El fenómeno del niño mago, éxito de ventas sin precedentes, se debe sin lugar
a dudas a ingentes campañas de marketing y publicidad.
Para cualquier crítico avisado, como Bloom, la escritura de
Potter está llena de lugares comunes, vulgares, del lenguaje de la calle, de
todos los días y sus temas son tópicos gastados.
No se podría comparar sinceramente a la autora con Ana
Frank, ni con R. L. Stevenson o con El libro de la selva de Kipling, ni
aun con autores actuales como el maravilloso Michael Ende, por citar un título,
su Momo, verdadera paradoja de la modernidad, o La aventura
interminable, ni con C. S. Lewis y sus Crónicas de Narnia. Siquiera
con Gran Lobo salvaje que es una tierna historia de
perritos. Pero, a nuestro modo de leer, Corazón, del humanista melancólico
Edmundo de Amicis, es una prueba de cómo conmover a los niños con historias de
la vida real de los propios pequeños, que dejan suaves pero firmes lecciones en
los infantes. Y qué decir Selma Lagerlöff, una de las más altas cumbres del género
con su Viaje maravilloso de Nils Holgersson, volando en un pato
por la tierra lapona con una poesía preciosísima, llena de delicadeza, además
de sano patriotismo. Aún los cuentos de Perrault, Andersen, Grimm y Hoffmann.
El mismo Colodi con su Pinochio. Ni los viajes fantásticos de Julio
Verne, los Cuentos de Navidad de Dickens, Alicia en el país de las
maravillas o en el país del espejo, de Lewis Carrol. De un relato
como La vendedora de cerillas, de Twain y la Posada de
Uckleberry. La desgracia, de Grazia Deledda. José Martí y La edad de
oro… Luisa S. W. Belloc, Roberto Arlt o La balada para los niños que
serán poetas de Marechal. Papelucho, de Marcela Paz, la escritora
chilena, es el amigo cómplice de los menores. Tal vez de los primeros registros
de literatura infantil sean las parábolas de Jesucristo dirigidas a los niños
cuando acudieron al rabí de Galilea.
Buena
literatura es aquella que funda desde el lenguaje mismo. Nada de eso existe en
Harry Potter que no crea nada nuevo, su lectura es aburrida, latosa, de deglución
chatarra, light, como tomarse una Coca-cola más o jugar los tontos y aburridos
juegos de video o de internet que están matando los cerebros de los párvulos y
algunos adultos, llenos de violencia y agresividad, donde generalmente hay que
matar a un enemigo, vengarse y ese tipo de cosas.
Cabe
preguntarse quiénes están detrás de lo que se podría llamar manipulación
demoníaca de nuestros púberes.
Luis Sepúlveda se luce con su Historia de una gaviota y el
gato que le enseñó a volar, aunque imperfecta, es un buen relato, susurrada
con ternura al tierno corazón del hijo.
Rowling
es un fenómeno comercial como todo hoy en día, de cantidad, no de calidad, eso
es imposible de desmentir. El comercio ha inundado los templos del saber, la
educación. Todo es un negocio más en el unimercado global. Las criaturas están
perdidas, narcotizadas, podemos hablar ya de las generaciones de idiotas que
vienen a bostezar al futuro. ¿Cuál es la herencia que se entrega? La verdad es
que se crían cobayos de consumismo donde comprar un libro es sinónimo de
esnobismo, no de cultura, de los nuevos ricos o de quienes presumen de tener
libros por metros en sus estantes, boberías de best sellers, absolutamente vacíos.
En Chile, desde los años 70, les llamamos ‘huecos’ a esa gente. “Cabezas
de chorlito” serían para los norteamericanos.
Mientras estos hijos del consumo se aburren con su último hard
dream ware, millones mueren de hambre o asesinados por guerras,
porque mister Dólar necesita saciar su codicia.
¿Están
enseñando a los infantes que la vida humana es preciosa y sagrada, tras un hipócrita
santiguamiento? O sólo es nuevamente la sangre chorreando…
Harry Potter, el ‘mago’, qué está enseñando a los
pequeños, qué está fundando, sino venganza, porque no se puede confundir la
justicia con la primera. No crea nada nuevo, a pesar de los juegos en escobas,
que toda la vida los púberes humildes han montado en su miseria de juguetes. ¿Pero
es J. K. Rowling una mujer pobre? ¿Lo fue alguna vez? Cuando se realizan
fastuosas campañas de publicidad por todo el globo, con la famosa ‘saga’, y
se van llenando los bancos de la señora ‘escritora’ de tesoros de papel
moneda u otras acciones, -considerada como una de las mujeres más ricas del
orbe- los padres que dan de leer la chatarra con papas fritas, debieran
preguntarse responsablemente, ¿cuál es mi herencia intelectual y espiritual
para mis hijos?
En
este siglo de plástico, donde un Chaplin con sus Tiempos Modernos
palidece de vergüenza, y Matrix, se instala como un referente de las
fantasías de los clonados llenos de virus mutantes en las mentes enchufadas a
las máquinas, ¿acaso no estamos creando al monstruo que nos destruirá más
temprano que tarde? La evasión de la realidad no soporta más porros, el
planeta va mal y hay que cambiarlo ahora, antes de que sea demasiado tarde, con
ejemplos de un mañana mejor, de hombres libres con mentes preclaras que puedan
entregar a la humanidad las ganas de vivir con valores y altos ideales, de
caballeros, y no de rufianes que quieren arrancarnos dinero y para los que nada
valemos como seres humanos.
Aconsejable
escribir como Swift, una paradoja, Los Nuevos Viajes de Gulliver,
es urgente. Falta un poco de ironía, ejemplarizadora.
Mauricio Otero