En la CGT liderada por Hugo Moyano pareció
aflorar en los últimos días una mezcla de molestia e intranquilidad, producto de
la combinación de factores relacionados con la economía y con la política
interna del oficialismo.
Sobre lo general, la inquietud de la CGT reside en el
recrudecimiento de los despidos y las suspensiones, que ya no sólo están
alcanzando a sectores pequeños y medianos, sino que se van extendiendo
directamente a gigantes empresariales.
Por las noticias conocidas recientemente, uno de los
rubros con problemas es el automotor, aunque también trascendió que una
providencial demanda de productos de Brasil podría impedir, al menos
transitoriamente, inconvenientes laborales en una de esas compañías líderes.
Pero si bien es un paliativo absolutamente bienvenido, en
medio de la crisis y del fragor preelectoral se sabe que todo puede ser “pan
para hoy, hambre para mañana”, por lo que no hay que dormirse en los laureles y
confundir los pequeños remansos con paraísos permanentes.
En tanto, la inflación, aunque por momentos parezca
imperceptible, y más allá de los ya eternos debates sobre cifras reales y
ficticias, sigue con su marcha demoledora de ingresos.
Los gremios, paulatinamente, están pactando mejoras
salariales, pero inscriptas en la mecánica de acuerdos cortos, muchos de ellos
bautizados “preparitarios”, y por sumas fijas, también en diversos casos no
remunerativas. O sea que la normalidad de las discusiones podría retornar recién
después de las elecciones del 28 de junio, cuando se sabrá la composición del
mapa político legislativo y, en consecuencia, la posición en la que quedará el
Gobierno.
Por ello, la CGT pretende que la administración ofrezca
garantías de que pondrá todos sus esfuerzos para impedir despidos de
trabajadores y alentará los acuerdos para al menos sostener el poder adquisitivo
de los salarios.
Por eso Moyano salió nuevamente a ratificar la posición del
sindicalismo, haciendo equilibrio con su mensaje para que se escuchen los
pedidos pero para que, a la vez, las demandas cegetistas no impacten de manera
directa en el Gobierno, aliado del camionero y sus compañeros de ruta.
Pero hay otro tema que amenaza con generar roces complicados
si no hay satisfacción para la dirigencia sindical oficialista: el reparto de
candidaturas en las listas para las elecciones legislativas.
La incertidumbre sigue reinando todavía en cuanto a la
confección de las nóminas, aunque haya avanzado la idea de las “candidaturas
testimoniales”, o sea la colocación de postulantes que atraigan votos y que
luego no asumirían el cargo parlamentario.
Según los trascendidos en el ámbito gremial, Moyano
pretendería colocar varios candidatos a diputados. En provincia de Buenos Aires,
el abogado laboralista Héctor Recalde es considerado número puesto, por su
historia en la CGT, por su trayectoria junto a Moyano y por su rol estratégico
en la Cámara Baja. Luego, de acuerdo con las versiones del sector sindical, se
está mencionando a otros dirigentes del círculo cercano del camionero, como Omar
Plaini (vendedores de diarios) y Norberto Di Próspero (empleados legislativos).
En cuanto a la Capital Federal, un distrito históricamente
difícil para el peronismo, se intentaría colocar en la nómina a otro hombre de
confianza de Moyano, el judicial Julio Piumato.
También se menciona la posibilidad de que algunos otros
dirigentes de la primera línea de la CGT se postulen en otras provincias. Y, por
supuesto, el sindicalismo también presionará para colocar candidatos en las
listas municipales.
Pero en medio de lo que todavía no pasaron de ser
especulaciones, estaría comenzando a repiquetear una pregunta con una alta carga
política, que se inscribe perfectamente en la teoría del todo o nada con que el
oficialismo rodea a los comicios de junio: ¿Podría ser el propio Moyano
candidato a diputado? Lo cierto es que, entre lo poco que se considera concreto
hasta ahora, figura el acto del 30 de abril en la avenida 9 de Julio, ratificado
recientemente por el mandamás cegetista. Se insiste con que la concentración
será una demostración por el Día del Trabajador, pero sólo alguien excesivamente
ingenuo o que directamente no viva en este país sería capaz de ignorar el
contenido político de semejante manifestación.
Claro que hasta entonces el oficialismo deberá satisfacer al
menos las más básicas pretensiones de los gremialistas aliados, como para que
ese día no exista el riesgo de que se amplifiquen reproches que por ahora están
acallados o sólo se escuchan en las entretelas del poder.
Luis Tarullo