sorprendentemente acata cada una de sus decisiones o coincide
con él en todo, tanto en su ambición por mantener un poder sin sombra, como en
su decisión casi suicida de preferir tirar todo por la borda antes de soportar
una derrota.
Así se vio en el primer puntazo que sufrió el Ejecutivo
Nacional: el rechazo a la resolución 125 que imponía más retenciones a las
exportaciones del campo puso a la primera mandataria al filo de la renuncia, a
instancias de su marido. Muchos hombres cercanos al poder reconocieron que esa
posibilidad fue considerada firmemente en aquellos tiempos turbulentos, aunque
felizmente, el proyecto abortó. Ahora de nuevo Néstor Kirchner quiere jugar al
todo o nada: o un gran triunfo en las elecciones anticipadas, o el portazo y, lo
que él cree, el abismo, que no sería más que un autogolpe institucional.
El estado de nerviosismo e indignación del dueño excluyente
del poder asusta ya hasta a algunos de sus más cercanos aliados, a excepción de
un puñado de "halcones" que desean ver a sus enemigos de rodillas y mordiendo el
polvo.
Los argumentos para justificar las últimas decisiones de
gobierno se dan de bruces con sus propios dichos previos.
Ahora, el adelantamiento de las elecciones es indispensable
para dar a la administración la tranquilidad que necesita para pilotear al país
en el temporal que se avecina... cuando hace menos de un mes el país era, según
las palabras de la Presidenta, poco menos que el mejor preparado para sostenerse
en un mundo que caería a su alrededor. Hasta estaba dispuesta a dar lecciones a
los gobernantes de los países más ricos para transmitirles su receta mágica.
Ahora es necesario coparticipar los fondos que se recauden
por la exportación de la soja porque las administraciones provinciales y
municipales empiezan a revelar fuertes déficit también por efectos de la crisis.
La medida fue interpretada por la oposición como un gesto
meramente electoralista destinado a tentar a gobernadores e intendentes que
pudieran estar pensando en ir soltándose de a poco de la férrea mano del
matrimonio en el poder, aunque muchos se estén preguntando por qué es necesario
continuar con inyecciones de fondos de arcas impensadas si hace tan poco se echó
mano de la multimillonaria bolsa de las administradoras de fondos y pensiones
privadas. ¿Adónde fue todo ese dinero? El presidente del partido justicialista
quiere un triunfo sin retaceos en los próximos comicios, especialmente en la
poderosa provincia de Buenos Aires. A un punto tal, que prefiere resignar la paz
y la sombra en la que disfruta manejando los hilos del país para presentarse
como cabeza de lista de diputados en ese territorio. Es que no encuentra el
kirchnerismo otro candidato más seguro para ocupar ese lugar, tanta es la
soledad en que ha caído el núcleo duro del Gobierno.
Los Kirchner están disfrutando de un triunfo táctico:
asustaron a tal punto a la oposición, que hicieron bailar a sus referentes
danzas enloquecidas y frenéticas en busca de alianzas que les permitan hacerle
frente.
¿Quién hubiera imaginado antes que Elisa Carrió intentara
amigarse con Mauricio Macri, o que Eduardo Duhalde mirara con simpatía a
Margarita Stolbizer, o que De Narváez se convirtiera en un referente nada menos
que del peronismo bonaerense? Son los milagros que pueden conseguir Néstor y
Cristina Kirchner.
Los encuestadores trabajan como mineros para recoger datos
que lleven alivio al atribulado matrimonio en el poder, sediento de cerrar cada
vez más en torno a sí mismo el círculo de las decisiones fundamentales para la
Argentina. Es que ha quedado demostrado que quienes hoy gobiernan no creen ni en
la concertación que tanto declamaron, ni en la reforma política que utilizaron
en las últimas presidenciales para tentar al electorado, ni en la posibilidad de
dialogar con los que piensan distinto para buscar más alternativas que permitan
al país zafar de la crisis.
Prefieren hundir al recurso más importante de la economía
nacional, como lo sigue siendo el campo, antes de dar el brazo a torcer. No
importa que como consecuencia de esa estrategia finalmente sea el poder mismo el
que pierda, porque se irá desangrando de fondos indispensables para mantener con
buen ánimo a los aliados.
En vez de presentar a los próximos comicios legislativos como
un escalón más en la escalera de la institucionalidad democrática y republicana,
el matrimonio Kirchner decidió exhibirlo como una prueba final para matar o
morir. Aunque después las explicaciones varíen, como pasó con Catamarca.
En ese distrito donde se efectuaron las primeras
elecciones legislativas, Néstor Kirchner no dudó en aliarse a lo peor, y encima,
perdió. Hicieron falta megaanuncios como el adelantamiento de los comicios,
la nueva rotura de relaciones con el campo, para que los medios y la opinión
pública si quiera tuvieran un minuto para analizar las causas de esa primera
derrota electoral. Pero tal vez hubiera sido sensato detenerse a estudiar más a
fondo aquel resultado del primer test al que se somete a Cristina Kirchner.
Carmen Coiro