La aceleración de los movimientos
políticos, producto de la anticipación de las elecciones, está obligando a los
sindicatos a apurar también el cierre de los acuerdos en materia salarial y las
negociaciones para ubicar a sus hombres en las listas de candidatos.
Cada día se conoce un nuevo arreglo de aumento de sueldo, en
el marco de una tendencia de pactos cortos —llamados "preparitarios"— y en
varios casos por sumas fijas. Lo de "preparitario" significa que, si la
situación no muestra modificaciones demasiado traumáticas, tras las elecciones
volverían a desarrollarse las tratativas con vistas a cubrir el resto del año.
Pero así como la negociación salarial está ocupando parte
importante del tiempo de los dirigentes, no es inferior la cantidad de horas
que destinan a las "roscas" para sumarse a las listas de postulantes en los
próximos comicios o conseguir compromisos del poder político para participar en
los esquemas de gestión.
La CGT, comandada por Hugo Moyano, está en la tarea de
presionar al oficialismo kirchnerista para poner a sus hombres en las nóminas,
sobre todo la bonaerense, indudablemente la más poderosa de la constelación
política nacional.
Se estima que uno de los "número puesto" será el abogado laboralista Héctor
Recalde, con rol estratégico en la bancada del oficialismo, a través de la
Comisión de Legislación del Trabajo, y cuyo mandato vence este año.
De todas maneras, al menos hasta hoy la cosa no pasa de las
especulaciones, e incluso ya se nota un escozor entre los dirigente cegetistas
por la falta de definición en el otorgamiento de lugares a los que ellos se
consideran acreedores, a partir de sus acuerdos con la administración
kirchnerista —la anterior y la actual— y sus promesas de no hacer olas a futuro
para no entorpecer el tránsito gubernamental.
Pero los gremialistas ya están avisando en voz baja que su
paciencia tiene límites y entonces el acto que la CGT prevé realizar el 30 de
abril, con motivo del Día del Trabajador, podría tomar un cariz distinto al
original. En las últimas horas, en un acto en el Gran Buenos Aires, Moyano
insistió en reivindicar el rol del movimiento trabajador y el lugar que le
corresponde en el Justicialismo.
El 30 de abril, según los planes conocidos hasta ahora, habrá
un palco en las avenidas 9 de Julio y Belgrano, en la Capital Federal, en el
mismo lugar en que se produjo el histórico renunciamiento de Eva Perón a la
candidatura a vicepresidenta de la Nación; el evento comenzaría después del
mediodía, habrá grupos musicales y entre ellos habría un par de artistas de
peso. La pretensión de los dirigentes es juntar unas 100 mil personas —número
más que significativo para estos tiempos—, lo que les serviría para dar una
definitiva muestra de que son prácticamente los únicos en provocar tal
convocatoria.
Esta vez no puede pensarse ni remotamente en cualquier tipo
de renunciamiento, sino todo lo contrario. A pocos días del cierre de listas
de candidatos, Moyano y sus seguidores podrían convertir el escenario en un
púlpito para demandar los espacios que pretenden en el poder.
Si las listas ya están confeccionadas para entonces —con los
puestos que ellos quieren asegurados— y con Néstor Kirchner lanzado como
candidato a diputado nacional, habrá flores sin espinas, concordia y hasta
podría estar en el palco el ex presidente.
Si ello no ocurre o no hay definiciones todavía, sin dudas
habrá lugar para el reclamo. Por eso hay algunas organizaciones sindicales de
peso que quieren sacarle el cuerpo a la demostración y están amagando con no
asistir o no poner todas sus estructuras a disposición del acto.
Eso por el lado de la CGT. Pero hay otras fracciones del
sindicalismo peronista que también están buscando su lugar bajo el sol. Tanto la
central paralela que construyó Luis Barrionuevo, como las 62 Organizaciones que
lidera el rural Gerónimo Venegas.
Las 62 están con el peronismo llamado "disidente" y ya se
anunció que Claudia Rucci, hija del asesinado jefe de la CGT José Ignacio Rucci,
iría en la lista de Francisco De Narváez y Felipe Solá. Pero hay algunas voces
dentro de la entidad que también evalúan que la candidatura de Rucci tiene un
importante componente de su historia personal y que entonces habría que
contemplar ese dato a la hora de repartir cargos. O sea que consideran que la
tradicional coalición sindical peronista debe seguir machacando con el tercio
que ellos entienden que les corresponde, aún cuando se confirme la postulación
de Rucci.
Así, expertos en el arte de presionar para negociar, los
sindicalistas, cualquiera sea su matiz o su postura actual, multiplican las
horas del día y sus esfuerzos para cerrar tratos en cuestión de salarios antes
de la marejada electoral y para asegurarse espacios políticos justamente a
través de esos comicios fundamentales. Pero en el corto camino hacia ese
acontecimiento aún les queda por recorrer, como a muchos otros, un trecho
escarpado y que, paradójicamente, parece ser todavía demasiado extenso.
Luis Tarullo