Tres meses faltan para las elecciones
legislativas anticipadas, y sin embargo pareciera como si estuvieran a la vuelta
de la esquina, tal es el afán del oficialismo por asegurarse una victoria que
considera indispensable para seguir adelante con lo que queda del mandato de
Cristina Fernández de Kirchner.
Néstor Kirchner anunciaría esta misma semana su candidatura
en la provincia de Buenos Aires: no hay otro hombre que el kirchnerismo
considere capaz de ganar caminando el comicio, aunque las encuestas muestren
ahora enormes diferencias entre los votos que podría obtener el Frente para la
Victoria y los que cosecharían sus principales rivales: la dupla Francisco de
Narváez-Felipe Solá en el peronismo disidente —léase duhaldismo— y Margarita
Stolbizer en la coalición de centro izquierda que forman el radicalismo y la
Coalición Cívica.
Stolbizer, habitualmente recatada y mesurada, disparó
munición gruesa al kirchnerismo: el candidato, dijo, está cada vez más cerca
de la locura. También apuntó contra la supuesta legitimidad de la
postulación del ex presidente: él figura en los padrones de la provincia de
Santa Cruz, por lo tanto, aunque tenga residencia desde hace años en Olivos,
provincia de Buenos Aires, legalmente no sería correcta su presentación en ese
distrito.
Chicanas preelectorales, ya se conocen, y que no tienen
destino, por cuanto el control de la legalidad de los actos comicial por cierto
viene adoleciendo de rigurosidad.
La oposición ya al menos se presentó en sociedad con las
candidaturas armadas, como en el caso de Solá y De Narváez, que resolvieron
dejar de lado sus diferencias por el protagonismo que debe tener cada uno de
ellos, para no seguir mostrándose divididos a la hora de convocar para su
proyecto.
Hasta ahora no aparecieron las propuestas que se plantearán
al electorado, aunque el objetivo de los rivales de Néstor Kirchner es claro:
robarle la mayor cantidad de bancas posible para que ya no cuente con la mayoría
automática en el poder legislativo, algo que sólo se rompió con el famoso
voto "no positivo" de Julio Cobos.
Ya en campaña, la Presidenta va desgranando anuncios sobre
cuestiones que antes no le quitaban el sueño, como la inseguridad. Nunca había
figurado en sus discursos el fenómeno del aumento geométrico de la delincuencia
principalmente en el conurbano, donde ahora Néstor necesita hacer pie.
Sirvió entonces el anuncio del viernes de aumentar equipos y
personal en la dotación de quienes tienen que prevenir y controlar el delito,
aunque no pudo disimularse de ese nuevo acto en la residencia de Olivos el claro
color electoralista. Ya los votantes dirán si le creyeron o no.
Lo cierto es que la crisis económica comienza a pisarle los
talones a los argentinos, y no había margen para que el oficialismo esperara
hasta octubre para someter a la Presidenta a su primer gran test de confianza.
El propio ministro de Trabajo, Carlos Tomada, reconoció en un
reciente seminario que ya comienzan a hacerse visibles los síntomas de que los
dueños de las empresas recurren al fusible más económico para mantenerse a
flote: los empleados. Según consultoras privadas, los despidos, las no
renovaciones de contratos, los cortes de horas, extras van avanzando para
diseñar un panorama atemorizante. Tomada le pidió justamente a los empresarios
que busquen formas más creativas para afrontar la crisis, que no sean las de
hacer de los trabajadores la eterna cabeza de turco.
El problema es que los asalariados se sienten cada vez más
desprotegidos a la hora de defender su dignidad. Ahora no sólo la CGT del
ultrakirchnerista circunstancial Hugo Moyano ha decidido no fijar pisos para
los aumentos salariales que comenzaron a discutirse en paritarias, sino que
además ha recomendado evitar a toda costa el conflicto para mantener lo
principal, que es la fuente de trabajo.
De manera que los gremios más débiles se sientan a
negociar supuestas mejoras en sus haberes sin el respaldo de la todopoderosa
CGT, ahora volcada de lleno a la campaña electoral kirchnerista.
El conflicto social parece, sin embargo, inevitable, y
debido a ello el gobierno ha decidido anticipar las elecciones: fue un mero
gesto de supervivencia.
Mientras en todo el mundo crecen las noticias apocalípticas
sobre despidos masivos de trabajadores, caídas históricas en los niveles de
crecimiento económico, aquí, en la Argentina, donde todavía no se han instalado
esos hechos con toda contundencia, el Gobierno sigue jugando al gato y el ratón
con los productores del campo.
La Mesa de Enlace completó un paro de una semana que tuvo un
alto acatamiento, reflejado principalmente en el Mercado de Liniers. La ausencia
de oferta de vacas preanuncia además un fuerte aumento en el costo de ese
alimento básico en la canasta de los argentinos.
Los productores aseguran que ya no tienen ni medios ni
incentivos para avanzar en su trabajo. El Gobierno en tanto, disfruta de la
alegría que le dio a gobernadores e intendentes con la decisión de coparticipar
las retenciones a la soja. Pero al fin y al cabo, parece que será poco y nada lo
que se podrá repartir, si la política oficial sigue apuntando a castigar y poner
de rodillas —serían palabras del kirchnerismo— a los hombres que vienen
sosteniendo el crecimiento de la economía gracias al boom de las
exportaciones agropecuarias, boom que ya se desinfló por mucho tiempo.
En lo poco que queda de aquí al comicio, será interesante
observar cuál será la estrategia elegida por el Gobierno: si seguir apostando a
la confrontación, el lugar donde se siente más cómodo, o si apuesta a bajar los
decibeles para disminuir el miedo que ya está sembrando la propia realidad en el
país.
Carmen Coiro