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KIRCHNER MOVIÓ LOS HILOS E HIZO EL TRABAJO SUCIO

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(MIENTRAS TANTO, CRISTINA JUGÓ AL JUEGO QUE MAS LE GUSTA)
(MIENTRAS TANTO, CRISTINA JUGÓ AL JUEGO QUE MAS LE GUSTA)

El gran titiritero movió los hil

    El gran titiritero movió los hilos. Todos los hilos, para que no queden dudas de que, aún en su debilidad, Néstor Kirchner es quien supervisa y manda y que, antes de entregarse, peleará la próxima elección hasta el último aliento. Entre tanto, su esposa, la Presidenta, cumplió el rol que más le ha gustado ocupar siempre, la relación con sus pares, con la obsesión parcialmente cumplida de acceder a la estrella de la reunión continental de Trinidad y Tobago, Barack Obama. Así, Cristina Fernández marcó presencia internacional en su discurso con el caso Cuba como estandarte, anticipándose cronológicamente a lo que iba a ser el eje de la Cumbre, un mérito —por fin— de la Cancillería. Mientras tanto, y desde el centro del ring, aquí en la Argentina su marido se ocupó de avanzar en otros varios frentes y desde la tribuna o desde las sombras marcó, a su vez, territorio.
    En apenas 72 horas, el ex presidente le pegó a los opositores por derecha y por izquierda, bajó líneas en un discurso sobre lo que debe hacerse en relación a la edad de imputabilidad de los menores, tras los recurrentes hechos de inseguridad, gestionó a través del teléfono frenar una ley ya acordada en el Senado que iba a declarar el alerta epidemiológico por el dengue, instruyó a la AFIP para que le apriete más el torniquete al campo y hasta se dio tiempo para bajarle el pulgar a un funcionario rebelde de Daniel Scioli.
    En algunos casos, quizás no haya sido él en persona quien dio las órdenes, pero Kirchner está omnipresente. Este efecto es el que busca su estrategia electoral o quizás, si no es candidato, su proyecto de reinstalación rumbo a la Jefatura de Gabinete. Apenas basta que la gente crea que él está por detrás de los cortinados, para que su figura —para bien o para mal— vuelva a tomar algún relieve, después de un prolongado período de declinación en el que se le retobaron gobernadores, intendentes, sindicalistas y empresarios que se alinearon en la disidencia. El ex presidente no es una persona que genere afectos. Más bien, algunos que aún sienten algún tipo de temor reverencial y otros por conveniencia ya archivada, han aprovechado la cercanía para acceder a las mieles de la chequera, ahora cada vez más flaca, lo que le quita poder de fuego. En algunos casos, explotó la relación y del amor comprado se pasó al odio. Esta fue la secuencia que lo llevó a bajar más de 30 puntos en la consideración de los argentinos.
    Claro está que este retorno de Kirchner a los primeros planos no es gratuito y en el todo o nada que se ha impuesto es probable que lo que pueda ganar por un lado, lo pierda irremediablemente por el otro. Primero, porque sus formas en general irritan y, esencialmente por culpa de ellas, hay muchos que le quieren pasar una factura enorme. Segundo, porque su irrupción actual no es la de un Quijote que va por la revancha en soledad, sino que está basada en el uso malsano de gobernadores e intendentes como arietes de una estrategia de candidaturas "testimoniales" donde, en paralelo, lo institucional queda en el barro. Es decir que ya no es que los demás necesiten de él, sino que es a la inversa, él necesita de los demás, proceso que el provocativo Jorge Asís definió como "la sciolización" de Kirchner. De allí, su necesidad de hacerse notar y de mostrar (o sugerir) presencia activa en los temas de actualidad. En algunos, corriendo detrás de los acontecimientos y en otros, cortando cabezas.
    La cuestión de la inseguridad ha sido uno de los más emblemáticos, ya que durante todo su mandato el kirchnerismo lo barrió de modo permanente debajo de la alfombra. Ni siquiera la palabra había tenido cabida en los discursos oficiales, más allá de la boutade del ministro Aníbal Fernández, cuando calificó la situación de desamparo como una simple "sensación", basándose en estadísticas que nunca quiso mostrar.
    Con el tiempo, y con al agua subiéndole a la altura del cuello, la Presidenta salió a culpar a la Justicia por la falta de rigor y ahora, con el agua al borde de la nariz, bastó que un menor ejecutara a una persona en la puerta de su casa para que Néstor en persona pidiera desde la tribuna electoral más acción legislativa en materia de edad de imputabilidad, dando lecciones de cómo el Ejecutivo atenderá con un proyecto de ley las demandas de la gente, cuando hay por lo menos 15 proyectos de reforma penal cajoneados en el Congreso que las mayorías oficialistas, siempre preocupadas por las necesidades políticas de los Kirchner, nunca impulsaron. Para enmarcar la situación, hay que consignar que la apelación del ex presidente sonó como un rosario típico de promesas de campaña, ya que el discurso se desarrolló casi en paralelo con una importante movilización barrial que, desbordada en su dolor, pero notoriamente cansada de la desidia oficial, pidió al unísono "que se vayan todos". Un día antes, los vecinos del muerto se habían excedido en sus pedidos de mano dura, habían querido linchar al asesino, le pegaron a un fiscal, hirieron a policías y apedrearon patrulleros. Otra perla del accionar múltiple de Kirchner estuvo dada por la declaración de emergencia epidemiológica que iba a hacer el Senado por el caso del dengue, un proyecto que marchaba hacia la media sanción, ya que había sido tratado y consensuado por todos los bloques en la Comisión de Salud, que maneja la cordobesa, médica de profesión, Haide Giri.
    Cuando todo marchaba rumbo a la votación final, una orden emanada de Olivos, vía telefónica, le cambió el rumbo a la historia, ya que el jefe del bloque kirchnerista, Miguel Pichetto, una vez más como desafortunado vocero del Gobierno, mandó todo para atrás.
    Las excusas que tuvo que dar el senador rionegrino, colorado de vergüenza, fueron tan banales que lo descolocaron, ya que habló de la mala prensa que tendría la declaración, algo que los portales de Internet (alguno muy afín al kirchnerismo) estaban reflejando. Luego se supo que no fue la Presidenta quien hizo esa llamada y que el verdadero motivo fue que Cristina Fernández no quería llegar a Trinidad y Tobago con la admisión de un problema sanitario tan grave sobre sus espaldas, sobre todo "cuando Brasil tiene más dengue que nosotros".
    Los reflejos gubernamentales fueron tan burdos, ya que con media sanción quedaba la instancia de Diputados para voltear o diluir el proyecto, que automáticamente generaron tres consecuencias: en primer término, la oposición, que había trabajado codo a codo con el oficialismo, le saltó a la yugular a Pichetto y, a través de él, al matrimonio presidencial; segundo, la senadora Giri quedó muy golpeada y con un pie afuera del bloque, algo que ya venía potenciado por la propia interna cordobesa y en tercer lugar, el efecto mediático fue peor, porque al día siguiente la historia de la tapadera estaba en la primera plana de todos los matutinos.
    Ya se sabe que el kirchnerismo cree que si esconde los problemas o si estos no se reflejan en "letras de molde" en los diarios es como si no existieran. Pero no es sólo esta conocida particularidad la que emparenta las situaciones candentes en materia de seguridad y salud sobre las que operó el ex presidente, sino que para una Administración que beatifica, como ésta, el rol del Estado, admitir este tipo de carencias en zonas que deben ser de su tutela primaria es casi como aceptar que todo el modelo tiene pies de barro. La larga mano de NK también apareció para renovar la pelea con el agro, a través de uno de sus más conspicuos ejecutores, el leal administrador de la AFIP, Ricardo Echegaray. A partir del 1 de mayo, ese organismo se encargará de otorgar las certificaciones para la registración de las operaciones de compra-venta de granos, una tarea que hasta ahora venían cumpliendo de modo bastante transparente organismos privados, como las Bolsas de Cereales. El fondo de la cuestión, además de meter algo más de cizaña en la pelea con el campo, es que el mecanismo había sido parte de las privatizaciones de los '90 y que el Estado reivindica allí su rol de único y exclusivo controlante de las operaciones granarias.
    El concepto que maneja Kirchner es que no hay en la Argentina dador de trabajo en negro y evasor más grande que el sector agropecuario y que ése es el verdadero motivo de su repulsa al sistema de retenciones, de cobro inmediato y de fácil recaudación para la AFIP. Por lo tanto, supone que la persecución fiscal es lo más conveniente como efecto correctivo, aunque los ruralistas hablan de vendetta. Por último, está el caso de Santiago Montoya, el recaudador bonaerense que no quiso ser "chirolita" y se empacó contra la posibilidad de que tuviera que encabezar una lista de concejales en San Isidro. En verdad, el tema ya había sido conversado y no estaba firme, aunque el miércoles el chisme fue pasado a los medios por opositores del distrito y así se publicó, operación que Montoya le endilgó al gobierno nacional.
    Cuentan sus allegados que el propio recaudador bonaerense redactó en su auto, de puño y letra, el primer comunicado en el que se negaba a ser candidato, pero en el que también expresó algunos conceptos de apostasía plena. La fe kirchnerista no pudo tragar que alguien, un funcionario de un gobierno que tiene a su máximo referente comprometido con lo "testimonial", usara tres o cuatro palabras prohibidas (diálogo, oposición, campo) y le dijera al matrimonio Kirchner que siente que "en los últimos tiempos, desde el oficialismo hemos perdido parte de la capacidad de escuchar a la sociedad, a los líderes opositores y a los distintos sectores sociales y productivos del país".
    El aspecto paranoico del caso, que motivó más de un llamado entre Olivos y La Plata, lo ha puesto a Montoya como cabeza de un autocomplot destinado a que el funcionario se victimice para así poder enrolarse en las huestes de Felipe Solá, algo que al ex gobernador ya ha dicho que no le disgusta. La dureza de Kirchner, en todo caso, podría servir para que otros referentes pongan sus barbas a remojar, aunque nunca se sabe cómo son las cosas en política y si esta pérdida valiosa en la administración Scioli no desatará otros demonios no sólo entre los intendentes rebeldes, sino en también en la decisión del propio gobernador.

 

Hugo Grimaldi

 

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