Un fuerte rumor cruzó ayer la City y los
operadores apenas le prestaron atención. En su permanente egoísmo de corto
plazo, más bien les pareció algo interesante, una buena noticia que podría
ayudarlos a salir de los graves problemas que les genera el eventual no pago del
Boden 2012. En general, no se inmutaron por la especie y siguieron comprando y
vendiendo como si nada.
¿Qué decía la versión, hasta ahora no desmentida por las
autoridades? Que el Gobierno iba a colocarle un bono a los bancos que éstos
deberían integrar con los saldos de los depósitos en dólares que mantienen en
sus cajas sin prestar.
En buen romance, lo que el rumor señalaba es que una vez
más la plata de los depositantes iría a fondear al Tesoro, la misma práctica que
Domingo Cavallo llevó al extremo en tiempos de Fernando de la Rúa con los bancos
y las AFJP y que provocó después, a la hora del "paga dios", que las entidades
miraran para otro lado porque el deudor mayor era el Estado y se había declarado
en default.
A hoy, y según las estadísticas, los depósitos en dólares que
tienen los particulares en el sistema financiero se acerca a los 10 mil
millones. Esta cifra ha estado creciendo durante los últimos tiempos (en marzo
12,2% las cajas de ahorro y 3,8% los plazos fijos), fundamentada de modo
precautorio en la creciente dolarización de portafolios, pero aún dentro del
sistema financiero, y con baja simultánea en los depósitos del sector privado en
pesos. El argumento oficial para intentar una jugada de tal calibre podría ser
que como las actuales normas sólo le permiten a los bancos usar los depósitos en
dólares para financiar el comercio exterior, que se mueve en esa moneda, y no
para dar créditos a empresas y particulares en pesos, el artilugio podría servir
para generar una suerte de seguro de cambio.
La excusa podría ser que, habida cuenta de que los encajes
actuales triplican a la obligación técnica, esta vez no habría desplazamiento
del crédito del sector privado hacia el financiamiento estatal, porque o los
privados no toman o los bancos no quieren prestarle y existe tal sobrante.
Desde el lado de las entidades, tener un bono en el activo y
no los dólares físicos en la caja, sería una suerte de encaje remunerado que
mejoraría sus ingresos, más allá del riesgo-país que deberían volver a afrontar.
Pero si el canje es compulsivo, como se teme, y habría que ver por qué cifra,
una vez más tendrían a quien echarle la culpa, si la cosa no sale bien.
Si se confirmara la novedad, es más que probable que muchos
quemados en otros tiempos por las temeridades estatales no quieran repetir la
experiencia y que los depósitos en dólares comiencen a menguar sin volver al
casillero de los pesos, con lo cual los bancos volverían a registrar pérdidas de
depósitos y habría que ver si la inmovilización que tenga cada uno no vuelve a
afectar su relación con los clientes.
Al fin y al cabo, así se llegó al corralito.
Hugo Grimaldi
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